, 05 de mayo de 2024
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Respeto a la adolescencia
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Respeto a la adolescencia

Actualizado 09/08/2023 07:52
Antonio Matilla

Dos noticias me han impactado especialmente en medio del ferragosto, o ferrogiuglio, destacándose sobre la calor de este verano de sequía:

1) La jueza de la Audiencia nacional, Dª María Tardón, ha enviado a prisión a dos hombres detenidos recientemente en Benavente, Zamora, y en Cullera, Valencia, por “adoctrinamiento yihadista a jóvenes y menores de forma “masiva”. Se trataba de captar a adolescentes vulnerables, principalmente de origen marroquí, residentes en España y con escasa capacidad de entender la propaganda radical en árabe. El seguimiento y la detención de ambos individuos, se supone que adultos, se ha llevado a cabo por la acción conjunta de la Guardia Civil y la Dirección General de la Vigilancia del Territorio, de Marruecos (DGST). Según estudios llevados a cabo hace unos ocho años por el experto D. Álvaro Vicente, del programa de Terrorismo Global del Instituto Elcano, la captación de menores está en el manual del yihadismo, pues “a los 16 años son pequeños para la Ley, pero en la sharía son grandes”. En esta captación intervienen familiares directos, pero también amigos, profesores, líderes espirituales y cualquier persona del entorno de los adolescentes con la que puedan desarrollar un vínculo afectivo y de confianza.

2) Con respecto a la segunda noticia tengo referencias contradictorias: por una parte me ha parecido oír, en la radio o en la tele, que la edad media de los jóvenes participantes en la Jornada Mundial de la Juventud recientemente celebrada en Lisboa ha bajado mucho desde la JMJ celebrada en Cuatro Vientos, en Madrid; pero por otra, un estudio elaborado por GAD3 con una base muy amplia, con la esperanza de que hayan tenido mejor acierto que en las Elecciones Generales del pasado 23 J, postula lo contrario: que la edad media ha subido mucho, aunque casi las dos terceras partes de participantes lo hayan hecho en Lisboa por primera vez. Sea como fuere, y aunque haya habido muchos participantes adolescentes, parece lo cierto que la mayoría han sido jóvenes o adultos jóvenes, que para eso han sido y son Jornadas Mundiales de la JUVENTUD.

De las dos noticias o conjunto de noticias que se derivan de los dos puntos anteriores, saco una conclusión provisional: Hemos de tener respeto a la adolescencia. Suele decirse, de manera un tanto frívola y acrítica, que la adolescencia empieza a los doce años, de todo lo cual puedo dar fe por la cantidad de amigos y conocidos con hijos y nietos de esa edad, y que se prolonga hasta a veces más allá de los treinta (la ONU sitúa la adolescencia entre los 15 y los 24 años; el Consejo de la Juventud de España entre los 15 y los 29 y los vendedores ideológicos del crecepelo para calvos de la juventud permanente la alargan hasta los 35, o hasta que los “jóvenes” quieren y pueden emanciparse del hogar materno.

¿Y por qué hemos de tener respeto a la adolescencia? Desde luego, porque en ella se pueden tomar decisiones que condicionan toda la vida. Un par de ejemplos o tres: cuando mi generación cumplía los 13 años de edad, nos veíamos abocados a decidir si empezábamos a trabajar o empezábamos a estudiar en serio; tengo para mí que ese límite es artificial hoy en día en muchos países y sociedades, porque los niños siguen empezando a trabajar en la economía familiar o en la esclavitud laboral encubierta; en nuestro entorno cultural, en determinados grupos étnicos, me temo que la costumbre sigue imponiendo el matrimonio –o la pareja de hecho- antes , mucho antes, de la mayoría de edad legal, rotas además las estructuras sociales y familiares tradicionales por los nuevos patronos o patriarcas que controlan los tráficos ilegales de la economía sumergida y de los grandes negocios fraudulentos de la trata de personas y de sustancias.

