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Consummatum est
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Consummatum est

Actualizado 13/11/2023 09:02
Francisco López Celador

Si no se produce el milagro –y no está el horno para bollos-, en pocos días Sánchez habrá hecho realidad su sueño. Tragándose muchos sapos, y pasando por encima de todas las líneas rojas que le han salido al paso, prorrogará el contrato de ocupación de La Moncloa por otros cuatro años. Afirmar que es un hábil negociador para llegar a presidir el gobierno sería ofender a la decencia. Ya no se trata de censurar su desprecio a la Constitución, que lo tiene, sino de reprobar su ofensa a la ética que debe acompañar a todo buen político. Para actuar como él lo hace, una de dos, o se pasa por el arco de triunfo todo vestigio de moral y decoro, o adolece de un mal congénito que le lleva a mentir sin pararse a medir las consecuencias. No me atrevería a encasillarle en uno de esos grupos; más bien posee los dos, pero amasados con un exagerado ego. Accedió en su día a La Moncloa por la puerta de atrás y le ha gustado tanto el poder que se ha propuesto seguir ejerciéndolo sin pararse en barras. Nunca lo ha hecho. Su trayectoria, tanto en el terreno político como en el personal, es todo un tratado de falsedades e incongruencias.

En su corto paso por la oposición, y en los temas de interés nacional, Sánchez se cuidó de no ahuyentar a sus compañeros a base de hacer declaraciones que no se apartaban ni un milímetro de nuestras leyes e, incluso, no dudó en apoyar al gobierno a la hora de reprimir el golpe catalán del 1-O. Poco tardamos en ver su verdadera cara cuando se descubrió la “chapuza de la urna” y el plagio de su tesis doctoral. Para todo político íntegro, cualesquiera de esos dos tropiezos habrían significado el final de su carrera. Para Sánchez, no. Está por encima del bien y del mal porque es buen discípulo del Maquiavelo que pasó a la historia por su teoría de que el fin justifica los medios, pero que también dejó escrita esta frase: “Un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas”. Hecha a medida para el nuevo Largo Caballero.

Entró en La Moncloa con el apoyo de los mismos que había abominado desde la oposición. Está todo en las hemerotecas. Agua de borrajas. A los cinco minutos se daba el abrazo del oso con Pablo Iglesias. Había hecho pedazos la larga tradición democrática europea de gobiernos de coalición sin partidos comunistas. Al fin y al cabo, el nuevo partido progresista de Sánchez no está tan lejos de los postulados marxistas. Cuando confunde Gobierno con Estado, su poso republicano está teñido de absolutismo. El Estado es él y negocia con los independentistas sin contar con el Congreso, que es donde radica la soberanía de la nación. Para no salir en las imágenes del oprobio, ha mandado a negociar a sus peones de confianza, que, ante las inauditas exigencias que escuchaban, tenían que consultar continuamente con su jefe. Por cierto, cuando dos personas negocian un trato y una de ellas advierte que la otra se empeña en imponer unas cláusulas leoninas, no es normal que aparezca en las imágenes de la firma con una sonrisa de ceja a oreja. Eso da idea del grado de cordura del equipo de negociación. Una cosa es el perjuicio que se pueda ocasionar a la nación y otra muy distinta el beneficio particular que debían defender a capa y espada.

Como no podía ser de otro modo, el conocimiento de la gravedad que esconden los compromisos adquiridos por Sánchez, no para beneficio de todos los ciudadanos sino para poder continuar en el poder, ha removido el pundonor de todo el que se siente español para salir a la calle mostrando su disconformidad. Ahora bien, sucede en todas las aglomeraciones, ya sean en acontecimientos deportivos o en reivindicaciones sociopolíticas: los agitadores profesionales aprovechan el amparo de la masa para atentar contra el orden y la ley, a la vez que muestran sus credenciales. Ante situaciones tan graves como la actual, el ciudadano fiel a su Patria y celoso de la Constitución no puede quedarse de brazos cruzados; tiene que dejar patente su descontento. Sin embargo, toda protesta que se escenifique empleando la violencia y saltándose las leyes, pierde su razón de ser. No se puede criticar un abuso cometiendo otro. Todos los partidos políticos proclives a organizar manifestaciones, deben emplear la misma legalidad a la hora de realizarlas que a la hora de criticarlas, cosa que no siempre sucede.

Basta ver el despliegue informativo de la “acorazada progresista” para entender que las manifestaciones han hecho daño al gobierno. Nunca esperaban una respuesta tan multitudinaria. Para tratar de contrarrestar esas campañas, la izquierda tiene el método que siempre da resultado: “manejar” noticias e imágenes en un intento de culpabilizar a quien ose criticarla. Es cierto que en varias concentraciones se han visto actitudes cuasi terroristas, insultos y enfrentamiento a las FCSE. Ya se sabe quiénes son los que aprovechan la ocasión para, amparados en la masa, atacar a los agentes de la autoridad, causar daños en el mobiliario urbano o desvalijar tiendas. Sucede siempre, y no se puede asignar la autoría a determinadas corrientes políticas porque muchos de ellos carecen de credo político, son “delincuentes apátridas” que imitan a los desvergonzados que se cuelan en las bodas para comer gratis.

Por ello, los responsables de toda manifestación deben contar con equipos especializados en expulsar a todo el que intente aprovechar la cobertura de la masa para sus fines particulares. Tampoco se deben olvidar de quien, siendo de su misma órbita, haga ostentación de símbolos y consignas ajenas a la doctrina de su formación o en contra de la verdadera democracia. La izquierda escudriñará toda imagen indebida para que sea la cabecera en portadas y telediarios.

Las críticas a la próxima ley de la amnistía son cada vez más numerosas y más variadas. La mayoría de órganos de la justicia y colectivos de toda índole, incluidos los de la UE, están proclamando la ilegalidad del proyecto. También se levanta la voz entre personajes de relieve dentro del socialismo; incluso entre los cargos actuales. Es imposible que entre los votantes al PSOE no haya ciudadanos con el suficiente juicio para deducir que se están dañando los cimientos de la igualdad que proclama nuestra Constitución, a la vez que se profundiza en la confrontación entre conciudadanos. Conociendo a Sánchez, es seguro que hará oídos sordos y seguirá su hoja de ruta, pero es indudable que su figura saldrá debilitada. Es muy triste que haya que esperar un tiempo extra para comprobar los resultados de haberse equivocado en el momento de votar. Todo presagia que ese será nuestro destino, de ahí la necesidad de manifestarse en la calle, pero dando ejemplo de lo que es un verdadero demócrata, que entiende el progresismo como el modo de mejorar el bienestar de la sociedad sin apartarse de lo que establece nuestra Constitución.

Ayer se vio en todas las capitales, incluidas las catalanas, las vascas y no pocas extranjeras, que todavía quedan muchos españoles, ¡pero muchos!, dispuestos a gritar a los cuatro vientos que aborrecen la felonía de Sánchez y que no están dispuestos a callarse. Y lo han llevado a cabo sin violencia, sin insultos y sin saltarse ninguna ley, aunque ya se encargarán ESOS (Equipo Sanchista de Opiniones Sincronizadas) de sacar a relucir su verdad ¿Cuándo ha dicho Sánchez una verdad?.

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