Cuando te sientas feliz, mira al fondo de tu corazón, y verás que lo mismo que te dio dolor, te está dando alegría. Cuando te sientas triste, mira otra vez dentro de tu corazón, y verás que en verdad estás llorando por aquello que te había dado placer.
KAHLIL GIBRAN
Hazles comprender que no tienen en el mundo otro deber que la alegría
PAUL CLAUDEL
La vida es una auténtica noria emocional, tenemos momentos de tristeza y sufrimiento, pero también grandes momentos para la alegría. Todos ansiamos tener ilusiones y proyectos, ser felices. El arte de la búsqueda de la alegría comienza apreciando las realidades cotidianas de la vida. Basta con detenerse un momento para ver las cosas maravillosas de nuestra cotidianidad que nos hacen felices. Es cierto que la felicidad es subjetiva y que podemos mirar y valorar las cosas con diferentes perspectivas. También vivimos momentos de fuertes cambios y transformación con lo que no siempre necesitamos las mismas cosas, pero todos necesitamos de la alegría para desarrollarnos plenamente.
Es tan importante en el ser humano, que tenemos un Día Mundial para la Alegría que sirve para reflexionar sobre la importancia de tener presente ese sentimiento en cada momento de la vida y su poder transformador. Se celebra cada año el 1 de agosto, momento que coincide con las vacaciones de muchas personas, tiempo para descansar y disfrutar de los buenos momentos que la vida nos ofrece. Ese sentimiento de plenitud y de bienestar no solo es necesario para la vida física y mental, es una de las grandes aspiraciones del ser humano.
En el ámbito de la psicología, es una de las emociones básicas de la persona. Pero es una de las emociones más sanas, ya que con la alegría el cuerpo se abre y nos permite soltar las angustias, ansiedades y miedos que guardamos en nuestro interior. La alegría se nota en el rostro, sobre todo, en la risa y la sonrisa, que nos ayuda a desdramatizar los acontecimientos de nuestra vida y a liberar todas las tensiones que vamos acumulando. Aristóteles nos recordaba que la risa es “un ejercicio corporal valioso para la salud”. Nos hace más vitales y nos ayuda a quitar las arrugas del alma. Decía Mark Twain: “Nada se resiste a un ataque de risa”.
Todos conocemos a muchas personas cansadas de la vida, abatidos y tristes, ya no son capaces de otorgar sonrisas. En esos casos nosotros podemos prestarle la nuestra, no hay nadie que más la necesite que aquellos que ya no tienen sonrisas que ofrecer. El humor es un medio para descargar la frustración, el sentimiento de impotencia y rabia, afliciones ligadas al dolor, sufrimientos y contrariedades vividas. La risa y la alegría siempre nos ofrece una energía liberadora, nos rejuvenece, nos hace más bellos, facilita las ganas de vivir y de compartir con los demás.
Comentan los pensadores que el tiempo de la alegría es muy diferente al de la tristeza. Los griegos hablan de kronos y kairós: de tiempo objetivo y de tiempo subjetivo. Kronos es el tiempo del reloj; kairós, es el tiempo oportuno, es el tiempo emocional que depende no del exterior sino del estado anímico de la persona. En la tristeza el reloj se detiene, pero en la alegría el tiempo vuela ligero. En ésta, vivimos el presente; en la tristeza el pasado, alargándose el tiempo y rememorando los sufrimientos. En la alegría exprimimos el tiempo presente y nos da alas para realizar nuevos proyectos en la vida, en el trabajo, en el ocio. Cuando uno está alegre entra en el tiempo sin tiempo, el mundo se para y la felicidad nos acaricia en un tiempo detenido.
Posiblemente la alegría y la felicidad dependen de nuestro estado de ánimo que de las circunstancias en las que vivimos. Está unida a la ecología del amor y a un estado de paz interior. El silencio y los momentos de soledad dedicados a nosotros mismos, a escuchar nuestra voz interior, son oportunidades para cultivar esa pasión, para crecer y aprender. Antoine de Saint-Exupéry sostenía que “si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”. El poder de la alegría nos ayuda a compartir con los demás, a cultivar la amistad y el amor, construyendo un mundo mejor. Séneca nos recordaba: “La vida feliz es aquella que está conforme a la Naturaleza y orientada a la práctica del bien”.
Con todo, estamos obligados a inventar la risa cada día y así poder celebrar la vida. La alegría siempre viene desnuda, no necesita elaboración, va acompañada de la sonrisa y de la risa. Lo traspasa todo, tu cuerpo, tu alma, el mundo, la naturaleza, la vida. La alegría siempre oxigena nuestra existencia. No perdamos la alegría de pasear por el campo, de una puesta de sol, de leer un libro, ver esa película que te gusta, la buena música, un abrazo sincero, de ser mejores, de compartir con los amigos.
El edificio de la felicidad se construye con los pequeños ladrillos de esos momentos que nos ofrece la vida y que nos hacen sentir bien, con nosotros y con los demás. No nos pase lo que nos decía Pearl S. Buck, que nos perdamos las pequeñas alegrías mientras esperamos la felicidad. Para terminar, quiero recordar aquellas palabras de San Agustín: Para ir adonde no se sabe, hay que ir por donde no se sabe. Más allá de nuestras pequeñas emociones, siempre será necesario buscar el amor.
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