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‘Apóstol’, el trabajo obra del artista Ángel Luis Iglesias que ya puede verse en la Catedral de Salamanca
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ENTREVISTA CON EL AUTOR

‘Apóstol’, el trabajo obra del artista Ángel Luis Iglesias que ya puede verse en la Catedral de Salamanca

Actualizado 06/10/2023 11:15
Charo Alonso

La catedral vuelve a convertirse en espacio de fe y arte

Tiene nuestra catedral doce pilares y en su base, hasta el 15 de enero de 2024, en un atrevido diálogo entre la obra de arte contemporánea y la inmensa joya gótica, los retratos de los doce apóstoles que el artista Ángel Luis Iglesias ha querido terrenales, con rostros cercanos, partícipes de su propia vida. A lo largo de la historia, los pintores han tomado modelos reales para retratar a los personajes religiosos, pero nunca de una forma tan sorprendente como esta muestra que se abre con el rostro amable y cercano de un Cristo que nos interpela, recibe y acoge.

“Apóstol” nació del proyecto frustrado para retratar una Última Cena actualizada. Y la idea de que los rostros del Nuevo Testamento, respetando la esencia e historia de cada uno, se encarnasen en rasgos de personas reales, habitó en la mente del pintor. Un juego de espejos que, para Tomás Gil, Director del Servicio de Patrimonio de la Diócesis salmantina, tiene mucho de cinematográfico, uno de los temas favoritos de las series de Ángel Luis Iglesias: “El artista concibe el retrato en movimiento, son cinematográficos, de gran perfección técnica. Primero realiza veinte fotos del modelo, con diferentes gestos e iluminaciones y luego los superpone. En este proyecto es como si Ángel Luis fuera el director, el productor, el intérprete de esta película”. Un proyecto pictórico que el artista se atrevió a mostrar al cabildo catedralicio que, en la persona del Deán, Antonio Matilla, aceptó la arriesgada propuesta.

Charo Alonso: Ha sido un gesto de valentía. ¿Qué sientes viendo tu obra en este espacio?

Ángel Luis Iglesias: LA CATEDRAL, así en mayúsculas, son palabras mayores. No podría funcionar en otra parte. Sabía que la exposición debía de ser ahí, se creaba un diálogo entre ella y la obra siendo la catedral parte viva de la exposición. Es un privilegio verla allí. Sobrecoge.

El conjunto de obras no opaca la inmensidad del espacio ni se deja amilanar por él. Van a la par, porque el trazado de las catedrales es un camino para la iglesia peregrina y nos lleva a través de los rostros, deteniéndose en los cuatro evangelistas que sostienen la cúpula que se abre al cielo. Si en lo alto de la inmensidad elevada están los medallones de los apóstoles, abajo, entre soportes de metal, el compañero de Jesús se acompaña de su sucesor –no en vano la sucesión apostólica es una de las bases de la Iglesia de Roma- y entre ambos, las citas del evangelio nos recuerdan la misión de los “enviados”. Para el experto en historia del arte Daniel Montesdeoca, el trabajo de Ángel Luis Iglesias “Es sublime, y la posible competencia con la escala de la catedral se resuelve. Conjuga de maravilla el significado de lo divino enfrentado a la humildad del rostro humano”.

Óleo sobre lienzo, los retratos son un prodigio de blancos y negros. El dramatismo del claroscuro se consigue gracias a un tipo de lienzo que le costó mucho encontrar al pintor, siempre perfeccionista, a menudo transgresor, considerado uno de los mejores retratistas del país. Sabiendo que el uso de colores terrosos, propios de su paleta de artista figurativo, haría pasar desapercibida la obra en el marco de la piedra catedralicia, buscó la luminosidad y simplicidad aparente del blanco y el negro. El trazo del grafito que nos muestra desnudo el trabajo del dibujante, el blanco del que surgen los rasgos expresionistas, el spray que fija… sorprenden al visitante y la luz que entra por las ventanas del templo hace el resto. El ciclo de las estaciones cambiará por completo la visión de cada pieza capaz de transmitir volumen, fuerza, transparencia e incluso, en ocasiones, un aura facial que se ve en el retrato de María o Poncio Pilatos. Un aura que, en el caso de Cristo, rodea al espectador cuando la imagen nos observa desde varias perspectivas.

El Verbo se ha hecho carne en el trabajo previo de documentación del artista. Carne mortal en los rostros de quienes viven sus trabajos y sus días. Siles, el apóstol mensajero, es quien le lleva las pinturas con las que trabaja… su amigo, el actor Santiago Segura, resulta un dramático Barsabás en doloroso contrapicado. La caracterización e interpretación de cada personaje esconde un código privado: los pintores amigos, Andrés Alén, Florencio Maíllo… son los malos de una película con villano; el Judas Iscariote reservado para sí mismo y al que retrata en negro sobre fondo blanco, como la impresión de las monedas por las que vendió a Cristo. Un Cristo que Ángel Luis Iglesias descubrió por casualidad por la calle, saliendo de su estudio, en la persona de un muchacho del barrio al que abordó venciendo su natural timidez. Enviado como un ángel de la casualidad, nuestro Cristo tiene el rostro del que sabe, un rostro que acaba estragado, a punto de morir, enfrentado a la imagen de un niño de exquisita pureza que representa la resurrección, y que es uno de los hijos del artista.

