El viento nunca tuvo nombre hasta que las borrascas empezaron a bautizarlo. Viento que en estos días despeina, sopla fuerte, tumba los árboles, desplaza los tiestos y, por estos lares, hace que la lluvia caiga en diagonal que es, si cabe, aún más desagradable.
Hace muchos años, Gonzalo Torrente Ballester paseaba por una calle salmantina y encontró el título para el segundo volumen de “Los gozos y las sombras” que no se le ocurría a él, ferrolano de donde los vientos soplan y levantan olas como paredes. Dos albañiles adoquinaban una calle del casco histórico y uno le preguntaba al otro hasta donde había que llegar, la respuesta fue: “hasta donde da la vuelta el aire”. Así nos lo contó el propio Don Gonzalo a un grupo de alumnas de cierto colegio de la calle Toro hace ya medio siglo y así se la cuento yo a ustedes. Don Gonzalo se había hecho famosísimo no por escribir una trilogía fabulosa, sino porque de ella sacaron una serie de televisión espléndida y de millonaria audiencia, pero él seguía tomando café todas las tardes en su sitio de costumbre y saludando a todo el que quisiera acercarse a él; como contestó a la rata de biblioteca que esto suscribe cuando quería saber de dónde venía el título poético del volumen de en medio. Tiempos remotos aquellos en los que para hacerse famoso había que esforzarse un poquito más que simplemente casándose con un crápula o anunciando bebidas detox (antes purgantes). La fama está más devaluada que el peso argentino, concluyo.
“Donde da la vuelta el aire” es también la expresión que usan los mexicanos para decir que algo está muy lejos y a mí, que en estos momentos veo cómo se me alejan una serie de lugares y cosas que creía cercanas y ganadas para siempre, me parece una manera poética de describir lo que no tenemos a mano y se aleja a medida que intentamos alcanzarlo. El español de Latinoamérica siempre ha sido metafóricamente rico, a la par que más dulce y musical que este castellano nuestro, adusto como los vientos que soplan por nuestra tierra.
No sé si el mundo se encamina a ese lugar donde da la vuelta el aire, por los vientos de guerra que soplan, parece que sí; hasta España está alborotada en sobremanera y parece querer llegar a ese lugar lejano y esquinado donde no se le ha perdido nada, pero donde unos cuantos se empeñan en que tenemos que estar porque no les basta con vivir en democracia; es más, desearían que la tal democracia ni existiera. A veces las gentes se olvidan de que lo mejor es enemigo de lo bueno, y que lo bueno ha costado mucho conseguirlo.
En estos días de otoño ventoso, con aires que ya tienen nombre (Ciaran y Domingo ya pasaron y estamos esperando a Elisa y Federico) y dentro de nada, apellidos, paseo por las calles de mi ciudad nórdica dando bandazos de un lado a otro y esquivando paraguas rotos que vuelan descontrolados; y recuerdo una canción de Victor Manuel (del 2008, que ya estoy escuchando a los que me acusan de nostálgica) que decía :
Donde da la vuelta el aire, aún más lejos quiero ir
Más allá del horizonte, más acá del porvenir.
Bienvenido al paraíso del que nadie quiere huir,
A velarnos los momentos que nos quedan por vivir.
Yo, sinceramente prefiero quedarme más acá del porvenir, por el momento. Donde da la vuelta el aire no me parece un lugar muy recomendable, por frío e incierto, más que nada. Y leerse Los gozos y las sombras tampoco está de más, si me puedo permitir la recomendación; este año le han dado el premio Planeta a su versión barata.
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