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Adela Villoria resalta las peculiaridades del pueblo de Lumbrales en el pregón de las fiestas del 2023
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FIESTAS PATRONALES

Adela Villoria resalta las peculiaridades del pueblo de Lumbrales en el pregón de las fiestas del 2023

Actualizado 11/08/2023 09:34
Ester Corredera

La pregonera, médica y escritora, y el Coro Popular de Lumbrales abren oficialmente las Fiestas Patronales de Lumbrales del 2023

La lumbralense Adela Villoria Sánchez, médica y escritora, "la muchacha pequeña de Agustín y Martina", el ebanista y artesano y su esposa, una entrañable pareja, que no pudieron acudir a escuchar a su hija por motivos de salud, pronunció anoche el Pregón de las Fiestas Patronales de Lumbrales del 2023. El alcalde, Manuel Santos, fue el encargado de presentar a la pregonera, que, por su parte, agradeció la invitación del Consistorio a pronunciar el pregón "una invitación así no puede rechazarse por mucha timidez que una cargue sobre su espalda o por grande que sea el miedo a defraudar" afirmó Adela Villoria.

La pregonera inició su intervención aludiendo al segundo premio nacional del Concurso de Redacción que organizaban Coca-cola y El Adelanto, premio que ganó a los 14 años, con el escrito litulado 'Mi pueblo y su paisaje'.

Su pueblo, Lumbrales, centró el pregón, con recuerdos vividos durante la infancia, con un análisis de las peculiaridades de Lumbrales "un pueblo que fue siempre importante porque siempre fue distinto: aquí teníamos Colegio e Instituto... a mi modo de ver lo realmente importante para un pueblo es la posibilidad de formarse.".

"Cuando alguién te pregunta de dónde eres, siempre hay un listillo que te suelta lo de 'De Lumbrales, ni los aires'. No conocen Lumbrales, no conocen a la gente que lucha cada día por mantener, contra viento y marea, los negocios del pueblo" afirmó Adela Villoria.

Fializada su intervención, la pregonera recibió un ramo de flores por parte del Alcalde y dos ediles del equipo gobierno y el aplauso del público que practicamente llenaba el centro cultural de la villa.

Respecto a su trayectoría como escritora, Adela Villoria es autora de dos libros de relatos cortos, 'Con los pies en el suelo' y 'El corazón y la palabra', ediciones que presentó en Lumbrales el pasado lunes.

Actuación del Coro de Lumbrales

El acto de apertura oficial de las Fiestas de Lumbrales del 2023 contó también con la actuación del Coro Popular de Lumbrales, que bajo la dirección de Ángel Miguel interpretaron canciones populares, habaneras, y otras tipicas composiciones musicales.

El Coro popular 'Villa de Lumbrales' fue fundado en 1981 por la Asociación Amigos de Lumbrales, y su primera actuación se remonta a febrero de 1983. Desde sus inicios se ensayaron canciones populares que se cantaban en bares, bodas y noches de ronda y muchos villancicos, que se recopilaron en un libro. Desde el año 2011, este coro está dirigido por Ángel Miguel García, músico y organista de la iglesia parroquial de Lumbrales.

En los últimos años esta agrupación coral ha tenido un importante impulso con la incorporación de lumbralenses de mediana edad, residentes en el municipio, una treintena de hombres y mujeres aficionados al cante.

Primeras actividades de las fiestas

El Pregón abrió anoche oficialmente las fiesta patronales de Lumbrales del 2023. No obstante el programa de fiestas, elaborado por el Ayuntamiento, viene ofreciendo distintas actividades culturales, deportivas y lúdicas desde el día 1 de agosto. A las actuaciones de música tradicional, teatro, cine del progrma de las 'Noches de Cultura', se sumaron el XVI Festival de Folclore de Lumbrales, la actuación del grupo Fuentelera Teatro, el Torneo de fútbol sala -que ganó un equipo de Lumbrales- el concierto del grupo 'How are blues' -del que forman parte dos lumbralenses- y el concierto de órgano con gaita y tamboril.

Para esta tarde está programada la final del V Campeonato de Frontenis y una cata de vinos y vermuts con cena maridaje, amenizada con música en vivo, en el patio de la casa de los Condes.

Pregón Fiestas Patronales 2023. Lumbrales

Buenas tardes.

Como no podría ser de otra manera, quiero agradecer al Ayuntamiento la invitación que me ha hecho para dar este año el Pregón de las fiestas. Está claro que una invitación así no puede rechazarse, por mucha timidez que una cargue sobre su espalda o por grande que sea el miedo a defraudar. Y, por supuesto, gracias a todos los presentes por la voluntad, en positivo, de venir a escucharlo.

Cuando, con 14 años, gané el concurso de redacción que organizaban Coca Cola y el periódico “El Adelanto” el tema del ejercicio era “Mi pueblo y su paisaje”.

