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Sabía que…
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Sabía que…

Actualizado 22/08/2023 11:03
Isaura Díaz Figueiredo

Sabía que…

Decir “eres lo más parecido a Hitler” es, probablemente, uno de los mayores insultos que se pueden proferir al ser humano. Si existió un demonio en el siglo XX ese fue Adolf Hitler. De él se han escrito miles y miles de libros y aún se intenta encontrar explicación al porqué de su vesania. (RAE: Demencia, locura, furia).

Él y el régimen que instauró, el nazismo, masacró a millones de personas y muy pocos reivindican ya su legado. Cercado, derrotado y humillado, optó por pegarse un tiro en la sien.

¿Era realmente alemán? Fue un alemán de pacotilla

Pese a ser dictador de Alemania, de convertirse en el defensor más despiadado de la expansión del país y de llenársele la boca con la palabra ‘Alemania, Alemania, Alemania’… Hitler nació en Braunau am Inn, Austria, el 20 de abril de 1889. Solo el 25 de febrero de 1932 consiguió la ciudadanía alemana.

Se quedó temporalmente ciego

Hitler resultó herido en dos ocasiones durante la Primera Guerra Mundial. 1916, a consecuencia de las esquirlas de una granada. El 13 de octubre de 1918 fue víctima de un ataque de gas que le dejó temporalmente ciego.

¿No conocía método Buchinger?

Pese a estar preocupado ante la idea de engordar, Hitler abusaba del consumo de azúcar hasta límites insospechados. Adolf, echaba siete cucharadas de azúcar en el té. Su amigo Ernst Hanfstaengl aseguró que en alguna ocasión le vio incluso echando azúcar al vino tinto.

Era un maniático antitabaco...

Los pitillos estaban absolutamente prohibidos en su presencia. Pese a que de joven fue fumador, cambió drásticamente hasta el punto de que llevarse un cigarrillo a la boca lo consideraba “un acto decadente” y el tabaco, la plasmación de “la ira del Hombre Rojo —los indígenas americanos— contra el Hombre Blanco por haberle llevado el aguardiente”. Eliminó los paquetes de tabaco de las ‘cestas de Navidad’ que se enviaban a los soldados y fueron sustituidos por caramelos. Incluso sopesó la posibilidad de que, en el futuro, todos los cigarrillos fabricados en Alemania carecieran de nicotina.

¿Y qué era un pedorro...?

Hitler era vegetariano. Desde joven tuvo problemas de digestión, espasmos periódicos y “excesivas ventosidades y sudores incontrolables. Al reducir el consumo de carne se dio cuenta de que no sudaba tanto y no manchaba su ropa interior. También estaba convencido de que al comer verduras sus flatulencias no olían tan mal.

Su bigote.

El corte cuadrado, a cepillo, que ha quedado como el gran símbolo de su persona, no siempre fue así. A principios de los años 20, Hitler gastaba un gran mostacho, típico de la época. Alexander Frey, contaba cómo le instó a que se recortara su bigotazo para poder colocarse bien la máscara antigás.

Ya con su bigote característico, el secretario de prensa nazi, Dr. Sedgwick, intentó convencer a Hitler en 1923 para que tomara una de estas dos medidas: afeitarlo del todo. Sencillamente, porque no estaba de moda. Hitler le respondió: “No te preocupes por mi bigote. Si no está a la moda ahora, lo estará luego porque yo lo uso”.

Desnudo… ni en pintura

Nunca permitió que alguien lo viese desnudo. Ese alguien también incluía a los médicos

Le intentaron matar muchas veces

El 20 de julio de 1944, un año antes del final de la II Guerra Mundial, el conde de Stauffenberg colocó un maletín con una bomba activada bajo la mesa donde Hitler tenía previsto reunirse con su Estado Mayor en su cuartel general de Prusia Oriental, en Ketrzyns (actual Polonia). Fue la conocida como 'Operación Valkiria', novelada y llevada a la gran pantalla.

Cuatro de las 24 personas que se encontraban en la sala cuando explotó el maletín murieron, pero Hitler solo sufrió heridas leves por una cuestión de pura suerte: uno de los asistentes empujó con el pie el maletín letal antes de la detonación.

Nunca se ha sabido el número exacto de intentos de matar a Hitler (sería imposible) pero sí existe un consenso generalizado en que no hubo menos de 42 tentativas. Ninguna, prosperó.

Y solamente un disparo suyo y una cápsula de cianuro acabaron con su vida.

El suicidio de Hitler estuvo milimétricamente planeado. Con el aliento de las tropas rusas en el cogote, sabiéndose derrotado, el 30 de abril de 1945 Hitler se despidió de la cúpula militar y del partido nazi que se encontraba a su lado en su búnker de la Cancillería. Agradeció el trabajo a su personal de servicio y se encerró en la habitación junto a su mujer, Eva Braun, con la que se había casado el día anterior. Heinz Linge, jefe de personal del führer, contó cómo al poco tiempo se escuchó un disparo. Esperaron 15 minutos y después abrieron la puerta. Hitler se había pegado un tiro en la cabeza y se había tomado una cápsula de cianuro. El veneno fue más que suficiente para acabar con la vida de Eva. Dos veces había ingerido mínimas dosis para llamar la atención de su amado.

Linge siguió las instrucciones precisas dadas por el dictador. Junto a otros oficiales recogieron los cadáveres y los echaron en una zanja provocada por la caída de un obús junto a la entrada del búnker.

Un trozo de historia nos recuerda que mirar al pasado puede hacer que conozcamos mejor el presente.

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