¿Qué respondería usted a esta pregunta?
Hace unos días una mujer joven, con una hija pequeña, y separada, soltó esta afirmación contundente: “Hoy la maternidad está sobrevalorada”. Fue en una conversación cotidiana en la que, de pasada, hablábamos de los hijos y lo que cambian la vida.
Es evidente que los hijos cambian la vida de las personas concretas y de las parejas. Yo he dicho y escrito muchas veces que posiblemente sea la decisión más importante de la vida: dar vida a otra persona y cuidarla, apoyarla y quererla incondicionalmente.
No era el momento, ni el lugar, para tener una conversación profesional. Conociendo esta madre, la verdad es que pasaba por un momento vital difícil y la maternidad, que ejercía con responsabilidad, le resultaba muy costosa. Comprenderla y apoyarla es lo que se merecía y procuré hacerlo.
Los padres y madres pueden pasar momentos o años difíciles por motivos muy diversos.
No critico personas concretas, sino que señalo un problema de la especie humana que avanza a medida que los países mejoran su nivel de vida. Son muchas las personas, y en su derecho individual están, que deciden no tener hijo, tener uno solo, etc. Para ellas la maternidad está infravalorada.
Pero estamos en una sociedad en la que lamentablemente se hace, con alguna frecuencia, un planteamiento narcisista, egoísta, de la maternidad y paternidad.
Hemos pasado de la presión social para que las parejas tuvieran hijos a tener unos valores dominantes poco compatibles con la maternidad.
Claro que hay otras causas (económicas, laborales, la no conciliación familiar, la falta de ayuda a las familias, etc.). Pero de hecho, en las comunidades españolas más ricas tienen menos hijos y en el mundo los países más avanzados tienen problemas de natalidad.
Los valores dominantes ponen el énfasis, por un lado, en evitar esfuerzos, conflictos, dedicación, pérdida de libertad, dificultades para trabajar y tener hijos, miedo a la inestabilidad de las parejas, etc. Por otro lado, valoran mucho preservar la libertad, el ocio y la vida gozosa, a la vez que priman los derechos individuales, los deseos y logros personales en su formación y trabajo, etc.
El resultado es que sufrimos una gran crisis del sistema de cuidados (López, 2022, Estilos amorosos) desconociendo el valor de dar y recibir cuidados. Sin cuidados no pude haber infancia, ni parejas felices. Los afectos sociales (sistema de cuidados, apego, amistad y generosidad) están en crisis. Los cuidados exigen constancia, disciplina, esfuerzo e incondicionalidad de por vida a quien traemos al mundo.
Desear, Planificar y Decidir tener hijos no es una obligación personal, pero cuando en una sociedad hay pocos nacimientos es que estamos en una comunidad enferma.
Tenemos que conseguir:
a) Por un lado, que las personas concretas no sean presionadas para tener hijos.
b) Recuperar el valor de la fecundidad y el sistema de cuidados, que son valores esenciales de la naturaleza humana. Cuidar es saludable, si no es en régimen de esclavitud.
Por cierto, los perros y mascotas, los objetos de sustitución, las adopciones y las mujeres que deciden tener hijos en edades avanzadas reflejan el latido natural de la maternidad y paternidad que da lugar al sistema de cuidados. Somos mamíferos y eso es una gran suerte afectiva.
c) Apoyar a toda mujer y hombre que decidan, de manera responsable, traer vidas al mundo.
d) Recibir bien a los y las emigrantes, que nos están sacando de un gran problema: muchos españoles no quieren trabajar. Hay paro pero, a la vez, muchos puestos de trabajo que no se pueden cubrir.
¿Quién es más culpable de esta locura humana?¿Qué deberíamos mejorar?
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