Si me permitís un inciso, sería bueno preguntarse por qué un producto que podríamos etiquetar como “poco” beneficioso para la salud ,como es la Coca Cola, persiste, con indudable éxito, desde hace más de 130 años -se dice pronto-, y un producto “de cultura” como es un periódico, se va al garete...

Bien, volviendo al ejercicio de redacción, está claro que hay muchísimos pueblos en toda España con un paisaje más bonito que el nuestro, pero creo que gané el segundo Premio nacional porque, lo que hice fue mostrar la huella que ese paisaje dejaba en nosotros. La dureza de la vida en los pueblos, sobre todo hace 50 años, nos marca, diría yo, para bien y para siempre.

Así, recuerdo, cuando era niña, ir a las escuelas, al lado de mi casa, con mi baby y mi cartera, salir al patio a media mañana y beber un vaso de leche en polvo que preparaba la señora Josefa en un perol. Y recuerdo que, algunas veces, mi hermana tenía que llevarme a casa porque me había hecho pis en clase, y la llamaban a ella y casi me llevaba en volandas de la vergüenza que le daba.

Recuerdo, de muy pequeña, pasar horas enteras en la panadería de “Luis y la Angelines”, sentada en una sillita, en el único sitio donde el brazo de la pala no llegaba cuando Luis maniobraba con él ya en el horno, y luego, me llevaba para casa un bollo con forma de paloma que ellos hacían para mí, y las cortezas que se desprendían de los panes cuando se cocían pegados unos a otros, y que me guardaban, religiosamente, en una caja de levadura.

Recuerdo entrar en el taller de mi padre y respirar hondo para llenarme del olor del serrín, y jugar con los tirabuzones que hacían las virutas al salir de la cepilladora, o verle barnizar con muñeca, siempre ese movimiento hipnótico, y el olor a barniz. Y, también, ir al Horno y a Valdeperijo, a ayudar a mi madre a traer el barreño de zinc con la ropa que acababa de lavar o ir con mi hermana al Banco (el Hispano Americano, entonces), para ayudarla a limpiar y así acabar antes.

En aquel tiempo, cuando era una cría, iba al caño de la biblioteca a por agua, porque, en verano, había escasez y no nos llegaba a casa. Yo aprovechaba el rato que tardaba en llenarse la cántara o la garrafa de plástico para mirar, extasiada, las ondas del agua y los caracoles aferrados al verdín de las paredes y arrancaba algunos para ver cómo se replegaban dentro de la Concha. Ahora el agua, por otros motivos, llega en cisterna, pero ya no es lo mismo.

Este pueblo, fue siempre importante, porque siempre fue distinto. Aquí teníamos Colegio e Instituto. Los bares, las tiendas y los bancos siempre han sido voz y parte de la prosperidad, pero, a mi modo de ver, lo realmente importante para un pueblo es la posibilidad de formarse, de apuntalar las bases para generaciones enteras.

Poder estudiar en el pueblo hizo de lumbrales un pueblo de emigrantes, sí, de gente que se ha ido repartiendo por toda España e, incluso, se han asentado fuera del país. Das una patada en el sitio más recóndito y siempre aparece alguien del pueblo: maestros, periodistas, obreros, profesores, médicos, enfermeros, físicos, investigadores, artistas, ingenieros, taxistas… lo que queráis pedir.

La mayoría de nosotros nos fuimos de aquí, pero nunca nos fuimos del todo.

Cuando te vas del lugar donde están tus raíces, echas raíces nuevas en el sitio donde vives y trabajas, pero las primeras, como las vides viejas, se retuercen y se anudan a tu memoria y resisten siempre el paso de los años.

Mientras vives fuera y siguen aquí tus padres vuelves al pueblo, sobre todo, porque vuelves a ellos. Irías allí donde quiera que estuvieran. Pero llega un momento en el que nada queda para desear volver, salvo el pueblo mismo. Vuelves porque sientes la necesidad de reconocerte en esas raíces, y te das cuenta de que tú estuviste, quizás, muy lejos, pero el pueblo estuvo siempre muy cerca de ti.

Cuando alguien te pregunta de dónde eres, enseguida hay algún listillo que te suelta lo de “De Lumbrales, ni los aires”. No conocen Lumbrales; no conocen a la gente que lucha cada día por mantener, contra viento y marea, los negocios del pueblo en la España vaciada, la que tiene iniciativas culturales con pocas o ninguna ayuda de las Instituciones, la que mira a Portugal porque la raya no es una frontera sino una oportunidad, la que abre las puertas, en fiestas o no, a todo el que aquí llega.

Estoy segura de que ese listillo, sí supiera de todo esto, rectificaría su sentencia para decir “De Lumbrales, hasta el aire”.

Gracias, Lumbrales. Disfrutad desde la cordura todo lo que podáis.

Adela Villoria