Ch.A.: ¿Cómo supiste que tenías que retratar a los apóstoles con rostros actuales próximos a ti? ¿Cómo los emparejaste y te quedaste tú con Judas?

A.L.I.: Lo que buscaba era actualizar la temática, por lo que me planteé indagar en la personalidad de los apóstoles y buscar en mi entorno, aquellos que siempre me apoyan, seres con una personalidad similar y así abordar los retratos. Judas tenía que recaer sobre mí ¡a pesar de tener algún candidato! pero la responsabilidad era mía.

Ch.A.: Es impresionante cómo has retratado a ese Cristo encontrado de casualidad, y a esta María sorprendente.

A.L.I.: Tenía claro que María iba a ser ella, buscaba una persona que transmitiera ese sentimiento que se refleja en la obra. Y no caer en la representación que se ha dado hasta ahora de mujer joven. El retrato de Cristo ha sido diferente, por supuesto. Yo les busqué a todos, sin embargo, él vino a mí.

Ch.A.: ¿Y ese darle lugar a las mujeres que son, realmente, las catequistas de tu barrio?

A.L.I.: En un mundo de hombres, quería que la mujer tuviera más presencia. Vi la oportunidad y lo aprovechamos para realizar los retratos.

Ch.A.: ¿En qué momento de este largo proyecto pensaste “Lo tengo, esto es lo que quiero expresar”?

A.L.I.: Si disfruto yo haciendo la obra, sé que la gente va a disfrutar viéndola. En este caso, creo que lo he conseguido.

Es el artista de pocas palabras y trabajo hondo, constante. Su galería de rostros desemboca en la Pasión que tiene en Ángel Luis Iglesias el profundo negro en el que se alza un crucificado de aires velazqueños, sin madero. Un Cristo que resucita en los trazos blancos de una abstracción ajena a este figurativo que relata el alma del retratado. Y junto a la cruz, aquellos que acompañaron a un Jesús en agonía: María Magdalena, mostrando su seguridad y su importancia, el magnífico Juan de la dulce compañía, y una Virgen que ha querido el artista retratar madre anciana, doliente en su rostro de ojos cerrados.

Niño del barrio del Rollo y de la guardería que fundara para las gentes del ferrocarril de Puente Ladrillo el cura Heliodoro, Ángel Luis fue cuidado por esta mujer a la que retrata con los ojos del amor. No hay rostro más sereno, más admirable para este artista que tan bien sabe leer las arrugas de la expresión y de la vida, el poder de los rasgos que acentúa y dota de significado. Su María es entrega y su Jesús es joven, fuerte, entregado y cambia en cada uno de los retratos, mostrándose amante, protector, poderoso y hasta vencido por la muerte. Apóstol en griego significa “enviado”, y enviado fue para el pintor el modelo que acaba retratando demacrado, próximo a la muerte, ya no con un estilo figurativo, sino abstracción pura en su lectura del evangelio, versión pictórica de un relato, el mensaje que la historia de la pintura lleva siglos retratando y que ha hecho suyo con valentía el pintor salmantino. A cada arte su tiempo… a cada tiempo… su libertad.

Esa libertad que desborda el impresionante molde catedralicio. Y es en el espacio austero de la Sala Núñez Solé en el Palacio del Obispo donde los retratos de las mujeres que acompañaron a Jesús, quien escandalizaba a los de su tiempo rodeándose de ellas y yendo a buscar a la gente en vez de esperar que la gente le buscase, se agrupan en un ejercicio de reconocimiento. Las protagonistas son las catequistas del barrio del pintor, mujeres a las que la Iglesia no da su sitio. Mujeres que complementan el impresionante recorrido evangélico de la obra completa, un auténtico kerigma donde el hombre actual se hace vivencia en este sobrecogedor conjunto de retratos expresionista donde reconocemos los rasgos magistralmente relatados por un artista valeroso que conjura la historia del arte para atreverse a leerla a su manera, a salpicar las páginas de pintura, encarnar el mensaje con la humanidad que late, verdad y vida, entre los trazos de un espacio, la catedral, donde la fe se ofrece desde el arte. Arte de una cercana modernidad, gozoso atrevimiento, absoluta cercanía. “Apóstol” no es solamente una exposición, es una experiencia deslumbradora, contemporánea de fe y de vida.