Los hados de la política se empeñan en dejar al descubierto los errores de Sánchez. Desde que tomó posesión del cargo, él solo se ha encargado de entrar en nuestra política exterior como elefante en cacharrería. No acaba de asimilar que, aunque todo vende, al buen político no se le conoce solamente por su aspecto exterior. Su gabinete de imagen ha orquestado una campaña de propaganda para mostrar al mundo el político más alto, más inteligente, con mayor “sex appeal” y más sincero. Aunque la raza va mejorando, el español, por regla general, no se caracteriza precisamente por su elevada estatura. Cuando comenzó a bajarse del Falcon ¡vaya por Dios!, vimos que tampoco era el nomber one. Lástima que la campaña naciera gafada desde el momento que incluyó lo de “sincero”.
La política exterior, ahora y siempre, es la columna vertebral de la buena marcha de cualquier nación medianamente desarrollada. En un mundo cada vez más globalizado, los países suelen agruparse según su propio credo político y huyen de los que están en el polo opuesto. Desde que los españoles decidimos guarecernos bajo el paraguas de la democracia, con no pocos esfuerzos hemos alcanzado un digno puesto en ese mundo. Es cierto que algún dirigente no pudo evitar el clásico borrón que ensucia nuestras páginas, pero, con mayor o menor acierto, hemos ido recuperando nuestro justo lugar hasta que apareció en escena el pasmo de Tetuán. Como corresponde a un progresista “made in Spain”, ha entrado en el terreno de juego con el pie izquierdo. Es decir, no ha dado una a derechas.
Cuando decidió que, siguiendo la costumbre de sus antecesores, su primer viaje oficial fuera a Marruecos, ya recibió el primer portazo. Mohamed VI no estaba en Rabat; algo muy frecuente, pero también es frecuente que los descansos se interrumpan cuando el visitante lo merece.
En la primera visita a EE. UU., con ocasión del famoso “encuentro bifásico”, nuestro garboso representante se afanó en colocarse ante las cámaras junto al poderoso yanqui para lograr la imagen de primera plana. El monólogo duró 23 segundos. A nuestro presidente sólo le faltó el micro para pasar por un reportero persiguiendo al famoso de turno. A los mentirosos, ni agua.
Siguiendo con su indescifrable política exterior en África, los españoles seguimos esperando las razones que tuvo para traer de incógnito al líder del Polisario, Brahim Gally, a un hospital de Logroño. España siempre estuvo al lado del pueblo saharaui y ese desaire consiguió provocar simultáneamente a Marruecos y Argelia, países que llevan décadas enfrentados, pero que mantenían cordiales y beneficiosas relaciones con España. No conforme con la hazaña, la traca final se produjo en marzo de 1922, cuando España dio un giro de 180º a su política exterior y apoyó la propuesta marroquí de autonomía para el antiguo territorio español. Todos los esquemas de nuestra política exterior saltaron por los aires. Algo muy importante tuvo que empujar a Sánchez para tamaño contrasentido. Si ya estábamos “fichados” por la mayoría de países musulmanes, los efectos se han multiplicado. El volantazo de España necesita una explicación, algo que Sánchez no ha dado, ni a la oposición ni a sus aliados.
Lo verdaderamente extraño es que, tras ese “favor” a Marruecos, ningún cambio positivo se ha notado en su actitud hacia España. Cuando tiene que perjudicar nuestras exportaciones, no titubea; cuando se adueña de aguas territoriales de dudosa titularidad, tampoco se molesta en consultarlo. Desde que Marruecos existe como nación independiente, siempre ha procurado sorprender nuestro principio de buena vecindad. No es necesario acudir a episodios muy remotos.
La negativa del gobierno a dar explicaciones de ese repentino cambio ha coincidido - ¡qué mala suerte! - con el momento en que fue hackeado el teléfono de Sánchez. Nada se hace sin un fin determinado, ya sea político o económico. Con nuestra poca información, y sin ganas de buscar las vueltas a nadie, atemos cabos:
· El programa Pegasus, responsable de la operación, fue desarrollado en Israel.
· Israel siempre fue considerado enemigo de los países árabes.
· España es una nación con buenas relaciones con todo el norte de África.
· A pesar de todo, Marruecos sigue reclamando Ceuta y Melilla.
· De repente, Israel reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sahara y España hace lo mismo.
· USA considera a Marruecos su aliado en el Estrecho de Gibraltar.
· Marruecos renueva sus FAS con armamento comprado a USA.
Con esta relación de postulados, hay actitudes que no encajan si nadie las justifica. Sánchez siempre se ha negado a dar explicaciones, a pesar del descrédito que supone en el exterior ese giro copernicano. En el concierto de las naciones, nadie se fía de un político tan tornadizo.
Para ser fiel a esa conducta inestable, Sánchez sigue haciendo de las suyas. En el final de su presidencia del Consejo Europeo, ha querido aprovechar los viajes repartiendo desatinos cuando se le acerca un micrófono. Los hados que invocábamos al principio han querido que, en esta etapa como representante de la UE, Sánchez tenga que actuar en medio de dos conflictos armados: Ucrania y Oriente Próximo. Ha viajado a los dos escenarios. En Kiev, tuvo que declarar el apoyo incondicional de Bruselas -con la oposición de su socio de gobierno, que no ha dejado de declararse solidario con la decisión de Putin-.
La guinda de sus desafueros tuvo lugar en Tel Aviv y Gaza. En esa visita asomó el verdadero Pedro Sánchez. El que puso objeciones a la hora de gobernar con Podemos acaba demostrando que no le necesita para seguir una política tan extrema como la suya. Hay varios miembros de la UE que, habiendo reconocido a Palestina, no han dudado al declarar que fue el grupo terrorista Hamás el culpable de la primera masacre, y que Israel, como cualquier otra nación libre, tiene derecho a defenderse. Si, como siempre, se aplica la ley del embudo, los terroristas de Hamás, asesinando y secuestrando a civiles, son Hermanitas de la Caridad; e Israel, haciendo lo mismo para defenderse, son los verdaderos terroristas.
Que Sánchez es un verso suelto en el socialismo occidental, está fuera de toda duda. Basta comprobar las decisiones que toma, tanto en política interior como exterior. En España se ha dedicado a enmascarar la Constitución con medidas que van desde el ataque a la independencia de los poderes al ninguneo de las instituciones. La concesión de la amnistía, la puerta abierta a los referéndums de independencia, el asalto al principio de igualdad en las medidas impositivas a las autonomías, el establecimiento de “muros” entre derecha e izquierda y, sobre todo, el enfrentamiento gratuito ocasionado entre los ciudadanos son los “logros” del gobierno auto declarado como progresista.
La vergonzosa negociación con los independentistas vascos y catalanes, ha colmado el vaso de la depravación. Ante los ojos del exterior, España no debe caer tan bajo por la ambición de un político sin ética ni integridad. Tendrá que responder ante la historia.
El buen político mide sus hechos y sus palabras, y lo malo de las baladronadas es que suelen costar caras. Las fanfarronadas de Sánchez representan un forúnculo en nuestra política exterior.
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