Este vecino de la localidad fue panadero de profesión, se exilió a Francia y murió tras pasar por hasta 3 campos de concentración en la Alemania Nazi.
Las Plazuelas, en Montemayor del Río, un municipio de la comarca de Béjar rinde homenaje desde este sábado a su vecino Juan Acedo Blanco y a todos aquellos que murieron, como él, en los Campos de Concentración de la Alemania Nazi.
Juan es uno de los 36 salmantinos que sufrieron las mismas consecuencias y que desde la Asociación Salamanca Memoria y Justicia, a través de estos actos, se quiere poner en relieve su vida y rescatarlos del olvido de la Memoria. Por medio de la colocación de “stolperstein”, adoquines que sobresalen del suelo con sus datos y biografía, en sus localidades natales, la asociación homenajea a estos salmantinos.
Esta mañana de sábado, se ha procedido a colocar este adoquín, con el acompañamiento musical del guitarrista de Montemayor Juan Fernández, y la presencia de autoridades como David Luengo Alcalde de Montemayor, Carmen Ávila, alcaldesa de Peñaranda de Bracamonte, Victoria de la Fuente, Secretaria de Política municipal de El Barco de Ávila, Antonio Cámara, Diputado provincial del PSOE, además de miembros de la Asociación Salamanca Memoria y Justicia
Juan Acedo nació el 21 de enero de 1906 en Montemayor del Río y acabaría sus días en el Campo de Concentración de Mauthausen, uno de los lugares más terroríficos dentro de la red de campos nazi junto con Auschwitz -Bikernau, aunque finalmente moriría en el subcampo de Gusen II.
Juan era hijo de Marcelino Acedo Hernández, un jornalero natural del pueblo, y de Isabel Blanco Rodríguez, nacida en Madrid. Poco después nacieron sus hermanos Tomás, en 1908, y Pedro, en 1910.
Cuando nace este último, el padre está en el extranjero, probablemente buscando un trabajo que le permitiera sacar adelante a su familia. Lo cierto es que también la madre y los tres hijos emigraron muy pronto del pueblo para establecerse en Madrid.
En Madrid, Juan Acedo se casó con Felisa Fernández Manzano, con quien tuvo un hijo, Ángel Acedo Fernández. Trabajaba de panadero y estaba afiliado al Sindicato de Obreros de Artes Blancas (UGT). Pero el estallido de la guerra le hizo cambiar la tahona por las trincheras en defensa de la República y estuvo en 1936 en el frente del Tajo, en el 7º Grupo de Asalto de la 25ª Compañía.
Desde mayo de 1938, estuvo destinado en Barcelona como guardia, prestando servicio en el Comité Provincial de Investigación Pública. Hasta que en febrero de 1939 hubo de pasar al exilio en Francia, desde donde su familia recibió una última carta de Juan Acedo, antes de caer en manos del ejército alemán.
En el verano de 1941 se encontraba como prisionero de guerra en Allenstein, Olsztyn (República de Polonia), fue concentrado en el Stalag IB y, junto a otros republicanos españoles, el 6 de agosto de 1940 fue subido a un tren con destino para ellos desconocido. El 9 de agosto de 1940 el tren llegó al campo de concentración de Mauthausen, destinado por los nazis a presos cuya reinserción en la sociedad no era deseable. Era el segundo convoy con españoles en llegar a Mauthausen y con Juan llegaron otros dos salmantinos Pablo Agraz y Benito Martín del Águila.
Se le asignó el número matrícula 3709 y, aunque en su ficha del campo figura su profesión de panadero, no debió servirle de mucho y, tras cinco meses y medio en el campo central, fue también de los primeros españoles transferidos al subcampo de Gusen, donde se aceleraba el proceso de exterminio de los deportados; fue un 24 de enero de 1941 y se le asignó el número de matrícula 8974.
En Gusen logró sobrevivir durante casi diez meses, hasta que en la mañana del 18 de noviembre de 1941 los nazis certificaron su muerte, cuando contaba con 35 años. Juan Acedo fue el cuarto salmantino que falleció en Gusen ese mes de noviembre de 1941, tras Rodolfo Ruiz Dávila, de Villaflores, Benito Martín del Águila, de Peñaranda de Bracamonte, y Macario Flores, de Chagarcía Medianero. En ese fatídico mes fallecieron en Gusen cerca de 1.000 españoles, cuando al trabajo esclavo, las palizas y el hambre se unieron epidemias de tifus y otras enfermedades.