Se desconoce por qué la EHE afecta a unos animales más que a otros, por qué la sintomatología es distinta entre individuos de la misma raza y por qué explotaciones contiguas no están infectadas y otras más alejadas contraen la enfermedad y las de alrededor no
Las Arribes, como la zona más ganadera de la provincia salmantina, es la más afectada por la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE), una ‘plaga’ que tiene desconcertados no solo a los ganaderos que la sufren sino también a los veterinarios, pues por el momento se desconoce el patrón de su propagación más allá de que son mosquitos del género Culicoides los que la trasmiten de unos animales a otros, afectando a cérvidos y al ganado vacuno, por lo que es el aumento de la fauna salvaje (ciervos y corzos) y las condiciones climáticas las que están favoreciendo la expansión de la que los ganaderos ya conocen como ‘covid de las vacas’.
Precisamente, ese apelativo responde a alguna de las interrogantes que hace tres años se hacían los científicos respecto a la propagación del coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19), pues como entonces ahora se desconoce por qué la EHE afecta a unos animales más que a otros, por qué la sintomatología es distinta entre individuos de la misma raza y por qué explotaciones contiguas no están infectadas y otras más alejadas contraen la enfermedad y las de alrededor no, o al menos sus animales no presentan síntomas perceptibles.
Hablamos con tres ganaderos de la zona para conocer su situación.
Mateo Martín es propietario de una explotación de 150 madres de vacuno de carne en Barceíno y quizá uno de los primeros que conocieron de la EHE en la comarca de Vitigudino, pues fija el 19 de agosto la fecha en la que supo de los primeros animales infectados. Hasta el momento cifra en unas 40 las reses afectadas por la enfermedad, y de ellas ha sufrido la pérdida de cuatro, además de seis abortos “que yo haya visto”, pero además tiene dos vacas más que difícilmente superarán la enfermedad tras haber abortado.
Ya se ha cansado de inyectarles antiinflamatorios, lavarle la boca con vinagre y sal, darle suero para evitar la deshidratación, tratamiento que ha seguido en algún caso hasta 22 días y que finalmente no ha servido para evitar la muerte del animal. Por eso, “lo que quiero no es que me paguen las muertas, sino que me ayuden a librar las vivas. Ahora tenemos un problema psicológico, pero en un año el problema será económico. Antes me causaba satisfacción ir a ver los animales, ahora tengo pesadillas porque no sé qué me voy a encontrar. Esto es peor que la tuberculosis, no sabes cómo actuar y lo peor está por llegar”, asegura.
Por último, se muestra crítico con el proceder de la Unidad Veterinaria porque “ahora les avisas pero no vienen a ver los animales y cuando te avisan de que tienes inspección a las dos horas ya se han presentado. Solo los tenemos para ponernos trabas y buscarnos cinco pies al gato”, por lo que “invito al jefe de Sanidad Animal que visite explotaciones afectadas por EHE en las zonas de Vitigudino y Lumbrales, para que vea la realidad de lo que está pasando. Esto es una cosa que nos ha venido y nadie tiene la culpa, pero les ha cogido desprevenidos y ahora los que lo pagamos somos nosotros”.
Isidro Almendra es propietario de una explotación de 160 reproductoras en Villar de Samaniego. Hasta el momento ha podido apreciar síntomas de la EHE en unos 30 animales, pupilas enrojecidas, ceguera en un ternero, heridas en la zona de unión de las pezuñas, etc., lo que le ha causado la muerte a dos de ellas y cuatro abortos, además “estoy criando 3 becerros a biberón porque las vacas o no tienen leche o no los quieren por la fiebre”.
Como Mateo, nunca ha sufrido la tuberculosis, por lo que su tranquilidad se ha visto rota con la EHE, “las pinchas por tener la conciencia tranquila, pero sin esperanza de librarlas, y si libran quedan tocadas”. De las dos muertes que ha tenido una de ellas se fue “en tres días y después de pincharla con antiinflamatorios, y la otra murió a los 14 días al dejar de comer”. “Todos los días cae alguna enferma”, lo que aprecia al ver en sus hocicos y ojos cientos de moscas, “algunas con los ojos fuera de las órbitas”.
José Manuel Martín es propietario de una explotación de 120 reproductoras en Las Uces, en su mayoría limusín y como los anteriores nunca ha sufrido de tuberculosis, pero a primeros de septiembre comenzó a observar síntomas de la EHE en algunas de sus vacas. Desde entonces ha contabilizado unas 11 vacas y un toro con la enfermedad, aunque a diferencia de los anteriores no ha sufrido bajas, tampoco ha tenido becerros enfermos.
Los síntomas que ha detectado en los animales contagiados han sido problemas en la epidermis en zonas como el hocico o las ubres, síntomas que ha tratado con antiinflamatorios cada 48 horas, “algunas han estado una semana sin comer, pero el toro en seis días ni agua. En mi caso les afecta a las articulaciones, les cuesta mucho moverse. En toda la vida como ganadero es la primera vez que tengo un problema sanitario”, concluye.
REPORT. GRÁFICO: MIGUEL CORRAL