, 28 de abril de 2024
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La investidura embestida
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La investidura embestida

Actualizado 02/10/2023 09:19
Francisco López Celador

Nada nuevo bajo el sol. El conato de investidura del aspirante Feijóo se quedó en eso, un intento fallido. Personalmente, creo que el gallego no se equivocó al intentarlo. Y no sólo porque fuera un encargo del Rey, sino porque necesitaba deshacer entuertos y poner las cosas en su sitio. Era muy consciente de que con la actual composición del arco parlamentario era prácticamente imposible conseguir los votos suficientes para ser nombrado presidente. Ahora bien, más de un portavoz de los partidos que desde la tribuna expusieron las razones para no apoyarle, consiguieron que el Congreso, y toda la audiencia externa, quedaron enterados de la inconsistencia de sus razones a la vez que exhibían sus vergüenzas.

Cuando se ocupa un escaño, el titular debe conocer sus obligaciones y sus atribuciones, de forma que al hacer uso de la palabra no incurra en despistes, cuando no en impertinencias. En el caso que nos ocupa, hubo portavoces políticos, aprendices y correveidiles que criticaron al aspirante, no tanto por el contenido de su mensaje –verdadera razón de ser del debate-, sino por el simple hecho de presentarse. Esa táctica ya es vieja. Si hubiera renunciado a la investidura, lo más suave que le habrían llamado es cobarde. Afortunadamente, nuestro Rey tiene conocimientos de aritmética y sabe cuál es la mitad de 350. Después de oír a los representantes que se dignaron acudir a la llamada, como determina el artículo 99 de nuestra Constitución, hizo los cálculos y comunicó a la Presidencia del Congreso cuál era el candidato propuesto. Entre los representantes que cumplieron con su obligación, las cuentas estaban muy claras: el aspirante Feijóo era el que más votos reunía. Desde ese momento hasta el día 29 de este mes, existía una clara probabilidad de que no prosperara la investidura, pero no una certeza matemática. En el mundo de la política hay veces que dos y dos no suman cuatro.

Iniciado el debate, Feijóo quiso interpelar al presidente en funciones sobre la verosimilitud de los chantajes que pregonan los representantes de los partidos dispuestos a apoyarle. Vana pretensión. Después de tantos años en política, Feijóo debía conocer a Sánchez. Hacerle una pregunta al presidente en funciones es como dirigirse al oráculo de Delfos. La respuesta afirmativa o negativa debe ser pasada por la Ley de Murphy. Al final siempre mentirá y acabará sucediendo lo más calamitoso.

Puesto a rizar el rizo de la petulancia, Sánchez tenía su as en la bocamanga: no haría la réplica a Feijóo. Quienes piensen que la operación tenía solamente visos de desplante, se equivocarán. El aspirante quería que Sánchez contestara a lo que toda España teme, pero el de Tetuán no estaba dispuesto a concederle esa baza. A pesar del poco apego que tiene a la verdad, siempre le ha gustado descargar los muertos en espaldas ajenas. En esta ocasión, subió al estrado el Gary Cooper de Pucela, que vio la manera de agradecer a su jefe haberle colocado para seguir viviendo de la política, y equivocó el Congreso con el coso del Paseo Zorrilla: pensó que el acto no era una investidura sino una embestidura. Más tarde dejaría muy claro que, siendo “Mi Persona II” está prohibido dirigirle la palabra en el AVE ni en el andén.

Poco importa que el socialista Page, presidente en Castilla la Mancha, declare que los independentistas son delincuentes constitucionales por pedir la amnistía y el referéndum. Para Sánchez, eso es munición de fogueo. Hasta ahora, los vascos del PNV siempre habían puesto especial énfasis en las peticiones económicas; el tema independentista se lo adjudicaban a los filo etarras. Ahora no quieren ser menos. Pues bien, el Sr. Sánchez ha seguido todo el debate con mueca socarrona ante las intervenciones del aspirante y de Abascal, y con sonrisa bobalicona ante todos los demás. No recuerdo con exactitud el número de veces que Feijóo le preguntó escuetamente si estaba dispuesto a conceder la amnistía y el referéndum. En todas ellas se dedicó a mirar al tendido, o tal vez estaba buscando a Puigdemont. Del contenido del discurso y las réplicas a los diferentes grupos, me quedo con esta lapidaria frase: “Sr. Sánchez, no quiero los votos de Bildu, que también asesinó a compañeros suyos; esos se los regalo a Ud.” Silencio sepulcral en el hemiciclo; ni un pestañeo. A más de uno se le revolvió el estómago.

He leído que la NASA acaba de mandar al espacio un cohete con ratones y alimentos para la estación espacial internacional. Por razones de seguridad, el cohete va recubierto de una fina capa de material de especial dureza. Ya no necesito saber a quién pertenece la cara de donde han sacado ese material.

Se ha celebrado la obligada segunda votación con el resultado esperado. Parafraseando al ingenioso hidalgo, nunca fuera aspirante de adversarios tan bien rechazado. Nadie se ha sentido zarandeado por su conciencia y, con la repetida anécdota del palmero despistado, los votos han vuelto a ser insuficientes.

En Cataluña, el agua y el aceite del independentismo –Junts y ERC- han conseguido mezclarse sin levantar espuma. Amenazan con retirar su apoyo si Sánchez no garantiza, de antemano, la amnistía y el referéndum. La sangre no llegará al río porque unos y otros saben muy bien lo que se juegan. Unas nuevas elecciones pueden esconder una desagradable sorpresa. No jugarán con fuego.

Es cierto que Feijóo no ha conseguido lo que quería, pero en esta guerra ha perdido la primera batalla sin sufrir más bajas que el adversario. La contienda es larga y los ejércitos se rearman y recuperan efectivos. En el campo de batalla ha quedado constancia del poder de cada bando, las tácticas empleadas y los medios de que disponen. El resultado de un nuevo enfrentamiento dependerá de la moral y de los medios de cada bando. Lo único que no debe perder nunca un ejército es la fe en la victoria.

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