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¡Vaya nivel!
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Desde la Code. Profesor de Derecho Penal de la Usal

¡Vaya nivel!

Actualizado 02/12/2023 09:47
Julio Fernández

Cada día me sorprendo más de la entidad de los discursos, de las declaraciones y de la crítica política que realizan los políticos de la derecha y la ultraderecha española. La degradación, tanto de los contenidos como de las formas, es tan paupérrima, miserable y vomitiva, que la discusión política se parece más al enfrentamiento cainita y mortal entre miembros de las maras Salvatrucha y Dieciocho en la zona 18 de la ciudad de Guatemala o en cualquiera de los barrios más degradados de San Salvador, Tegucigalpa o en el del Bronx neoyorquino, que al debate parlamentario clásico entre posiciones ideológicas diferentes, que, aunque hubiera desconfianza, se realizaba siempre con lealtad y respeto hacia el adversario, como lo hicieron Ortega y Azaña, en 1932, en las Cortes de la II República, con motivo del debate sobre el Estatuto de Cataluña. Cuando reflexionaba sobre esto me he acordado de que sería bueno releer la gran obra del filósofo austriaco Hubert Schleichert titulada “cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón” en las que desenmascara aquéllas dudosas estrategias de discurso de las que gustan servirse ideólogos y fanáticos de cualquier credo, pero también políticos ultras y populistas.

Durante el tiempo que Feijóo lleva como líder de la oposición, el mensaje de los líderes ultraconservadores se ha radicalizado de forma intolerable. Pensábamos que las excentricidades, las hipérboles y las constantes salidas de tono del anterior líder Pablo Casado y su equipo iban a quedar aparcadas para siempre en la trastienda del olvido, porque Feijóo tenía fama de político moderado, con talante conciliador y dialogante y con ánimo constructivo y no destructivo. Pero la realidad ha demostrado que la auténtica personalidad de Feijóo se parece más a la de Mister Hyde que a la del doctor Jekyll; quizá influido por la destructiva figura de la presidenta de la comunidad de Madrid, Ayuso, quién se cree la dueña y señora de los políticos ultraconservadores españoles. También es cierto que al Feijóo que conocíamos era al personaje “endiosado” producto de sus continuas victorias electorales en Galicia; alguien que pensaba que –permítaseme la metáfora- todo el monte electoral era como el orégano de su tierra gallega y el aldeano que, jugando bien al fútbol en los prados de su poblado se creía Pelé, Cruyff, Maradona, Messi, Cristiano Ronaldo o Iniesta, pero que jugando después en la liga de las estrellas, sigue sentado en el banquillo; eso sí, protestando, insultando y cuestionando siempre las decisiones del entrenador.

Y, claro, cuando un líder político se ha querido ahormar a imagen y semejanza de su nueva y diabólica maestra, sus discípulos tendrán interiorizado que la mejor forma de conseguir avances políticos y la conquista del poder es “tirarse al monte”, insultar sin piedad, calumniar, manipular la información y conducir a las masas a la bronca permanente. Es normal que de líderes como Feijóo surjan esbirros asalariados que digan, como Tellado, que el presidente Sánchez tenía que haber salido de España en el maletero de un coche, que justifiquen los insultos y agresiones a políticos adversarios –como el que sufrió Óscar López en el tren por un individuo que ha sido detenido por la policía por varias actitudes delictivas violentas-, como el alcalde de Madrid, Almeida, que publique fotos en un pleno del ayuntamiento más importante de España, en las que se ve a terroristas encapuchados de Hamás y diga que esos son los auténticos amigos del presidente del gobierno, o como el ínclito y tenebroso personaje, Rafael Hernando -de todos conocido porque siendo diputado en la primera legislatura que gobernó Zapatero, intentó agredir al entonces portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, Alfredo Pérez Rubalcaba, que no consiguió porque fue sujetado por otros diputados- compare el “modus operandi” de los terroristas de Hamás con el independentismo catalán diciendo “es como si en Cataluña hubiera una organización que se dedicara a construir túneles para bombardear Madrid”. ¡Tremendo!

