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Más allá del mural, la pintura de Daniel Martín
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REFLEXIÓN ARTÍSTICA

Más allá del mural, la pintura de Daniel Martín

Actualizado 17/09/2023 12:28
Charo Alonso

Comisionada por Maeva Peraza, la muestra ‘Mutaciones’ habita La Salina

Daniel Martín desciende de la pared del mural. A un lado deja la recuperación de la identidad, su colorida fantasía y su talento figurativo. Y lo hace dejando que habite en La Salina entera una obra diferente y personal que narra su particular y tenaz empeño artístico, su amalgama de influencias, su mística del color, su profunda originalidad urbana. Y es la experta en arte contemporáneo, Maeva Peraza, quien le acompaña en el comisariado de una muestra que sorprenderá por su valentía y su visión del espacio… más allá de la pintura, dimensión desbordada.

Charo Alonso: ¿Qué supone exponer en la sala más hermosa?

Daniel Martín: Es un privilegio, sobre todo por estar en mi ciudad, en el casco histórico. Y más con el trabajo de Maeva Peraza porque hemos querido hacer ambos una exposición con un significado global adecuado a esta sala.

Ch.A.: ¿Y cuál es este significado global?

D.M.: La muestra se titula MUTACIONES y ha supuesto, para mí, traspasar la frontera de la pintura, romper con las dos dimensiones, buscar esa frontera entre la escultura –yo soy escultor de formación– y lo instalativo cambiando los soportes y jugando con el espacio. No se trata de colocar ahí mis cuadros, sino de configurar la obra de acuerdo con la sala, adecuándola a sus posibilidades, como lo hemos concebido la comisaria de la muestra y yo.

Ch.A.: Maeva, ¿cuál es el papel de un comisario?

Maeva Peraza: Un comisario es sobre todo un agente cultural que aglutina las obras en torno a un concepto y hace el camino entre la obra y el receptor. El trabajo de comisariado tiene una parte más teórica, es un profesional experto en arte que domina perfectamente la obra del artista con el que va a trabajar y otra, más logística, que supone la selección de la obra, la elección del espacio y del mejor embalaje para las obras… Esa es la parte menos glamurosa. El comisario es una figura interdisciplinar que tiene que tener una capacidad de organización y planificación muy grande. Y es la persona que ayuda a redactar el proyecto, que junto al artista trabaja el catálogo, el dossier. Eso es tan importante como la exposición misma porque es su memoria…

Ch.A.: Muchos artistas hacen ese trabajo, Maeva.

M.P.: Cierto, se trata de una figura muy subvalorada porque algunos artistas dicen que ellos lo hacen todo. Y a la vez, hay comisarios que prestigian una exposición, son agentes culturales que establecen un camino didáctico y aunque no son marchantes, trabajan en el mercado de esa obra a su cuidado interviniendo en su tasación.

Ch.A.: ¿Cómo definirías la obra de Daniel?

M.P.: Es una obra que se sitúa en el borde de una frontera. No podemos hablar de abstraccionismo puro, pero tampoco estamos hablando de un arte pop, ni de un grafittero en el sentido del arte callejero que siempre está nucleado alrededor de la palabra, de la grafía. ¡Por eso se llama grafitti! Pienso que esas cualidades, ser una obra que fluctúa en todos esos mundos, que se apropia de todos ellos, hace que tenga una potencia muy grande. Y toda esa marcación visual, esa mística de colores que emplea, esa escisión, ese desdoblamiento que hay entre su pintura y su obra mural es muy llamativa. Con Daniel hablamos de una obra muralista, costumbrista según el tema y de otra obra desconocida, introspectiva, con una pulsión íntima muy especial.

Ch.A.: Va a sorprendernos aunque en tus murales, Daniel, a veces hay una firma abstracta…

D.M.: Es un logro para mí que se identifique mi obra y que se vea que casi siempre hay un guiño a mi trabajo en el estudio, a mi otro tipo de pintura. Trabajo en murales, algunos de ellos rurales, donde lo importante para mí es contraponer dos generaciones: la de los mayores, para la que uso un estilo más figurativo, y la de los jóvenes con un estilo más pop, más abstracto. Quiero que ambos estén unidos en un mural que muestre un cambio generacional, reivindico esa unión y esa referencia al grafitti del que provengo, mostrando también mi obra de estudio que no realizo para los demás, sino que es más íntima.

Carmen Borrego: Pasas del mural al formato cuadro, es una sorpresa.

D.M.: Lo es también porque es una exposición donde hay instalación, cuadros, piezas móviles que están entre la pintura y la escultura. Está concebida como un juego con el espectador porque no se trata de ir a ver cuadros, sino de tener una experiencia que vaya más allá de la pintura o eso pretendemos.

M.P.: Visitamos muchísimas veces la sala expositiva de La Salina, queríamos que el espacio nos indicara lo que iba a ser el proyecto potenciando sus posibilidades, y el espacio nos lo dictó porque se concibe la pintura como una mutación, como un campo que se expande.

