Ya sé que una parte de los españoles no estarán de acuerdo con lo que voy a escribir. En su derecho están. Pero a los que hoy se auto-llaman “progresistas” (no de izquierdas, ni internacionalistas) y a todos los políticos les aconsejo un libro (John Stuart Mill, 1858): Libertad) maravilloso, de un liberal clásico, no neoliberal, básico si se quiere ser realmente demócrata.
Por mi parte no puedo dejar de admirar a los padres de la constitución de 1948. Fui testigo de la dictadura y la transición, desde una editorial muy roja (en guerra con el Ministerio de Cultura, por el que había que pasar obligatoriamente toda publicación).
Admiro a todos ellos, desde los extremos (Carrillo y Fraga) y a todos los redactores de la constitución. No es un documento sagrado, pero en mi opinión, la mayoría actual del congreso (menos mal que fueron sabios y exigieron que los cambios exigieran más consenso), la veo incapacitada profesionalmente y, sobre todo, con prioridades inaceptables (permanecer en el poder e imponer sus valores y algunas leyes con contenidos y técnica muy deficientes, etc.). Los socios del presidente, tan necesarios porque ha perdido las elecciones, son tan peligrosos como el mismo presidente.
No puedo entender, como le pasa a muchas personas del PSOE, que la izquierda apoye lo peor del feminismo, que el gobierno y hasta los sindicatos (solo fui miembro de Comisiones Obreras, hasta mi jubilación) que hayan dejado de ser “internacionalistas” y aplaudan leyes como la del “Sí es Sí” y la “transexualidad”.
Fui profeta con el final de la Ministra de Igualdad (aseguré que no la querían ni los suyos) y, aunque sobre nuestro presidente (hombre impredecible, salvo en su lucha por el poder) es mejor no hacer profecías, no pronostico un final feliz, porque los que le apoyan le instrumentalizan, como él les instrumentaliza a ellos ¿Cuánto tiempo podrán seguir así unos y otros juntos? La burguesía vasca y catalana ya se muestra recelosa, aunque sigue anteponiendo privilegios autonómicos y, si fuera posible, la independencia. Una cosa de ricos y sectarios.
Pero el Estado, Rajoy (el presidente reniega ahora de haber apoyado a Rajoy y el 155), los jueces y las fuerzas de seguridad, y muchos españoles demostraron que no se puede dar un golpe de estado y lo volverán a hacer, si es necesario. Por el momento no dudo de ello.
Guardo un recuerdo imborrable de la valentía de los sindicalistas Camacho y Redondo (padre). Capaces de discrepar con honestidad y luchar a favor de mayor igualdad entre personas y autonomías, internacionalistas de verdad[E1] y críticos con los gobiernos. Y austeros, sin estas historias tan tristes que conocemos de los sindicatos con los Eres en Andalucía,que parecen comprados por el gobierno.
Por cierto, como dice González, Redondo padre le monto muna huelga y no le expulsaron del PSOE.
¿Y NICOLAS REDONDO, hijo?
Tiene mi admiración y apoyo; y el de tantos españoles. Lucho contra el terrorismo de ETA, como tantos. Era capaz de entenderse con los adversarios políticos, abierto al diálogo y el consenso (el dialogo no manipulador y mentiroso que es el que conocemos ahora). Un hombre leal, muy digno, que jamás insulta, un lúcido analista político y, por lo que dicen los cercanos, un hombre bueno que, como dice el poeta, “es bueno como el pan que no sabe su masa buena” (Agustín García Calvo, ácrata confeso).
Yo nunca he militado en ningún partido político, me ha bastado con un sindicato, las asociaciones de vecinos y mi vida profesional y social. Y me alegro de no haber caído en algunas tentaciones, visto lo visto.
Redondo, hijo, ha demostrado ser un HOMBRE LIBRE, socialista liberal, lleno de inteligencia política y social, y ETICO. Éstas son las condiciones que a mi modo de ver necesitan los políticos, también el resto de los españoles. Que hayan expulsado a uno de los que mejor las cumple es un grave error del PSOE que pagará de una forma u otra. Claro que nada moleta más a los marrulleros y sectarios que haya políticos justos, con sentido común, libres y éticos.
Estimado lector llevo tiempo prometiéndome no escribir sobre los políticos, pero no he podido aguantarme. Sigo intentándolo.
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