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¡La vida misma!
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¡La vida misma!

Actualizado 13/10/2023 07:52

"No hay cosa que los humanos traten de conservar tanto, ni que administren tan mal, como su propia vida"

(Ciceron)

¡LA VIDA MISMA!

Quizá encuentren personas, que lleguen a su vida y rápidamente, nos damos cuenta de que esto pasa porque, debe ser así para servir a un propósito, para enseñar una lección, para descubrir quienes somos en realidad, para enseñarnos lo que deseamos alcanzar. Tú no sabes quienes son esas personas, pero cuando fijas tus ojos en ellos, sabes y comprendes que ellos afectaran a tu vida de una manera profunda.

Algunas veces te pasan cosas horribles, dolorosas e injustas, pero en realidad entiendes que, si no superas estas cosas nunca hubieras realizado tu potencial, tu fuerza o el poder de tu razón. Todo pasa por una razón en la vida. Nada sucede por casualidad o por la suerte, enfermedades, heridas, momentos perdidos de grandeza o de puras tonterías, todo ocurre para probar los limites de tu alma. Sin estas pruebas la vida seria plana, suave, lisa, directa sin rumbo, cómoda y segura, más empañada y sin razón.

La gente que conozcas afecta a tu vida. Las caídas y los triunfos que tú experimentas, crean la persona que eres. Aún se puede aprender de las malas experiencias. Es más quizá son estas las más significativas en nuestras vidas. Si alguien te hiere, te traiciona o rompe tu corazón dale gracias porque te ha enseñado la importancia del perdón, la confianza a tener más cuidado de con quién te abres. - Por esto les cuento la azarosa situación de aquel; en la vida de barrio-:

En su ya lejana juventud,” aqueste” mozo aguerrido de escasas entendederas soñó con poder ser modelo, galán de cine, ídolo deportivo o cantante de éxito, labores éstas en las cuales tampoco es que te exijan lucir licenciaturas o doctorados, pero todo aquello que acaso pudo ser divino fue, al fin, en el recuerdo apenas un sueño. Así que, se quedó en matón de barrio. ¡Cumplidor, eso sí: ¡encargo aceptado, encargo llevado a cabo a la plena satisfacción del cliente que soltaba la pasta! El “mozo” tenía la extraña habilidad, para que todo el vecindario, le encargara, recados, trabajos, y otros menesteres, de leve compromiso… Y el “tío”, siempre se encontraba, en el momento y sitio oportuno,- y aquello; empezó a molestar, a los otros mozos, y una “razonable” envidia se apodero de ellos-.

Tenía una voz tan poderosa como su calva (se quedó mondo y lirondo de su tupida mata de pelo de resultas de un desengaño sentimental con una pelandusca que se la daba con cualquiera, rotunda y roqueña, con la que apabullaba a sus oponentes con razón o sin ella (casi siempre sin ella) en cualquier discusión en la que se enzarzase. Y no eran pocas las reyertas, que era también de querencia guerrillera y escaso repertorio de términos en las cuestiones de verbo. Y dar escandalosas risotadas, y soltar improperios por los asuntos más banales: un imprevisto resultado de fútbol, la cojera de un renco, el siempre sugerente escaparate de una corsetería… u otras grotescas situaciones.

¡Hasta que una vez, en una de esas discusiones sin sustancia particularmente acalorada, se le cayó un libro del bolsillo. De poesía. Amorosa, para más inri. Un “librín” flacucho, escaso de páginas, casi escuálido: “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, rezaba el título con letras gordas. De un tal Neruda, que también vaya nombrecito para un tío!.

La cara de estupor de sus compinches de tabarra a la vista del suceso no es para contarla: le perdieron el respeto para siempre. Cuando se recuperaron del asombro se lo demostraron de inmediato expulsándole ignominiosamente del local, retirándole la palabra para los restos y dándole a entender bien a las claras que las visitas a su bar de toda la vida no serían bien recibidas de ahora en adelante. Una pena. Porque para nosotros, chaveas ociosos sin un chavo en el bolsillo, aquellas escaramuzas verbales en la taberna del barrio y en las que, de cuando en cuando se escapaba algún guantazo que otro, se nos antojaban muy entretenidas. Amén de ser gratis, lo que tampoco es moco de pavo.

Ya lo ven amables lectores, a veces o quizá siempre, se necesita una bofetada del destino para poner los pies en el suelo, para asentarse sobre la realidad de la vida y pisar con más seguridad: La vida siempre incluso, en más de una ocasión se cobra el peaje, de una u otra forma… A que sí…

Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerias.

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