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La insoportable levedad de lo inmediato
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La insoportable levedad de lo inmediato

Actualizado 13/10/2023 07:59
Manuel Rodríguez Fraile

‘No sé lo que quiero, pero lo quiero ya’[1]. Este fue el título de una canción de la banda argentina de post-punk y reggae que se llamó SUMO, formada en el año 1981 por Luca Prodan. La letras, en mi opinión, es bastante ridícula pero el título refleja muy bien el sentir de las nuevas generaciones. No sé lo que quiero, pero lo quiero ya.

Estamos inmersos en la cultura de la inmediatez. Las cosas cambian a una velocidad a la que nunca lo habían hecho a lo largo de la historia, generando en nuestros hábitos cotidianos transformaciones que resultan difíciles de asimilar y de las que en muchas ocasiones no somos consciente.

En esta nueva cultura todo debe ser inmediato y aunque esto parece que ha sido asimilado por los jóvenes, es la cultura en la que han nacido, para los que ya superamos ampliamente los 60 años resulta casi opresiva. ¡No hay tiempo para pensar, para reflexionar, para planificar! Todo está sometido, parafraseando el título de la novela de Milan Kundera[2], a la insoportable levedad de la inmediatez.

Esa inmediatez, que se muestra suave y ligera, casi inapreciable, pero que nos acosa sin piedad y nos hace estar permanentemente insatisfechos, no sólo por no tener lo que creemos necesitar o merecer (si es que lo llegamos a saber), sino porque hay que tenerlo ya.

El caso es que en nuestra realidad actual ya no nos movemos por necesidades. Las necesidades básicas de cualquier ser humano para conservar la vida son comida, bebida y un sitio donde resguardarse y esas, una gran mayoría las tenemos más o menos cubiertas, lo hoy nos mueve es el deseo. Como diría Ortega y Gasset, no queremos únicamente vivir, para lo que sería suficiente tener cubierto lo básico, queremos vivir bien. Y ese vivir bien, que no supone tener más necesidades, es el que inspira nuestros deseos. Deseos cada día más numerosos, más complejos y que deseamos satisfacer más rápido.

En la cultura de la inmediatez, los deseos mandan y el mercado se encarga, con gran maestría por cierto, de alimentarlos persistentemente con sus inagotables, atractivas y seductoras ofertas que hábilmente reviste de sugerente necesidad, y nos anima a desear satisfacerlas con facilidad y a la mayor rapidez posible para que de este modo, y casi sin solución de continuidad, aparezca un nuevo deseo que cumplir como la misma inmediatez que el anterior. No podemos dejar que nos alcance la insatisfacción hay que obedecer la inmediatez. Todo tiene que ser para ya.

Esta obsesión por ‘lo inmediato’ se ha ido fraguando como necesidad básica sin que apenas no percatáramos de ello, sobre todo desde la revolución digital que tuvo lugar a mediados del siglo pasado y que ha venido de la mano de las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación, pues ellas nos ofrece la posibilidad de la satisfacción inmediata, son la puerta de entrada a la satisfacción de todo aquello que anhelamos.

Nuestros deseos ya no son comer, beber o abrigarnos, son cosas mucho más complicadas (un coche eléctrico, el último modelo de móvil, el perfume más excitante o una casa elegante) y que una vez obtenidas hay que mostrar en público. No se trata de llevar un buen reloj, sino de llevar uno que, además de señalar la hora, ofrezca una imagen envidiable de nosotros para todos puedan darnos un like (me gusta). No se trata de poder hablar por teléfono, sino de tener el modelo más completo y vistoso, aunque en realidad ya apenas hablemos por él y lo utilicemos más que nada para jugar, sacar fotos o enviar mensajes, utilizando apenas del 10% de sus posibilidades, y sobre todo lo utilizamos para acceder a las redes sociales por las hay que viajar a toda velocidad sin detenerse demasiado porque inmediatamente salta algo diferente que exige nuestra atención.

Y así esa atención se dispersa, pierde su capacidad de análisis, no nos informamos de lo que sucede a nuestro alrededor porque sólo miramos pero sin ver. La inmediatez termina por ocultarnos la realidad pero, a diferencia de Matrix, no disponemos de unas pastillas rojas que nos permita ‘desenchufarnos’ del sistema artificial y situar nuestro cuerpo en el mundo real aunque sea por un tiempo.

Todo el mundo, o al menos aquello que creemos que lo es, está a nuestra disposición de inmediato, a un solo golpe de clic, por ya estamos en lo que la psicóloga Marina Pinilla[3] llama ‘la generación ya’, una generación en la que no se admiten demoras.

El sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, autor del libro “Amor Líquido”, de recomendable lectura, dejo escrito: Con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar. ¿Será por eso de que el que espera desespera?.

[1] https://www.letras.com/sumo/222320/

[2] La insoportable levedad del ser. Publicada en 1984.

[3] https://ethic.es/2022/11/la-generacion-ya-inmediatez/

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