Las actuaciones esperpénticas e hilarantes de la derecha y la ultraderecha española no se quedan ahí. Recientemente son el hazmerreír de miembros de instituciones europeas, como el ridículo que hicieron en el parlamento europeo la pasada semana, lugar en el que intentaron presionar a los eurodiputados para que se considere que en nuestro país ha quebrado el Estado de Derecho. Y todo ello porque se va a tramitar la aprobación de una ley, como la de Amnistía, en el Parlamento español, que no es más que una ley orgánica más, con un complejo encaje jurídico, sí, pero que estoy seguro que, con los antecedentes históricos y comparados sobre la materia, será plenamente constitucional, porque la amnistía no es ni más ni menos que la manifestación del Derecho de Gracia, que sigue recogido en nuestras leyes penales y procesales. Además, si tan inconstitucional creen que puede ser, ¿por qué no permiten que se tramite como todas las leyes y, si no están de acuerdo, presenten cuando las normas lo establecen, el respectivo recurso de inconstitucionalidad? Con su actuación destructiva, lo que están intentando es impedir que las cámaras legislativas realicen una de las funciones que constitucionalmente tienen atribuidas, es decir, la aprobación de las leyes. Posteriormente, también han utilizado la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo y el Comité de las Regiones (órgano consultivo de la UE), para montar su “teatrillo” con un tema que Europa ya ha dicho que es un asunto interno y que nada tienen que decir desde la Unión Europea.

Es vergonzoso que denuncien que el actual gobierno vulnera el Estado de Derecho, cuando el PP a este respecto, ha protagonizado los más abyectos casos de corrupción, utilizando las cloacas del Estado para evitar que se conozcan informaciones que no les interesa –como, al parecer, ha ocurrido con la operación Kitchen- e incluso martilleando los discos duros de los ordenadores para impedir que se pudiera conocer información muy delicada sobre personajes políticos corruptos del PP. Como también es corrupción que en 2018 y cuando gobierno y oposición estaban a punto de cerrar un acuerdo para la renovación del CGPJ, el portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, dijera por whats app a los parlamentarios de su grupo, que “tranquilos con la renovación, porque vamos a controlar la Sala Segunda –se refería a la del TS- por la puerta de atrás”. Recordemos que la renovación del CGPJ lleva más de cinco años caducada por culpa exclusivamente del PP, que quiere seguir controlando el Poder Judicial.

Pero lo más sorprendente de todo ello es que haya mandatarios que, con una talla política tan mediocre, sigan siendo apoyados por la ciudadanía. Lo de la presidenta de la comunidad de Madrid no tiene parangón. Esta señora navega de rabieta en rabieta, como una niña pequeña cuando le quitan un juguete, sin saber muy bien los motivos de su protesta. Hace unos días ha anunciado que recurrirá el Plan Hidrológico sobre el Tajo aprobado por el gobierno hace unos meses. Un plan que recupera la calidad del agua y los ecosistemas fluviales y que prevé inversiones muy importantes en las que Madrid sale muy bien parado. Lo curioso es que el recurso se interpuso en junio, pero Ayuso lo explota informativamente ahora. ¿Por qué no lo hizo en junio cuando presentaron el recurso? Es absolutamente inaudito y carente de toda lógica y sentido común. Lo mismo ha hecho Ayuso con el proyecto del “Prado Extendido”, con el que se intenta que muchas obras pictóricas depositadas puedan ser disfrutadas por los ciudadanos de todo el Estado en instituciones de todo el Estado. Es un proyecto que no es de ahora, pero que Ayuso aprovecha para acusar al gobierno de discriminar a Madrid. Algo que es falso, como ratifican las autoridades del museo del Prado.

¿Qué pretende Feijóo y los políticos del PP con esta sobreactuación política y mediática? La respuesta no ofrece dudas: ocultar los vergonzosos casos de corrupción que todavía están “sub iudice” y que si se investigan adecuadamente pueden demostrar que las actuaciones presuntamente corruptas del PP son propias de una organización criminal.

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