Una excrecencia de las revoluciones sexuales, políticas y juveniles de la segunda mitad del Siglo XX (“Mayo del 68”, por ejemplo) es el imperio de los iguales a la hora de configurar la mente, los sentimientos y los afectos de los adolescentes. Los amigos, las pandillas, siempre han sido importantes en estos menesteres pedagógicos, pero tienen grave riesgo de manipulación de las conciencias adolescentes, amenazadas ahora por hordas de influencers y por ingenierías sociales impuestas mediante la propaganda política, bendecida legalmente muchas veces por el BOE, que a veces parece la “nueva Biblia” de lo políticamente correcto. Véanse si no los videos postparto de Cristina Pedroche o las Urgencias de los hospitales presionadas por falsos casos de SIBO (enfermedades bacterianas del intestino delgado).

Y, entonces ¿qué? ¿están siendo manipulados los adolescentes por experiencias pseudorreligiosas fanatizadas –adolescentes españoles captados por el DAESH- o por las ingenierías sociales de la elección puramente subjetiva del “género”, de la banalización del sexo y del aborto, del cambio climático y del animalismo exacerbado –protección universal del lobo, por ejemplo, y derechos personales de los animales- sin tener en cuenta a los que más saben de esas cosas, la gente del campo, los agricultores y ganaderos?

Y antes de concluir provisionalmente: ¿Estamos haciendo todo lo posible para defender a los adolescentes y a los jóvenes de los depredadores sexuales que siempre les han amenazado y siguen amenazándoles? Yo sólo escribo de lo que me interesa: si los abusos sexuales en la Iglesia, aunque sean una ínfima parte de los cometidos en toda la sociedad, han sido tantos, ¿de qué número estaríamos hablando si intentáramos y pudiéramos contabilizar todos los que se han producido en los ámbitos familiar, escolar, deportivo, de las bandas juveniles, …?

Dígase todo lo anterior para que nadie me acuse de ser un ingenuo por lo que ahora voy a decir: la experiencia de la última Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa me lleva a ser optimista. Aun contando con los defectos de la Sociedad, del sistema educativo, de las iniciativas deportivas, de los movimientos educativos de juventud en el Tiempo Libre, de las familias y de la Iglesia; aun contando con los pecados de las personas responsables de los ámbitos anteriores, que para reconocerlos hace falta una mínima experiencia de conversión personal y comunitaria.

Digo: aun contando con toda la negatividad y con todo el Mal, que existir existe, nuestros adolescentes están teniendo suficientes influencias positivas como para poder elegir bien su camino en la vida y para que, por lo tanto, podamos ser razonablemente optimistas. Sí, porque los padres siguen “combatiendo” con sus hijos adolescentes, no contra ellos. Los profesores, en la privada, en la concertada o en la mía, la pública, a pesar de la sobrecarga burocrática inmisericorde, siguen con vocación en su tarea. Los catequistas, los monitores y los curas, solicitado anualmente el certificado de ausencia de delitos sexuales, siguen asistiendo y acompañando su crecimiento, sin invadir el tesoro de la libertad. Y los propios adolescentes, apoyados en sus amigos, no se tragan todo lo primero que aparece, sino que saben elegirlo muy bien, a veces con ensayo-error. En esta lucha por conseguir su identidad y construir un proyecto vital el éxito no está garantizado, pero los cerebros de los adolescentes son todavía plásticos y pueden adaptarse mejor que los nuestros, los de los carrozas. Con esos mimbres creo que puede hacerse un buen cesto.

Y a mí, carroza creyente y experto en vida –es inevitable y consecuencia del DNI y de haber nacido pronto- me toca orar insistentemente por ellos, mientras intento acompañarles, porque la oración verdadera es condición necesaria de la libertad, para que el encuentro personal con Jesucristo, en el caso de los adolescentes católicos, tenga lugar en la libertad del corazón, allí donde lo que es invisible a los ojos, brilla por su misteriosa presencia, como un proyecto de libertad, autenticidad y sentido. Dios nunca se impone. Se propone con fuerza y promesa de humanidad cuajada, en construcción permanente (“Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” cf. Mt 5, 48)

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