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Efecto Matilda 8: Ada Lovelace
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Efecto Matilda 8: Ada Lovelace

Actualizado 24/08/2023 08:48
Manuel Rodríguez Fraile

Nada hacía presagiar aquel 10 de diciembre de 1815 en que nació Augusta Ada King, condesa de Lovelace, hija de Lord Byron y de la aristócrata inglesa Anna Isabella Milbanke; que aquella niña llegaría, tras un par de cientos de años olvidada, a ser incluida entre las mujeres que, por sus logros en los campos de la tecnología, la ciencia, la ingeniería o las matemáticas; se homenajea el 11 de febrero de cada año en el Dia Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Su padre, George Gordon Byron conocido como Lord Byron fue, además, de un atractivo poeta británico de gran talento y muy celebre en su tiempo, un apasionado revolucionario de vida licenciosa, escandalosa, despilfarradora y bohemia. Destaco en la Universidad de Cambridge por sus extravagantes trajes, su siempre impecable apariencia y también por el oso que tenía como mascota aunque estaban prohibidas, pero, no obstante, fue un estudiante brillante. Como buen romántico vivió rápido y murió pronto, con sólo 36 años, luchando contra los otomanos por la independencia de Grecia.

La madre de Ada puso pronto fin a su tormentosa vida conyugal con el poeta y le abandono mientras dormía, llevándose a su hija que contaba apenas un mes de vida.

La futura condesa de Lovelace tuvo una infancia delicada y complicada. Con 7 años una enfermedad la obligó a guardar cama durante meses y a los 14 un grave sarampión paralizó sus piernas durante casi 4 años. Pero su madre no dejó que estas circunstancias limitarán su formación y puso todo su empeño en que recibiera una completa educación, en música, francés y matemáticas, además de amplios conocimientos en ciencias y tecnología.

El hecho de que su madre formara parte de la aristocracia londinense le permitió relacionarse con relevantes científicos como Charles Babbage, el matemático que diseño la primera calculadora mecánica; también con Charles Wheatstone, que construyó un artefacto para medir las resistencias eléctricas, incluso con Michael Faraday, uno de los científicos más influyentes de la historia, descubridor de electrólisis y la inducción electromagnética. También compartió interesantes conversaciones y debates con eminentes miembros de la cultura victoriana como el mismísimo Charles Dickens.

Con 18 años ya le apasionaban las cuestiones mecánicas y la construcción de máquinas. Fue por entonces que, en una de las numerosas ‘visita formativa’ a las que asistía en compañía de su madre, conoció el telar mecánico de seda ideado por Joseph Marie Jacquard, que utilizaba tarjetas perforadas para controlar y dirigir el proceso de tejido. Ada quedó fascinada por aquel artefacto.

En 1835, su madre aprobó el matrimonio de Ada con William King-Noel, primer conde de Lovelace, un aristócrata de familia muy influyente, además de prestigioso científico, conocido como Lord King, con lo que Ada se convirtió en Lady King, aunque siempre firmaría su correspondencia y sus trabajos como Ada Lovelace.

La joven condesa fue capaz de ver más allá que su admirado Charles Babbage, que nunca reparó en las aplicaciones prácticas que podía tener su máquina de calcular, pero Ada intuyó que, inspirándose en las tarjetas perforadas que Joseph Marie Jacquard utilizada en su telar, se podría construir un mecanismo capaz de ser ‘programado’ para realizar cualquier proceso que implicara el tratamiento repetitivo de una gran cantidad de datos.

La única cosa realmente valiosa es la intuición. Afirmaba Albert Einstein, porque permite al genio ‘ver’ aquello que los demás no ven: el futuro.

Ada abrió así el camino hasta entonces inexplorado de lo que hoy conocemos como software, es decir ese conjunto de programas y rutinas imprescindible que permiten a la computadora realizar determinadas tareas, Con ello inauguró una nueva ciencia, la informática, que en pocas décadas pasaría a incorporarse en todos los ámbitos de la vida, marcando el principio de unos nuevos tiempos.

Si la máquina de Babbage únicamente aspiraba a calcular números y el telar de Jacquard a confeccionar tejidos, Ada Lovelace fue capaz de percibir que con todo aquello se podría hacer crear algo nuevo, distinto y mucho más ambicioso.

La ciencia matemática muestra lo que es. Es el lenguaje de las relaciones invisibles entre las cosas. Pero para usar y aplicar ese lenguaje debemos de ser capaces de apreciar plenamente, de sentir, de calibrar lo invisible, lo inconsciente.

Sin duda ella lo hizo.

Desafortunadamente, al igual que su padre, tuvo una vida intensa pero breve. Falleció sin llegar a cumplir los 37 años tras un largo período de dolorosos problemas digestivos y respiratorios que fueron minando su salud.

Olvidada durante décadas la memoria histórica a recuperado su figura. Hoy uno de los lenguajes de programación diseñado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos lleva su nombre y en el Reino Unido, la Conferencia anual para universitarias también lo hace desde 2011. Además se ha fundado hace algunos años la Iniciativa Ada Lovelace, una organización sin ánimo de lucro cuyo fin es incrementar la participación de las mujeres en una cultura libre del monopolio de las grandes empresas de software.

Mas vale tarde que nunca

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