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Tomás Bretón (en el centenario de su muerte)
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LA PROVINCIA DEL ALMA

Tomás Bretón (en el centenario de su muerte)

Actualizado 16/08/2023 08:29
José Luis Puerto

¿Quién no conoce o ha escuchado algún fragmento del sainete lírico de La verbena de la Paloma? El autor de su partitura es el músico de origen salmantino Tomás Bretón, de quien, este 2023, se cumple el centenario de su muerte en Madrid.

Había nacido en Salamanca el 29 de diciembre de 1850, justo a mitad del siglo XIX. La zarzuela de La verbena de la paloma es su obra más popular, divulgada y conocida. Realizaría su libreto Ricardo de la Vega. Y se estrenaría el 17 de febrero de 1894.

Pero no vamos ahora a dar un repaso a su amplia obra musical de compositor clásico. Sería aquí imposible. Sino a glosar algunos rasgos de su figura, con motivo del centenario de su fallecimiento.

Pertenece Bretón a un grupo de músicos europeos, que desarrolla su labor creativa entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Hay algo en estos músicos –Manuel de Falla, marcado acaso por una mayor modernidad, es otro ejemplo entre nosotros– que llama poderosamente la atención.

Y es que, influidos por la herencia romántica de exaltación de lo popular e incluso de lo rural y campesino, incorporan a sus obras clásicas e intercalan en ellas tonadas o cancioncillas populares, recogidas de la tradición oral.

No hemos de olvidar que Tomás Bretón prologo o escribe el “Preámbulo” de ese monumento de la música rural salmantina y española que es el Folk-lore o Cancionero Salmantino, del presbítero mirobrigense Dámaso Ledesma, obra premiada por la madrileña Real Academia de Bellas de San Fernando y publicada en Madrid, por la Imprenta Alemana, en 1907.

Tomás Bretón, que, además, formara parte del jurado que premiara el Cancionero de Dámaso Ledesma, escribe en el indicado preámbulo: “en España se trabaja más de lo que generalmente se cree, no por lo que a mí toca, sino por lo que atañe a los buscadores del riquísimo mineral lírico, alumbrado a medias y disperso en las entrañas del fondo poético español.” Para terminar elogiando, claro está, la impagable labor etno-musicológica del gran Cancionero de Ledesma, como popularmente se conoce.

Un Cancionero que, por cierto, fue bien conocido en la madrileña Residencia de Estudiantes, donde Federico García Lorca tanto lo utilizaría, debido a la fascinación que provocara en él el romance de tema salmantino de “Los mozos de Monleón”, así como las nanas infantiles, sobre las que redactaría una conferencia, poniendo muchos ejemplos de las que Dámaso Ledesma recogiera en la localidad salmantina de Tamames.

El bellísimo poema sinfónico de Tomás Bretón, titulado significativamente Salamanca, de 1914, introduce en un momento determinado de su andadura clásica, la cancioncilla, popularísima, titulada “Riverana”, recogida y publicada por Dámaso Ledesma, en su ya citado Folk-lore o Cancionero Salmantino, fruto de esa influencia que experimenta la música clásica del período que hemos indicado –y también, claro está, la de Tomás Bretón– de esa música popular y campesina.

La “Riverana” que incorpora Tomás Bretón a su hermoso poema sinfónico titulado Salamanca no es otra que la del burro de Villarino de los Aires, con ese estribillo tan pegadizo del “Que tu, ru, ru, ru, rú, / que tu, ru, ru, ru, rú”. Y que comienza con esa estrofa bien conocida asimismo de: “Ya se muriú el burru / que acarreaba la vinagre, / ya lo llevú Dius / de esta vida miserabre”…

Tomás Bretón –autor de una variadísima obra musical, que comprende ópera, zarzuela, sinfonías, música sinfónica, así como de cámara– fallecería en Madrid el 2 de diciembre de 1923. Pertenecería también –y pese a no ser un dato muy divulgado, es significativo, creemos– a la masonería, iniciándose en ella a los veintidós, al formar parte de la Logia “Fraternidad Ibérica” de Madrid.

Salamanca contó, en su momento, con el Teatro Bretón, un pequeño homenaje de su ciudad natal al gran músico salmantino. Hoy, el mejor homenaje que le podemos tributar es escuchar su música, no tanto la más conocida, sino la más secreta. Comenzar, por ejemplo, por su poema sinfónico Salamanca no es un mal comienzo.

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