La profesional defiende que las personas sordas tengan acceso a la información en su propia lengua natural.
Cuando Inés González suspendió el examen de acceso a Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca, no imaginaba que fuera a abrirse ante ella la oportunidad de su vida: dedicarse a la interpretación y a la divulgación de la lengua de signos. Han pasado casi 20 años desde ese momento y la situación de las personas sordas y sus oportunidades comunicativas se han transformado en gran medida. “Para una persona sorda no existía la posibilidad de comunicarse por teléfono, solo cuando iban a la asociación. Ahora pueden hablar por videollamada, es muy diferente”, explica.
La intérprete celebra la nueva normativa que entrará en vigor a partir del 1 de enero y que implica un mayor número intérpretes en centros de mayores y que las personas sordas tengan acceso a la información en lengua de signos, entre otras medidas. “Todavía en España hay niños que con 6, 12 y 15 años aún no tienen una primera lengua en la que comunicarse”, se lamenta. En toda la provincia de Salamanca hay una veintena de intérpretes, al margen de otros profesionales que también ejercen como mediadores, trabajadores sociales o logopedas… “Hay muchos perfiles profesionales que pueden asistir a la integración de las personas sordas, pero la realidad es que ni todos los sordos saben una lengua de signos correctamente porque es una lengua minoritaria y minorizada y se le ponen trabas”.
Inés propone una nueva mirada hacia esta comunidad: “Son incomunicados más que discapacitados porque con la lengua de signos subsanarían muchas de las barreras comunicativas que tienen. Ofreciéndoles su lengua natural sería un mundo mucho más fácil para ellos y enriquecedor para todos. Es una idea muy romántica, pero hasta cierto punto realista”. La intérprete expone esta reflexión tras haber estudiado y trabajado cuatro años en Gallaudet University (EEUU), la única universidad en el mundo creada por y para personas sordas. “Allí, profesores, alumnos, hasta el personal de la cafetería son sordos, solo hay un 5% de personas oyentes. Es una pequeña burbuja en la que una persona sorda no siente las trabas y frustraciones que en el resto de la sociedad”.
A pesar de las barreras, Inés participa de una lucha activista y social para que se reconozca a la persona sorda tal y como es dentro de su realidad. “Los oyentes engloban a los sordos en lo mismo: no oyen y eso es lo que les define. En cambio, a la comunidad sorda le une una lengua, una historia común, una manera de hacer las cosas, de entender, de compartir, de relacionarse… Se ha creado una cultura que sobrepasa el hecho de no oír. Si yo me encuentro a una persona sorda signante en cualquier lugar del mundo, sé que vamos a intentar comprendernos y a mantener relaciones comunicativas muy prósperas que no tendría con otra persona oyente. Hay países en los que tienen reconocida la lengua de signos en su constitución. Eso en España es una quimera”, apunta.
Por ello, la intérprete anima a todo el mundo a aprender la lengua de signos. “Todas las personas tenemos la capacidad de poder comunicarnos a un nivel corporal. Depende de la persona, pero cuando llevas entre 2 y 4 meses estudiando lengua de signos puedes estar cómodo en un entorno de comunicación signante”.
Inés González imparte talleres de filosofía y lengua de signos abiertos al público en la Biblioteca Municipal Torrente Ballester los días 22 de enero, el 5 y 19 de febrero, el 4 y 18 de marzo, el 22 de abril y el 6 y el 20 de mayo en horario de 19:30 a 21:00 horas. Además, se encuentra inmersa en su trabajo de investigación sobre epistemología sorda (el primero en Europa) en la Facultad de Filosofía.