"El campo de batalla revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles" (William Faulkner)
“La invasión rusa en Ucrania, y la guerra desatada cruel y despiadada, con millones de desplazados, miles de muertos, heridos, desposeídos de sus casas y lo que es peor, incitados para seguir odiando, por generaciones venideras. Bien pues esto parece que ha pasado a segundo término, y ya son menos los noticiarios, que le dedican su tiempo y reportajes, en sus pantallas, lo cual me parece grotesco y cruel.
Ahora se ha desatado otra guerra, (que nos obliga a bajar la cabeza), sucia, despiadada horrible, aunque esta más previsible, puesto que Israel, ya desde su nacimiento como Estado en 1948, ha traído en jaque, agobiado y temeroso al pueblo palestino, un pueblo apiñado, en una franja de terreno Gaza, que más bien parece un campo de concentración ruinoso y polvoriento, donde sobrevivir es un “lujo”, que muchos no se pueden permitir. Israel ha ido comprimiendo, estrujando y exprimiendo tanto a los “gazaties”, que en sus cuevas, túneles y pasadizos, se han instalado, aquellos que dicen defenderlos, que son otros enemigos y en nombre de ellos, se han rearmado y atentado de forma de terrorismo, -“Hamas”- practicando la locura, la muerte el miedo, el terror y la provocación, hacia un estado, que ha decido arrasar Gaza, y a todo aquel que allí viva, donde las personas más vulnerables, incluidos un enorme numero de niños aparecen entre los escombros, que remueven los tanques israelitas, fuerzas de elite, bien entrenadas y equipadas.
La guerra es injusta por definición. Todas lo son, con independencia de sus causas y de los argumentos que la acompañan. Al menos para lo que más importa, como son las víctimas inocentes, los jóvenes obligados a arriesgar o perder su vida, sus familias y amigos y el futuro de la sociedad entera.
Dios, patria, bandera y terreno han sido el santo y seña sobre la que se han sustentado las guerras. Aunque también, digámoslo claro, debajo de dioses y religiones se esconde el poder del dinero. Las mayores atrocidades que ha cometido el ser humano siempre han sido guiadas por sentimientos religiosos, patológicos. El joven soldado de Israel que ejecuta la orden de su cruel superior apretando el botón que dispara un misil que destrozará todo un edificio sepultando a familias enteras, o el niño que acepta llevar, convencido por su depravado maestro religioso, un cinturón de explosivos para reventar a los pasajeros de un autobús, incluido su cuerpo. En el nombre de Dios todo está justificado, todo está permitido. Entrar en un kibutz y asesinar a sangre fría a 1.400 civiles es una atrocidad que debe ser condenada y perseguida sin paliativos. Un acto criminal inaceptable desde cualquier posición ética, política, humana. Pero aceptar la estrategia genocida y de apartheid perpetrada por Israel, que ha ido masacrando a lo largo de 70 años al pueblo palestino -miren cómo ha crecido el mapa de sus fronteras a lo largo de estas décadas para entender lo que pasa aquí verdaderamente-, ocupando su territorio y encerrando entre muros y vallas a todo un pueblo hasta su exterminio... es una atrocidad que debe ser condenada y perseguida sin paliativos. Un acto criminal inaceptable desde cualquier posición ética, política, humana.
Dos varas de medir, dos categorías de muertos, dos mundos separados por un muro infranqueable de odio: los ricos y los miserables. Esa es la clave: el poder económico, de los medios de comunicación y por tanto, del relato, ante unos pobres desgraciados. La escoria planetaria, está gobernada por la ANP (Autoridad Nacional Palestina) de Mahmoud Abbas, ¡que es laica!.
En la guerra la primera derrotada es la verdad. Pero, en este caso mucho más, porque no se trata de justificar una guerra, sino un genocidio. ¡Hágase justicia! Persígase a los terroristas, por complicado que sea, para que paguen por sus actos criminales, pero no utilices la venganza multiplicada exponencialmente, no el "ojo por ojo, diente por diente" elevado a categoría de exterminio. Cortar el agua y la electricidad, obligar a dos millones de personas a abandonar sus casas y sus tierras en unas horas, bombardear indiscriminadamente a la población.
Nadie, por mucho dolor que padezca, puede, en una sociedad civilizada, saltarse las leyes internacionales y los acuerdos sobre Derechos Humanos. ¿Qué nos hubiera parecido si en los horribles años de plomo de ETA, con atentados no menos execrables que el de Hamás -cuarteles guardia civil, mercados, calles y garajes? ¿Sí el gobierno español hubiera dado la orden a los dos millones de vascos de abandonar inmediatamente Euskadi, cortarles los suministros y comenzar a bombardearlos, cerrándoles a su vez todas las salidas como en una ratonera?..
Es verdad que la suma de muchas injusticias no justifica una nueva. Parar esta guerra, imponer la razón, y no la venganza y la fuerza, sería un buen paso para empezar a construir un mundo más habitable y mejor. Un mundo en el que los hombres y mujeres podamos convivir en paz. Antes de que se otra guerra, tape esta guerra… ¿Lo conseguiremos? … Lo dudo..”
Fermin González, salamancartvaldia.es
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