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La retirada: un trago amargo
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AL HILO DE LAS TABLAS

La retirada: un trago amargo

Actualizado 08/09/2023 11:34

Una de las mayores grandezas del torero es saber elegir el momento de su despedida de los públicos y plazas

Mi buen amigo José se ha quedado un tanto triste, apesadumbrado, apagado. José es un hombre aficionado que, desde la aparición del Juli, ha vivido su afición pegado a la de este torero, es más, tiene una nave completamente dedicada a él. Creo, sin lugar a equivocarme, que sabe más del torero que el mismo Juli. Tal ha sido su devoción, que reúne en dicho local, todas las versiones, distribuidos en carteles, fotos, trofeos dedicatorias, cuadros, alternativas, tanto de España como de América. Lo dicho, es tal el sentimiento, que servidor al contemplarlo, sinceramente no daba crédito a tanto apasionamiento. Pero cada cual se manifiesta con libertad y dedicación a aquello que le satisface, llena su vida y afición, y eso hay que respetarlo, faltaría más.

Cuando apareció el fenómeno del Juli, se originó una verdadera marejada de espectadores, estos crecieron de forma espectacular y comenzaron a llenarse los tendidos, todo ocurrió muy rápidamente y el nivel cuantitativo se elevó considerablemente. Aquella marejada, no sabíamos cuánto iba a durar, aunque algunos barruntábamos que las aguas no tardarían mucho en volver a su cauce. Otros por el contrario vaticinaban que el revulsivo creado entre los públicos por el joven torero, tenía visos de perdurar muchos años, y así ha sido nada menos que treinta, 25 como matador de alternativa, que creo que está muy bien, demasiados, para mi parecer.

Julián López se retira, -me temo que le ha animado mucho Roca Rey-, cuando la otra tarde en Santander se vio estrujado en las tablas, donde afortunadamente, no hubo tragedia que reseñar, a pesar del empeño del bicorne del Bañuelos. -Será cosa mía-, pero pensé que el Juli, que ya apuntaba a retirada, tomó nota, y tras reunión familiar… decidió que esta temporada terminaba su peregrinar por las plazas de la Iberia taurina… y hace bien. Una retirada a tiempo es una victoria: Una máxima que casi todos los toreros (se admiten excepciones) no comulgan con tan conocido y renombrado dicho popular.

Dicen los toreros que nunca se retiran, son muchos los que manifiestan que han nacido y morirán toreros. Con tan respetuosa opinión expongo que, una de las mayores grandezas del torero es saber elegir el momento de su despedida de los públicos y plazas, en las que durante años pudo ser, o fue, el héroe que consiguió vencer al toro y convencer al público.

Es posiblemente uno de los momentos emocionantes en la historia del toreo que corrobora lo dicho “la despedida”. Y saber hacerlo en ese punto crucial de la carrera de un torero, no es empresa fácil tomar tal decisión. Tan solo el propio torero debe buscar ese punto de equilibrio entre el público y el toro, y encontrar el momento que ha de atravesar por ese alambre milagroso sobre los dos abismos.

Como digo (el torero no se retira nunca), y un día cualquiera, volverá. Volverá y dirá: ¡tan solo fue un descanso! ¡La necesidad de un poco de reposo! Es el razonamiento que no pocas veces se argumenta para su reaparición. A esas segundas partes, que, en ocasiones, fueron buenas. Y, en otras muchas, fracasos. Torero que se resiste a una retirada total de los ruedos, al aplauso, a la emoción, a colgar su terno grana y oro para siempre, a decir adiós, a lo que más quiso y amó en su vida, aunque está llena de zozobras, injusticias, responsabilidad e incertidumbre. (Si volviera a nacer, sería otra vez torero). Pero cuando vuelve de nuevo, ya no es lo mismo, los públicos de los toros perdonan muy poco, y comienzan las especulaciones, -ya no es el que era, a qué vuelve ahora este, con el dineral que ganó, vuelve por dinero, se le diluyó el valor, quién te ha visto y quién te ve- etc., etc.

Los negros nubarrones de cualquier tarde pueden caer sobre el reaparecido, entonces los que antaño le aplaudieron con frenesí comienzan a caer en sentimentalismos, las decepciones sustituyen a las esperanzas y comienzan a sonar silbidos, luego indiferencia y en el toro siguiente, recriminaciones, insultos, amenazas y gritos de la plebe injusta y cruel. Vives un momento, horas, días, meses, años quizá. Cuanto más te resistes a interrumpir tu acción con mayor estruendo acabas. El aplauso es como el perfume de la flor; dura menos que la flor misma. Las despedidas, si no son la apoteosis del adiós de un torero, ¿qué son?... (Que lo disfrute usted don Julián López)…