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Polarización
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Al cabo de la calle

Polarización

Actualizado 11/11/2023 11:38
Francisco Aguadero

La polarización política no es mala, hasta cierto punto y si está bien razonada y ofrece propuestas válidas para resolver los problemas del ciudadano. Lo malo es cuando no aporta soluciones y desemboca en la radicalización e inducen a la ciudadanía a pensar y a expresarse de forma radical, enturbiando la convivencia. Una de las consecuencias de la polarización, entre otras importantes, es que se pierde la neutralidad de instituciones que deberían ser autónomas y con libertad de cátedra, como la universidad, por ejemplo.

El concepto de polarización parece que sea una de las palabras de moda de los últimos años, especialmente cuando se habla en términos políticos. Pero la realidad siempre es demasiado compleja y, por consiguiente, difícil de resumirla en una sola palabra, aunque esta se mantenga en la cresta de la moda por un tiempo sostenido. Por eso y, para mejor entendernos, es preciso acudir a una definición, siquiera que sea básica, y entender la polarización como una firme identificación partidista que conlleva un fuerte rechazo a quienes profesan una idea o convicciones distintas. Actitud esta que hace más atractivos los planteamientos extremos frente a los moderados.

Y, siendo así, cabe plantearnos el grado de polarización del mundo actual y si ahora está más polarizado que en algún momento del pasado. La inmensa mayoría estaremos de acuerdo en que las posiciones y los debates se han vuelto abruptos, bajando en exceso al nivel de insultos y la falta de respeto. Algunos diputados que han vivido otras legislaturas han abandonado el Congreso, hartos de soportar el ambiente enrarecido y la atmósfera irrespirable que genera la polarización. Ese instalarse en la polarización y ese ambiente enrarecido se traslada a la ciudadanía y se le induce a permanecer en ese estadio, porque el ciudadano no puede dejar tan fácilmente la sociedad en la que vive.

En todo el espectro político, entre los analistas y en la sociedad, se levantan voces señalando que la polarización se está agravando, hasta tal punto que es malo para la democracia. La historiadora Anne Applebaum en su libro “El ocaso de la democracia” (2021) analiza los movimientos políticos polarizadores del siglo XXI que se están produciendo, de una forma transversal, tanto en política ideológica como geográficamente, en países con culturas políticas tradicionales tan variadas como la del Reino Unido, España, Polonia o Estados Unidos. Polarización que no solo es un constructo, una construcción teórica para analizar o comprender un problema determinado, sino que es punto de partida para iniciar el camino de determinados acontecimientos políticos. Véase la polarización iniciada en Estados Unidos con Trump que acabó con el asalto al Capitolio o en el Reino Unido que llevó al Brexit. Un terremoto que está sacudiendo el mundo.

Desde el punto de vista de la comunicación, la polarización se expresa con mensajes simples y radicales que hacen más atractivas las propuestas. Sin que la mayoría se dé cuenta de que esas propuestas suelen beneficiar, casi exclusivamente, a los partidarios del partido que las propone, favoreciendo así el que alcancen cuotas de poder y de riqueza estratosféricas. Esas élites políticas utilizan la polarización, las teorías conspirativas, las redes sociales con sus fábricas de bulos y hasta juegan con el sentimiento de pertenencia del ciudadano, para redefinir su idea de estado, de nación y de convivencia.

La polarización es uno de los principales fenómenos de nuestro tiempo y debería ser un motivo de reflexión, para plantearnos hacia dónde vamos y por qué camino. En las democracias liberales, en unas más que en otras, hay toda una serie de reglas y límites cuya observancia redunda en beneficios para todos. La polarización fulmina o debilita esas formas de convivencia, facilitando así que determinados líderes o grupos políticos decidan cuestionar y saltarse las normas establecidas por la comunidad y dar por bueno el todo vale, con tal de que me favorezca a mí y a los míos.

Llegados aquí, asumiendo que la polarización es un fenómeno importante de hoy día, y retomando una cuestión mencionada más arriba, cabe plantear si ¿realmente estamos hoy más polarizados que en otras épocas? La respuesta puede darse desde el prisma de la ciencia política, la historia, la psicología, la sociología o desde la memoria colectiva. En lo universal podríamos remontarnos a las guerras de religión, de la supervivencia de los pueblos o de los extremismos fascistas y comunistas del siglo XX. En lo referido a la España democrática ¿estamos hoy más o menos polarizados que en la primera mitad de los años noventa, o que a principios de siglo allá por el 2003? Quienes vivieron aquellos días y estos, que juzguen.

Una raya de trazo fino, finísimo, es la que determina dónde termina el ejercicio del pluralismo político y empieza la polarización, lo mismo que lo es para el dónde termina esta y empieza la radicalización. A veces nos quedamos tan a gusto afirmando que el asunto, o todo, “está muy polarizado” y mejor no tocarlo, sustrayendo así el debate y el pluralismo, o se utiliza como arma arrojadiza sobre el contrario para deslegitimar su postura concreta. Ahora bien, lo más importante, a mi entender, es el adónde nos llevan las actitudes y los movimientos polarizadores, que suelen acabar en la radicalización. Pero de eso hablaremos otro día.

Ahora les dejo con Los Sonidos Del Silencio de Simon & Garfunkel:

https://www.youtube.com/watch?v=a9xKOISC-2g

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© Francisco Aguadero Fernández, 10 de noviembre de 2023

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