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Mi rosal
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Mi rosal

Actualizado 11/10/2023 07:54
Raúl Izquierdo

Como tantas veces, paseo sin rumbo por las calles para regalarme una dosis de sosiego y disfrute sin más razones ni planes. Siento que mi cuerpo me pide espacio para la contemplación de los detalles y el saboreo de lo que no me permito experimentar por ser jinete en el caballo de mis prisas y quehaceres, que se multiplican por mil cuando les dejo que aniden a sus anchas. Siempre hay muchas cosas que hacer que tienen el sello de urgente, pero casi ninguna de ellas es importante. Por eso necesito a veces espacio y tiempo para ser consciente de que estoy viviendo, y darme el capricho de abrir los sentidos dormidos para volver a ver, escuchar y oler.

Entonces, me deleito con las flores de los jardines por los que paso. A veces me paro y me quedo mirándolas, absorto y embelesado con tanta variedad de formas y colores. Las miro todas y a todas quiero abarcar. Obra más fina no fue hecha por ningún artista, todas tan naturales, tan hermosas, tan llenas de misterio. Y pienso que en otras ocasiones no me había percatado de su existencia por ir a lo mío, en mis pensamientos y planificaciones, en mis ensoñaciones. Pensamientos que empiezan en mí y acaban en mí. Pero ahora no, ahora me recreo en mirar esas flores.

Se me viene a la cabeza el pequeño rosal que tengo en mi casa, a veces seco y pálido, con rosas pequeñas y raquíticas. Pero es mi rosal y no lo cambio por ninguna otra flor de cualquier rincón exótico del planeta. Es mi rosal, con sus tallos endebles y torcidos, con sus espinas incipientes que no siempre te dejan acariciarlo. Lo quiero porque es parte de mí. Seguro que hay flores más hermosas y completas, mejor cuidadas, con una fragancia más penetrante y un aspecto más saludable. Pero son ajenas a mí. Las puedo contemplar y disfrutar de su belleza unos instantes, pero no son mis rosas.

Pienso en mi familia, en mis amigos, en la gente a la que quiero. No sé si son los más guapos, los mejores, los más completos… pero son los míos, los que forman tejido con mi existencia, los que son carne de mi carne. Los quiero porque forman parte de mi historia, y sin ellos yo sería distinto, tanto, que ni me reconocería. Les quiero con sus espinas, sus sequedades y sus imperfecciones. No quiero que sean distintos, aunque a veces me duela hasta en el alma el pinchazo con alguna de sus espinas, aunque a veces tenga la tentación de sacar una tijera y empezar a podar sin contemplación. Incluso como mi propio rosal, también a veces creo que no los cuido lo suficiente. Pero ahí están, regalándome su frescor y su belleza aunque yo mismo esté tan acelerado que no lo perciba siempre.

Creo que por hoy he terminado mi paseo. Estoy deseando llegar a casa para volver a mirar mi rosal y alegrarme con su presencia. Y hasta le guiñaré un ojo, que nunca se sabe con estas flores. Lo que sí que es seguro es que le echaré un poquito de agua, que no le falte de nada a mi rosal.

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