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ADARES: el poeta - hombre
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ANAYA DE ALBA

ADARES: el poeta - hombre

Actualizado 20/09/2023 14:22
Redacción

Un artículo de Pablo González para recordar la figura de Remigio González Martín en el primer centenario de su nacimiento

Hace cien años nacía en Anaya de Alba Remigio González Martín, el hombre. El poeta nacería poco más tarde. El ADARES hombre moriría en 2001, en la víspera de las Águedas; el poeta jamás murió ni lo hará.

Cuenta Juan Andrés Flores, uno de sus inseparables compañeros de andanzas y festejos, que jamás lo vio enfadado, cosa que extrañaba, dado el fuerte carácter que llevaba como seña de identidad su familia. También se dice que era imposible verle sin gorra y es que ADARES, bohemio bandolero de las dehesas y las cortinas de Anaya de Alba, construyó a través de su indumentaria y su actitud ante una vida desproporcionada, su personaje, el poeta de hogaza, greda y pan duro que recordamos todos sus seguidores.

Su personalidad le valió no solo para afrontar una vida de amor a su pueblo sino también para conseguir la atención de los poetas que le conocieron y le admiraron, como Aída Acosta, Raúl Vacas o el mismo Aníbal Núñez, que lo defendería a capa y espada como poeta a pesar de no pertenecer a ninguna academia ni recibir una formación profunda. A Remigio le enseñó la vida.

ADARES: el poeta - hombre | Imagen 1

Y es que ADARES construyó dos paisajes: uno en El Corrillo, donde tenía su cuartel general y donde dicen que vendió libros a lectores de medio mundo, miembros del cuerpo diplomático, estudiantes de todas las procedencias, políticos, poetas, curiosos o flanêurs de finales de siglo, que se dedicaban a deambular por Roma la chica. El otro paisaje ya estaba hecho, pero él lo hizo palabra. Poesía es mi pueblo, escribió. Y es que es de transcendencia que toda su poesía esté repleta de referencias no solo explícitas a lugares de Anaya de Alba, sino que sus palabras hayan conformado un cosmos que se une a la tierra en una conjunción casi tribal.

En Anaya, el Remigio hombre y el poeta se solapaban en una única silueta y en este contexto ADARES era el hombre vital, zalamero y parsimonioso, que sus amigos conocieron. Llegaban las fiestas y junto a su cuadrilla simulaban, en las tradicionales capeas que se celebraban en la cortina de las Marianas, las suertes de capote, banderillas, picar y muleta; y con su barba tupida celebraba con los brazos en alto el triunfo tras la ovación del respetable. Era un hombre de su pueblo. Un hombre que era él, sin sentido del ridículo; que era capaz de hacer de las críticas toda una comparsa. Y así lo cuenta de nuevo su amigo Juan Andrés:

“Tras emigrar a Francia, al regresar a Anaya, regresó con un coche y ya sabes cómo es la gente en los pueblos… Decían, al verlo aparcado en la plaza, pero qué coche trae si este era un vago […]. ADARES, al escuchar las críticas, gritaba por las calles: ¡Qué tendrá Francia, Señor, que un inútil como yo, se ha venido con un coche y un millón!”

Con frecuencia solían cantar ambos amigos la misa en latín en el Corrillo o en Anaya de Alba a grito pelao, sin vergüenza y con seriedad, como si se tratara de una eucaristía profana, que los asistentes admiraban con los ojos iluminados por la sorpresa.

Dicen también que pocas veces escribía en público en su pueblo; tan solo en alguna ocasión sacaba papel y lápiz en el bar, pero sí que era habitual que le observaran y le encontraran con la mente en otros lugares, en otros espacios, quizá sembrando palabras, frases no escritas, hijas de la inspiración de los adobes y las charcas, del mestizo y trabajado paisaje de secano y dehesa de Anaya.

Lo de que la poesía es una forma de vida ya lo dijeron otros. La vida de ADARES no fueron sus más de treinta libros, sino un amor incondicional a su madre, un arraigo a la tierra, una vida no académica, una festividad junto a los amigos, un amor a un pueblo, un saber ser uno mismo, una ausencia permanente del hogar que sufrieron sus hijos, un quererlos a pesar de las circunstancias. Un dolor por el paso del tiempo, una visión optimista de la muerte.

La vida de ADARES fue la vida de un hombre ya fallecido, la vida del poeta continúa.

Pablo González Martín

20 de septiembre de 2023