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El modelo territorial visto desde el territorio
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El modelo territorial visto desde el territorio

Actualizado 15/09/2023 07:57
Tomás González Blázquez

- Bueno, eso ya lo ve usted ahí en el ordenador…

- Lo vería si tuviéramos acceso a su historial clínico, pero no es el caso.

- ¿Entonces no puede mirar mi tratamiento ni las pruebas que me han hecho?

- No, no, ni su médico de cabecera podrá leer lo que escriba yo cuando vuelva a Madrid / País Vasco / Cataluña… (léase lo que se prefiera), por eso le imprimo el resultado de los análisis, para que se los lleve en mano al compañero.

- Pues lo suyo sería que trabajaran ustedes con la misma herramienta, ¿no?

- Claro, y ya la manejaríamos desde la Facultad de Medicina, para ustedes y para nosotros sería ideal, pero ya sabrá que tenemos diecisiete servicios sanitarios más lo de Ceuta y Melilla.

- Pues vaya, yo pensaba que sí podían verlo, es una pena…

El apenado paciente sale del consultorio rural, leonés o castellano, consciente de que en su centro de salud de Leganés, Baracaldo o Tarrasa no podrán acceder a la anamnesis, la exploración física o los resultados de las pruebas complementarias practicadas en su pueblo de origen, o en el de sus familiares, donde recala en verano o incluso durante largas temporadas.

Apenado no por la atención recibida, espero, en uno de esos miles de consultorios que no están cerrados, sino que se abren en lugares donde los consejeros de sanidad de las regiones de procedencia de esos pacientes desplazados ni se lo plantearían. Apenado porque el llamado Sistema Nacional de Salud es tan poco nacional y tan poco saludable que obstaculiza algo tan necesario como que el profesional sanitario que está atendiendo a un enfermo tenga acceso a los datos más útiles para que la asistencia sea de mayor calidad. Siempre hay una alergia que no se recuerda, o un tratamiento descrito como “esa pastillita redonda y blanca”, o un análisis reciente que convendría revisar… Pero no, mejor diecisiete, que será lo progresista.

La conversación que abre estas líneas es real y repetida. Rara es la mañana de verano o la guardia de julio o agosto en que no sale a relucir esa sorpresa. A lo mejor el paciente no lo piensa cuando introduce en la urna su papeleta, pero se acuerda mientras el médico intenta elucubrar sobre su comprimido para la tensión prescrito en Gijón, o lamenta no poder comparar con un electrocardiograma realizado en Vigo mientras la enfermera se tira de los pelos por no saber exactamente cómo estaban haciendo la cura en Écija. No todos los enfermos responden al modelo de la carpeta perfectamente ordenada, incluso en las mejores carpetas falta información, y en el año 2023 deberíamos ir renunciando a ese trasiego de papeles en el que nuestro descentralizado estado de las autonomías parece vivir tan a gusto sin que a nadie parezca importarle, y pobre del que ose alzar una mínima voz a favor de la igualdad entre españoles.

De igualdad se trata, sí. Pero de la igualdad políticamente incorrecta. De la que pone en evidencia la flagrante desigualdad, como la que se da en una consulta médica que tiene que luchar contra la multiplicidad de soportes informáticos. Como la que envía a los estudiantes a competir por el acceso a las mismas plazas universitarias a partir de diecisiete diferentes exámenes. Como la que siembra de traducciones el lugar del debate parlamentario cuando todos los oradores y oyentes pueden entenderse en la misma lengua, que por serlo de todos no es contra ninguno sino a favor del entendimiento. Como la que somete y condiciona el gobierno de la nación al interés de unos pocos, muy pocos, que hace seis años no es que quisieran debatir sobre el modelo territorial, sino que pergeñaron una sedición (entonces existía) para desmembrar el territorio de España.

No sabemos aún si la amnistía es el tratamiento que se aplicará, pero sí que algunos no tenemos todavía el diagnóstico de amnesia. No se nos olvida que cuando entran nuestros enfermos temporales por la puerta de la consulta, la mayoría sin carpeta, el dichoso modelo territorial nos está complicando mucho atenderles como merecen. Quizá es que tengamos un concepto menos progresista y más práctico del progreso.

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