C.B.: La Salina tiene un itinerario muy marcado.

D.M.: El espacio es particular, al no ser una sala diáfana invita a moverse por los rincones, bajar a la parte de abajo supone pensar en una instalación diferente. El mismo paseo por la sala te inspira y es verdad que la visión de la totalidad del espacio la tuvo Maeva.

M.P.: Jugamos mucho con ese tipo de dramatismo, con esa puesta en escena y esperamos que guste por lo interactivo y porque es una exposición rompedora. Y yo como comisaria agradezco a Daniel el desprejuicio a la hora de aceptar esta visualización de las obras, la contextualización, porque es un tipo de comisariado que no siempre puedes hacer con todos los artistas. Ha sido un trabajo de retroalimentación riquísimo y muy creativo

D.M.: Llevo pintando toda la vida y 11 años trabajando en el estudio solo, y claro, cuando se trabaja así existe la tentación de decir: yo soy el artista y hago las cosas a mi manera. Pero hay que alimentarse de la inteligencia de los demás, sobre todo cuando una persona profesional te plantea un reto. Ha sido difícil pero tiene que verse ese diálogo entre el artista, el comisario y el público Es una muestra que busca contar una historia, no solo mostrar una colección de cuadros.

Ch.A.: Esta abstracción en tus murales es uno de tus sellos personales, hasta en tu brazo. ¿Cuándo empezaste a hacerlo?

D.M.: A ti te va a gustar la historia, Charo. Empecé a dibujar así, de forma mecánica, primero haciendo letras y luego llegando a los trazos del grafitti. Después, me abstraía de los propios trazos. Lo hacía cuando me aburría en clase, me servía para evitar la tensión.

Ch.A.: ¿Cómo lo compaginas, pintar en la calle, el estudio?

D.M.: Sacando tiempo de donde no lo hay. A veces pinto los sábados por la mañana, o por la noche cuando no puedo dormir. Pinto en el estudio cuando llueve y no puedo trabajar en el mural… ¡Pero este año no ha llovido nada!

Ch.A.: En Santa Marta los iniciaste, ¿puede cansarnos esta proliferación del mural? ¡Preciosos los del Puente Congosto!

D.M.: El problema es que el mural invade mucho, son muy invasivos. Por eso yo aconsejo repartirlos, que la gente verdaderamente los aprecie, no los visitantes, sino la gente que vive en el pueblo donde se hace el mural. Hay que plantearse consultarles, que les guste, porque el mural no es para el artista, sino para ellos. Y creo que no vale todo ni tanto. En el Puente Congosto he usado esos tonos sepia, tierra, que me gustan para los pueblos y que no distorsionan el paisaje. Son murales muy bien elegidos para que no interfieran en el conjunto histórico artístico. Han acertado con ellos porque se han dejado aconsejar.

Ch.A.: Los pueblos están mostrando así lo mejor de sí mismos.

D.M.: Pero hay que evitar el cansancio visual de los murales. El espacio demanda un mural que reivindique lo propio de cada pueblo, a la gente que vive ahí. Por eso me gusta trabajar con fotografías, documentarme con las personas mayores, los que se quedan, los habitantes de este pueblo y no tanto los visitantes. Quiero que el mural sea un signo de identidad de esa España que ahora llaman vaciada, una forma de escapar del olvido.

M.P.: A mí me gusta que el trabajo de Daniel se pueda ver en una ruta mural. Me gusta que no va solo a hacer el mural, sino que realiza una labor previa de documentación de los pueblos, de las personas. Para él, hacer un mural rural es dejar un vestigio, una huella.

D.M.: Eso es lo que pretendo y lo que me acerca, por ejemplo, al Instituto de las Identidades. Trabajo con fotografías antiguas documentando los usos, costumbres, trabajos. Y cuando se las enseño a la gente genero un recuerdo. Yo me voy y queda el mural para recordarles su historia. En este trabajo en los pueblos soy intérprete de sus historias, hago un trabajo de campo, de pintura figurativa… luego ya me marcho al estudio y ahí la pintura es íntima. Por eso cuando viene alguien a quien le gusta mi obra, conecta conmigo y hasta la compra, es algo increíble.

Ch.A.: Obra que vamos a ver en La Salina, casi una reivindicación del arte urbano.

M.P.: La Salina se suma así a una tendencia muy contemporánea de traer el arte urbano a la galería, a los museos, y no solo a los festivales o al asfalto.

D.M.: A mí todo me alimenta y son dos ramas separadas de un mismo camino. Interpreto en ocasiones las historias de otros que hago mías, y en el estudio, mi pintura es personal y quiero que conecte con el espectador. De ahí mi empeño en hacer lo máximo que se pueda en esta sala tan especial.

TEXTOS Y FOTOS: Carmen Borrego y Charo Alonso