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Servir con respeto y lealtad
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Al cabo de la calle

Servir con respeto y lealtad

Actualizado 04/11/2023 09:09
Francisco Aguadero

El pasado martes día 31 la princesa Leonor de Borbón y Ortiz, heredera al trono de la Corona Española, juró la Constitución en el mismo día de su 18º cumpleaños, mayoría de edad, y se comprometió con los valores democráticos. Más allá de los contenidos, el fondo y la forma, de lo que hablaremos más adelante, el acto de la jura de la Constitución por la Princesa ha traído una vez más a colación el debate polarizado sobre la monarquía parlamentaria o la república. Es un tema recurrente e inevitable siempre que se pone sobre la mesa las posibles formas de gobierno.

La monarquía, por sus propias características fundamentales en cuanto que hereditaria y vitalicia, es evidente que tiene sus limitaciones democráticas, al no ser elegida por los ciudadanos con su voto aquella persona que ocupe la Jefatura del Estado, como sí ocurre en la república. Mas, en mi opinión, aquellas características no condicionan ni determinan la calidad democrática de un Estado. Hay monarquías con los más altos índices de democracia en sus Estados y hay repúblicas con bajos o bajísimos índices de democracia en su territorio y para con sus ciudadanos.

Evidentemente, hay muchas formas de monarquía, cada una con sus peculiaridades, pero con elementos fundamentales en común. Aquí tomaremos como referencia la Monarquía Hispana, aquella que tomó forma con la unión matrimonial de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, que gobernaron conjuntamente a partir de 1479 con una monarquía autoritaria, solo frenada por la revolución de las comunidades castellanas y el movimiento comunero que intentó ponerle límites al sucesor Carlos I.

De poner límites a los poderes de la monarquía da buena cuenta Luís López Álvarez en los inicios de su poema épico, dedicado a los comuneros, cuando hace referencia a que, reunidos el 7 de febrero de 1518 los procuradores con Carlos I, para su juramento en el monasterio de San Pablo (Valladolid), el procurador de Burgos por las Cortes le dice: “Si nos hallamos reunidos es para haceros jurar, los fueros y libertades que tendréis que respetar/ Una vez hayáis jurado, las Cortes os jurarán soberano de Castilla…/ Mercenario sois del reino, nunca la habréis de olvidar/ Si al servicio estáis del pueblo, el pueblo os lo pagará”. Las tropas reales, con su cruz blanca al pecho, aplastaron a los comuneros en 1521 y con ello se esfumó la que algunos historiadores (entre quienes me encuentro) pensamos que fue la primera revolución moderna y la pérdida de las libertades.

Desde entonces Castilla no se ha vuelto a levantar, que diría el poeta más adelante. La Monarquía Española entró en una forma absolutista, como la mayoría de las monarquías, que, salvo en algunos breves periodos de interrupción, ha llegado hasta la segunda mitad del siglo XX con la instauración de una monarquía parlamentaria, contemplada en la Constitución de 1978.

Por aquellas vicisitudes de la historia, ahora, 500 años después de aquel juramento que se le pidió al Rey acatando las leyes, y, bajo la vigilancia de los comuneros ajusticiados, representados en los nombres de Padilla, Bravo y Maldonado como defensores de las libertades, cuyos nombres están escritos en el frontispicio de las Cortes Generales, donde reside la soberanía nacional, la futura reina Leonor ha hecho su juramento con un contenido similar al de entonces: “Juro desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes, y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas, y fidelidad al Rey”.

Con el juramento de la Constitución en la sede de las Cortes Generales, compuestas por el Congreso y el Senado, allí donde reside la soberanía nacional y ante los representantes de la soberanía popular actuando como testigos, se dio cumplimiento a lo establecido en el artículo 61 de la Constitución del juramento de acatamiento para el heredero legitimo a la Corona Española. Aunque aquella solo contempla que el juramento ha de producirse, pero no señala el cómo ni el protocolo a seguir. En el caso que nos ocupa, la princesa Leonor ha seguido la misma fórmula, contenido y protocolo que hiciera su padre, el actual rey Felipe VI en 1986.

El compromiso de la princesa Leonor con la Constitución, con España y con los ciudadanos fue más allá del juramento pronunciado en las Cortes. Así, en el discurso posterior, Leonor garantizó que desempeñará sus obligaciones con "Total dedicación y una entrega sin condiciones… Me debo desde hoy a todos los españoles, a quienes serviré en todo momento con respeto y lealtad. No hay mayor orgullo", e hizo una petición a los españoles: "Confíen en mí". Palabras de gran calado y cercanía que, a mi entender, hubieran estado mejor ubicadas en el acto de juramento realizado en las Cortes, que en el discurso posterior proclamado en el Palacio Real al recibir el Collar de la Orden de Carlos III, la máxima distinción civil en España, de manos de Felipe VI.

La historia de la Monarquía Española contemporánea se ha ganado su legitimación por su actuación (salvados algunos episodios de Juan Carlos I en su última etapa), más que por su origen y tradición. Por citar alguno de los extremos, Isabel II fue destronada y enviada al exilio en 1868, tras el estallido de la llamada "Revolución Gloriosa" y Alfonso XIII marchó de España en 1931, abandonado por toda la clase política, debido al apoyo del rey a la dictadura de Primo de Rivera. La restauración de la Monarquía el 22 de noviembre de 1975 con Juan Carlos I llegó impregnada por la dictadura, hasta que en 1978 fuera refrendada, a través de la Constitución, como Monarquía Parlamentaria.

Las monarquías están cargadas de simbolismo. El juramento de Leonor goza de todo el simbolismo regio. Además, tiene la peculiaridad de ser la primera mujer que va para reina de España en 155 años, ya es icono de su generación, la llamada “Generación Z”, y hasta se habla de una cierta “Leonormanía”. En el exterior, Leonor de Borbón y Ortiz causa furor y fascinación en la prensa internacional.

Esta mujer de su tiempo, Leonor, que le hubiera gustado ser abogada de los derechos humanos, tras su juramento de acatamiento a la Constitución como heredera de la Corona Española y, consecuentemente, futura Jefa de Estado, está en el mejor sitio para llevar a cabo una política práctica de abogar por los derechos humanos.

Les dejo con Suspiros de España:

https://www.youtube.com/watch?v=S6w3SYyIGlk

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© Francisco Aguadero Fernández, 3 de noviembre de 2023

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