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Santa Teresa luce sus mejores galas para reencontrarse con sus fieles
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ALBA DE TORMES

Santa Teresa luce sus mejores galas para reencontrarse con sus fieles

Actualizado 25/08/2023 12:49
Redacción

Con motivo del Año Jubilar, la santa lució el birrete y la pluma regalados por los reyes en 1922, algo que luce solamente en octubre

La imagen de Santa Teresa de Jesús regresó a las calles de Alba de Tormes y lo hizo de gala, con el birrete y la pluma que los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia le impusieron en la celebración del doctorado salmantino de la Santa en el III centenario de su Canonización.

Ambos signos representan el día en el que la Universidad de Salamanca le concedió a Santa Teresa de Jesús el título de Doctora ‘Honoris Causa’ (6 de octubre de 1922). Habitualmente el birrete y pluma solamente se colocan en la imagen el 15 de octubre, sin embargo este año es excepcional por el Año Jubilar Teresiano. La salida de clausura de Santa Teresa en el mes de agosto es uno de los días más esperados del año por los fieles y vecinos de Alba de Tormes.

La Transverbeación

La Transverberación es una experiencia mística de cercanía a Dios que implica un “fuego” y una “herida” en el corazón de la Santa, ella lo describía así:

“Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento” (Vida 29,13)