Ocupar la Plaza

Indudablemente la Plaza Mayor, como cualquier espacio urbano señero de una ciudad, es el lugar de encuentro por antonomasia, cobijando actividades muy diversas incluidas culturales o de esparcimiento ciudadano. Esto sucede tras la construcción de la Cerca Nueva en el siglo XII, al ampliar el territorio albergado en su interior mueve el centro de gravedad ms allá del límite norte de la anterior Salamanca. Aunque su origen esencial es de Mercado inevitablemente se convierta en un potente escaparate, moldeado por el paso del tiempo hasta llegar a la magnificencia de la que gozamos hoy en día.

Cada momento de la historia tiene sus actividades ciudadanas, en los últimos tiempos estas prolongan la ocupación temporal de la Plaza, siendo seguramente las Ferias de Libros el mejor ejemplo. El más exagerado una pretérita actividad filatélica. Las Fiestas patronales también precisan elementos provisionales, distorsionando transitoriamente el bello salón principal salmantino. Y la lista de motivos por los que se ocupa temporalmente la Plaza Mayor es muy largo y diverso. También los argumentos en contra de lejanos Ayuntamientos, alguno histriónico en exceso, de quienes ahora gobiernan.

Últimamente hay una notable y curiosa actividad de quita y pon de escenarios delante del Ayuntamiento. Tradicionalmente, y salvo alguna ocasión, estos se colocan tapándolo. Desde hace años son meras estructuras metálicas sin más, comedidas en muchas ocasiones. Pero las exigencias de los grandes conciertos literalmente ocultan esa parte tan noble y representativa a la vez, con poca gracia. Y no vamos a mencionar el efecto del alto nivel de ruido. Las actividades feriales suelen instalar “edificios” en el centro, perturbando la vista de conjunto del monumento.

Por esos motivos, desde hace décadas, existe un debate en la sociedad salmantina de diversa intensidad según el momento. Quizás los saraos “universitarios” con resabio navideño sean los más polémicos. Discusión nunca cerrada, ni siquiera ordenada con el ánimo de encontrar un consenso. entre esa inevitable función de escenario del ágora salmantino y su preservación como elemento fundamental de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Sin olvidar su irrebatible atractivo para atraer turismo, actividad económica básica. Desde luego mi propósito no es prohibir cualquier manifestación en la Plaza Mayor, sería hurtar su razón de ser, pero va siendo momento de decidir y regular.

La Plaza de los Bandos, incompresiblemente abandonada desde hace décadas, también es escenario de actividades, especialmente relacionadas con la artesanía. Tal vez su ¿próxima? reforma podría tenerlo en cuenta. Sin olvidar la donación de sangre u otras diligencias médicas o comerciales varias, que quizás habrían de encontrar un lugar más apropiado. También la Plaza de Anaya se suma al elenco de lugares con ocupación temporal, afectando a las vistas y atmósfera de tan atractiva plaza y la Catedral. La Plaza de la Concordia completa la lista de lugares habituales, con un sentido más local.

Desde luego no está mal dar vida a calles y plazas, si bien insisto en la necesidad de buscar una solución ordenada, consensuando el mayor número de intereses posibles, permitiendo conciliarlos con la instalación (aunque sea temporal) de estructuras, evitando la desmesura en lugares no concebidos para ello. Por supuesto la ciudad es de quienes habitamos en ella, pero su atractivo atrae un creciente número de visitantes, con los recursos que eso nos deja. Necesitamos cerrar este debate de una vez desde una amplia participación ciudadana. Por supuesto “los de siempre” tienen derecho a opinar, pero también el resto de habitantes.

^{Ese armario eternamente provisional, ¿no puede tener una solución más definitiva y menos cutre?}