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Loa a la tierra
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Loa a la tierra

Actualizado 26/07/2023 12:23
Juan Antonio Mateos Pérez

En el jardín descanso de las fatigas de la vida.

BYUNG-CHUL HAN

..la tierra, que hoy lamentablemente está expuesta a una explotación total. Está siendo deteriorada a fondo. Deberíamos volver a aprender a asombrarnos de la tierra, de su belleza y singularidad.

BYUNG-CHUL HAN

Todos tenemos experiencias del tiempo y del espacio, sabemos que constituyen el soporte indispensable de la naturaleza, la humanidad y el universo entero. Una realidad tan inabarcable como el propio pensamiento, pero podemos manejarla cuando la repensamos como un jardín. Desde los jardines colgantes de Babilonia, pasando por los jardines de Felipe II, a los huertos urbanos de nuestro mundo actual, el jardín ha sido un reflejo de la sociedad, posiblemente uno de los medios más sofisticados de expresión cultural.

Loa a la tierra, es una de las últimas obras del afamado pensador Byung-Chul Han, en la que pasa del análisis de la sociedad a su intimidad. Nos habla de una manera diferente, donde en su dedicación espiritual hacia el jardín quiere aliviar esa parte crítica contra la sociedad en la que vivimos. El trabajo en el jardín quiere ser para el pensador una meditación desde el silencio y un acercamiento y respeto hacia la tierra. El arte de la jardinería nos acerca a la tierra, a nuestras raíces, a todo aquello que parece que el ser humano ha olvidado. El jardín y el contacto con la tierra abren en el pensador ese deseo metafísico de una vida imperecedera, una apertura a Dios y su propia fe.

Así como el jardinero o el hortelano se deleitan en sus plantas y cultivos, el pensador va desvelando su pensamiento, no como un discurso o argumento, sino gozando de la tierra y de la reflexión. En esta obra, aborda temas como el espacio o el tiempo, la política, la contemplación, pero, sobre todo, la naturaleza venidera, como una invitación a cambiar de dirección buscando el lugar originario de la vida y de la existencia. Su obra quiere ser una plegaria a la naturaleza, a la contemplación frente al trabajo o el rendimiento. El cuidado de la naturaleza, para el pensador, está emparentado con lo bello, con la belleza de la tierra, ya que hemos dejado de verla y oírla.

Nos recordaba Cicerón, el que tiene un jardín y una biblioteca lo tiene todo. Vivimos en un tiempo que es necesario redefinir lo verdaderamente necesario, aquello que nos permite florecer como individuos y como sociedad. El jardín es el símbolo viviente del conocimiento, de saborearlo, de aplicarlo. Es el lugar donde la belleza se revela como morada, como ética. El jardín es uno de los pocos símbolos sagrados que perduran en un mundo profundamente secularizado y consumista. Podemos ver el planeta como un espacio de consumo y explotación, pero también, como el jardinero, un espacio para ejercer la paciencia y el cuidado. El respeto por la tierra está desapareciendo y la estamos convirtiendo en una posesión egoísta.

Comenta Byung-Chul Han, que desde el jardín se percibe el tiempo de forma dilatada y transcurre lentamente. El tiempo del jardín es el tiempo de lo distinto. Cada planta tiene su propio tiempo, muy distinto al del ser humano que se ha vuelto pobre y atemporal. El pensador confiesa que el jardín lo ha llenado de tiempo y de ser. El jardín te permite enriquecer el tiempo, la paciencia necesaria para no delimitarlo y poseerlo. Por ello, el jardín es un lugar de amor y contemplación. La mirada amorosa redime a la flor de su carencia ontológica, así, puede ser un lugar de redención. El jardín, le ha devuelto una devoción piadosa y la convicción de que la tierra es una creación divina.

La digitalización del mundo supone una subjetivación de la existencia. Redescubrimos la tierra con nuestra propia retina y eso nos hace que no podamos ver lo distinto. Lo digital y numérico, desmitifica el mundo y lo priva de poesía, lo arrebata de todo misterio y lo transforma en algo banal. Sería necesario devolver al mundo su poesía y romanticismo, devolverle la dignidad de lo misterioso, lo bello y lo sublime. Hemos perdido toda sensibilidad para la tierra, solo la concebimos como una fuente de recursos, es necesario devolverle su esencia y cultivar el cuidado.

Una obra que quiere recuperar el sentido del silencio, de la escucha, del cuidado. En el cuidado del jardín se crea silencio, se está a la escucha, ya que todo el ser enmudece y se despliega la meditación. La tierra es nuestro espacio de resonancia que nos llena de felicidad, en el jardín recobramos la realidad perdida. Regresar a la tierra significa, por tanto, regresar a la dicha. La tierra es fuente de dicha. La vida del hombre parece estar ligada a la presencia de un huerto o de un jardín. Este jardín, paraíso imaginado, este vergel que llevamos dentro y que proyectamos a veces como un ideal, tiene su vegetación peculiar. Una obra estimulante y hermosa que nos interpela. Un libro para leer y meditar en el silencio.

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