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Voto en blanco... y negro: ¡Unionistas!
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Voto en blanco... y negro: ¡Unionistas!

Actualizado 20/07/2023 07:51
Tomás González Blázquez

"González Blázquez, Tomás". Regla y rotulador amarillo fluorescente. "Sólo Congreso". Devolución de DNI. "Vota". Sonrisa y mutis por el foro.

La llamada fiesta de la democracia, fiesta móvil e imprevisible porque la comisión de festejos no se ciñe ni al calendario, se ha colado entre los ritos de cada verano. Uno de los míos es compartir en esta calle la renovación anual del carnet de socio de Unionistas de Salamanca C.F., que formalizaré cuando se tercie D.m. Mi carnet. Mi opción. Mi modesta afición. Mi intrascendente reflexión. Mi particular forma de vivir un entretenimiento que se inscribe dentro de mi ocio en familia: ir al fútbol; de consolidar un compromiso asociativo libremente asumido, con un nivel de participación medio, del montón, pues no dispongo de tiempo para mucho: ser socio de un club de fútbol popular; y de cuidar la relación con las emociones de mi infancia y juventud, que se desahogaron con lágrimas el 18 de junio de 2013: seguir recordando a la Unión Deportiva Salamanca a través de un club fundado tras su desaparición para homenajearla. Quizá no está de más subrayar estas razones personales a la vista de las colectivizaciones y señalamientos, tan facilones, de trazo grueso, típicos de una contradictoria Salamanca que fomenta bandos mientras predica concordias. No hace mucho asomaban bajo las obsesivas y alargadísimas sombras de algunos cipreses, atareados ahora en cubrir el cuarto escaño, no sea que le dé el sol que no quieren.

Por todo eso, un verano más, como hago desde septiembre de 2013, voto en blanco y negro al apoyar el proyecto de Unionistas, que en la última liga logró permanecer con holgura en Primera RFEF (tercer nivel del fútbol español, entre los 82 mejores) e incluso clasificarse para la Copa del Rey. Dicen que contigo, sí, también contigo, aunque seas más del Madrid que lo que lo eras de la Unión, que nos conocemos bien en esta Salamanca tan poco lígrima, nos pasamos el juego. Contigo, que parece que te preocupas más del Barça o del Atleti, de la Champions, de la Premier o de la dichosa liga saudita, que de lo que ocurre cerca de tu casa. Contigo, dubitativo e indeciso que no terminas de dar mucho crédito a eso de que la Unión Deportiva Salamanca sigue jugando en el Helmántico, como afirma el Salamanca CF UDS que allí compite en Tercera RFEF (quinto escalón, entre los 496 mejores). Contigo que leíste algo sobre la fundación de un nuevo club en la ciudad hace unos meses y no has tenido noticias recientes. De ti, que no me conoces de nada pero a estas alturas de la columna ya me has llamado "sectario", "pistero" o "uniolisto" (porque siempre que escribo sobre "fútbol en Salamanca", ese concepto ideado para blanquear primero la negra desaparición de la UDS y utilizado luego para negarla, termino recibiendo comentarios anónimos e insultantes), espero que sigas leyendo, a ver si cambias S por D (¿Qué más os da UDS que SUD?, como dijo aquel bufanda en mano), y me indultas. Y contigo, que sí me conoces y apoyas al Salamanca CF UDS, no espero porque ya lo sé, conservaremos la rivalidad a salvo de tonterías, porque la amistad verdadera o la afinidad educada entre personas no hay gol postrero de Martín Galván que las perturbe.

El juego que propone Unionistas para su campaña de socios busca llenar las gradas. Como es natural. Como cualquier club por estas fechas. Yo solamente porto mi voz de mero aficionado, pero a mi juego también te invito y por eso me atrevo a pedirte un voto en blanco y negro como el mío. Te propongo, oferta irrechazable, buscar aparcamiento por La Vega o San José, siempre que me dejes hueco en mi sitio habitual, de cuyo nombre no quiero acordarme. Soportar con paciencia los pedregosos y escuetos accesos al estadio municipal Reina Sofía, impropios de una ciudad con equipo en Primera RFEF. Hacer un esfuerzo para la organización mental de las alineaciones si eres, como yo, de los que vinimos al mundo balompédico cuando se saltaba al campo como Dios manda, del 1 al 11. Pasar calor o frío, según la estación, y encajar alguna lluvia de hostigo o la húmeda sorpresa de algún díscolo aspersor, todo incluido en el precio. Indignarte con el protocolo de los cuartos de baño o con una tarjeta amarilla perdonada a su lateral derecho. Alegrarte con ese balón escondido, pensado y jugado por Carlos de la... (snif), bueno, o por quien sea, y con ese otro adivinado, cazado y despejado por Salva de la... (snif), o por quien haya de ser. Aguardar el minuto 23 y saber por qué no has cambiado tu voto, que no es cautivo sino fiel a lo que sientes y piensas, pero consciente de que hay tantos votos, tantas razones y tantas pasiones como aficionados a un deporte que no es más que eso, un juego que se pasa cada año, que en verano parte de cero, que te puede mandar del 82 al 496 y del 496 al 82 sin que la vida se acabe. Es algo que aprecias mejor desde que viste que tu equipo, con una afición muy escasa y sin apenas duelo en la ciudad, tuvo un triste final y ya dejó de jugar hace una década.

A esta nostalgia, que no se regodea en la melancolía sino que mira hacia adelante, obedece mi voto en blanco y negro. Haber ido a la Sindical y a Las Pistas, acudir al Reina, es mi modo de seguir yendo al Helmántico. Con mi padre, que de esta manera sigue yendo al Calvario. Con mi hijo, que se pasa el juego antes de que el árbitro ordene el saque inicial. Porque la añoro y así la sigo queriendo.

"Vota". Sonrisa y balón a rodar.

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