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¿Es realmente el PP un partido de Estado?
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Desde la Code. Profesor de Derecho Penal de la Usal

¿Es realmente el PP un partido de Estado?

Actualizado 29/07/2023 09:49
Julio Fernández

Los resultados electorales del pasado domingo son susceptibles de múltiples interpretaciones, como es lógico. No obstante y, sea como fuere, creo que hay una sensación generalizada que considera que -dadas las expectativas generadas, los antecedentes de las elecciones municipales y autonómicas de hace dos meses y el espectacular esfuerzo realizado por los medios de comunicación afines a la derecha y la ultraderecha en satanizar al “Sanchismo” y considerarlo el causante de todos los males: hambres, pestes y mortandades, amén de ser el “germen de la ruptura de España y de la convivencia pacífica entre los ciudadanos”- los resultados han sido una sorpresa conforme a lo previsto por los sondeos de opinión y las encuestas publicadas (quizá éstas, teledirigidas interesadamente por los amigos de la derecha y la ultraderecha para generar un estado de opinión engañoso), salvo, curiosamente, las del CIS, las del tan denostado Tezanos, que, curiosamente y a pesar de las críticas, ha demostrado ser el más hábil e inteligente de todos.

En primer lugar, considero que los resultados han sido negativos para el PP porque esta formación no ha conseguido una mayoría suficiente para poder gobernar en solitario; es decir, no han obtenido la mayoría absoluta que demandaba Feijóo porque sabía que de no obtener mayoría absoluta no tendría los apoyos de otras formaciones políticas. El PP parece no ser consciente de esta situación y que cualquier líder político estaría francamente preocupado. ¿Por qué no tiene el PP más apoyos que los de la extrema derecha de Vox?

En segundo lugar, durante la campaña electoral Feijóo no ha sido claro, ha sido incoherente y contradictorio y lo ha pagado en las urnas. No se puede ocultar un posible pacto postelectoral con Vox y, a su vez, estar negociando con ellos en varias Comunidades Autónomas y cientos de ayuntamientos de España. En cambio, desde el otro lado, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz nunca ocultaron que querían gobernar juntos, en coalición y con transparencia. Ese es un factor esencial para el electorado, que genera confianza en el segundo caso e incertidumbre en el primero.

En tercer lugar, la derecha y la ultraderecha han vertido acusaciones intolerables –y lo siguen haciendo-, no sólo contra el gobierno y las fuerzas políticas que lo han sostenido, sino contra otras formaciones de izquierdas, nacionalistas e independentistas, lo que ha provocado rechazo y hastío. Es inhumano que muchos dirigentes del PP –sobre todo los cachorros de las Nuevas Generaciones- hayan basado la campaña electoral en eslóganes tan cobardes y ruines como el de “que te vote Txapote” o afirmaciones categóricas –sobre todo pronunciadas por Ayuso- de que ETA está en el gobierno y en sus instituciones. Soy de los que piensa que si el PP quiere ser alternativa seria de gobierno en España, tendrá que eliminar la radicalidad de sus mensajes y, con ellos, a los líderes políticos que, como hooligans enfervorecidos, los promueven y amparan. Estoy convencido que Ayuso, lejos de ser un activo –lo puede ser en Madrid en estos momentos- es todo lo contrario. ¿Cuántos adeptos tiene Ayuso en Euskadi y Cataluña? Cada día entiendo más los motivos por los que Casado y García Egea querían prescindir de la lideresa madrileña. No iban tan desencaminados como parecía entonces y algunos barones del PP lo saben, aunque, lógicamente, no se atreven a decirlo en público porque sus figuras políticas acabarían decapitadas al amanecer y sepultadas en fosas comunes.

Por su parte, considero que los resultados no han sido tan malos para el PSOE como se preveía. Y todo ello por muchas razones.

En primer lugar, porque un gobierno que ha gestionado los intereses colectivos como lo ha hecho en estos cuatro años -recuperación económica, subida espectacular del empleo, del PIB, subida de las pensiones, del SMI, potenciación de los ERTES en la pandemia, ayudas a sectores productivos, familias y trabajadores por las consecuencias negativas de la elevada inflación derivada, fundamentalmente por la guerra de Ucrania- debe tener su reconocimiento y los ciudadanos lo saben. Además de los logros económicos, los derechos individuales y sociales de la ciudadanía se han visto incrementados y todo ello en un ambiente tremendamente negativo: una pandemia sin precedentes en los últimos cien años en la que han fallecido cientos de miles de personas en todo el planeta.

En segundo lugar, porque las políticas del Ejecutivo han servido para mejorar notablemente la convivencia en Cataluña, que estaba prácticamente incendiada y en pie de guerra como consecuencia de la declaración unilateral de independencia, a la que se llegó por la incapacidad de gestionar los problemas territoriales por parte del gobierno del PP de M. Rajoy.

Está claro que si no hubiera habido tanta manipulación de la información, tanta intoxicación, engaño y odio por parte de la derecha política y mediática, el PSOE no sólo hubiera ganado las elecciones, sino que hubiera obtenido una holgada mayoría, por no decir, que absoluta e incluso cualificada como la obtenida en 1982 por Felipe González.

Para finalizar, y llevando la cuestión electoral española al silogismo como método filosófico por el cual se realiza un razonamiento deductivo, si consideramos que un “partido de Estado” y como premisa mayor o universal, es aquél que habla, negocia, pacta y llega a acuerdos con los diferentes para conseguir el bien común de todos los ciudadanos y como premisa menor diríamos que el PP es un partido, sí, pero no sabe hablar, negociar, pactar y llegar a acuerdos con los diferentes -a los que, por cierto, desprecia, vitupera e insulta constantemente- . En consecuencia, a la conclusión a la que llegamos es que el PP, desde estas premisas, no es un partido de Estado.

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