El siglo XXI será ecológico o simplemente "no lo será".
PEDRO CASALDÁLIGA
Un medio ambiente seguro, limpio, saludable y sostenible es la base de la vida humana. Pero actualmente, debido a la acción humana, y a la inacción humana, la triple crisis planetaria del cambio climático, contaminación y pérdida de biodiversidad están afectando gravemente a una amplia serie de derechos, que incluye los derechos a una alimentación adecuada, agua, educación, vivienda, salud, desarrollo e incluso a la vida misma.
MICHELLE BACHELET
Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos humanos hasta 2022
No es una novedad comentar que hemos vivido el verano más caluroso desde que se tienen registros. El calor no ha dado tregua, una ola tras otra, nos hemos pasado más de la mitad del mes de agosto con un calor importante, nos dicen que es irreversible. Los científicos nos muestran que el océano global registró en agosto la temperatura superficial diaria más cálida registrada y es el mes más cálido en la historia. Es claro que estas olas de calor están relacionadas con el cambio climático con claros efectos para la salud física y mental, el medio ambiente, la economía o los derechos humanos.
Parece que es urgente reducir los combustibles fósiles y acelerar el uso de energías verdes, ya que el cambio climático es una de las mayores amenazas que enfrenta nuestro planeta y tiene implicaciones significativas para los derechos humanos: el derecho a la vida, a la salud, a la alimentación, al agua, al refugio y a un nivel adecuado de vida. Estamos viendo y experimentando que el derecho a la alimentación está amenazado por el cambio climático. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos advirtió que el cambio climático pone en riesgo de padecer hambre hasta a 80 millones de personas más a mediados de este siglo.
Hace más de cincuenta años se celebró la Conferencia de Estocolmo, en 1972, ya se advertía del daño que el ser humano puede causar al medio ambiente, con lo que se buscaron los primeros criterios para guiar a los Estados para conservar y proteger el planeta. La Declaración de Estocolmo, que contenía 26 principios, colocó las cuestiones ambientales en el primer plano de las preocupaciones internacionales y marcó el inicio de un diálogo entre los países industrializados y en desarrollo sobre el vínculo entre el crecimiento económico, la contaminación del aire, el agua y los océanos y el bienestar de las personas de todo el mundo.
Después de más de cincuenta años de esa declaración, no solo estamos padeciendo olas de calor, sino que los desastres naturales se han multiplicado y están afectando a todos, pero de manera más profunda a los países más pobres. En las diferentes reuniones sobre el cambio climático, los Estados no han cumplido lo que habían establecido para proteger los ecosistemas y la biodiversidad, tampoco los compromisos de 2020 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta afirmación la podemos comprobar en los distintos órganos de la ONU, sobre el medio ambiente. La Asamblea General de la ONU está dedicando en los últimos años una máxima atención al calentamiento global, a la necesidad de otorgar naturaleza legal a un ambiente sano y sostenible y a resaltar el deterioro climático a gran escala, no solo como una amenaza para el planeta, también como una amenaza para la paz y seguridad internacional de nuestras sociedades.
Nos comentaba Michelle Bachelet, las crisis interrelacionadas de contaminación, cambio climático y biodiversidad actúan como multiplicadores de amenazas, intensificando los conflictos, tensiones y desigualdades estructurales, además de arrojar a las personas a situaciones cada vez más vulnerables. Enfrentarnos a esta crisis medio ambiental que sufre el planeta, es un imperativo humanitario, un imperativo de derechos humanos y un imperativo para consolidación de la paz y el desarrollo.
Según ha declarado Tigere Chagutah, director regional de Amnistía Internacional para África Oriental y Austral, el impacto de la crisis climática es a todas luces muy visible en África. Las poblaciones se ven desplazadas, se enfrentan a cosechas impredecibles y a inseguridad alimentaria. Los recursos hídricos están sometidos a un estrés cada vez mayor. Es radicalmente injusto que las personas que menos contribuyen a la crisis climática deben soportar las consecuencias más graves.
Es necesario, abordar el cambio climático, pero es esencial plantearlo desde una perspectiva de derechos humanos. Esto implica tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, promover la adaptación y la resiliencia frente a los impactos del cambio climático y garantizar que las políticas y las acciones climáticas sean justas, equitativas y respeten los derechos humanos de todas las personas, especialmente de aquellas más vulnerables.
El cambio climático afectará a todo el mundo. Es un multiplicador de amenazas y también determinará dónde y cómo tienen que operar muchas fuerzas. El aumento de las temperaturas provocará numerosas hambrunas, inundaciones, pérdidas de tierras y medios de vida. Nos afectará a todos, no lo olvidemos, pero el impacto será desproporcionado en las poblaciones pobres, vulnerables o marginadas.
Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ha abierto la puerta al reconocimiento del 'ecocidio' como crimen internacional que pueda ser juzgado en la Corte Penal Internacional, alertó de que “el futuro distópico ya está aquí” y llamó a poner en marcha “medidas urgentes” para combatirlo. Instó a los tribunales de todo el mundo a exigir responsabilidades a las empresas y a los gobiernos y a transformar las instituciones internacionales de desarrollo y financiación en motores de la acción climática, de modo que los países y las personas más afectados tengan acceso a los recursos necesarios para hacerle frente.
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