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Reinventar la solidaridad
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Reinventar la solidaridad

Actualizado 12/07/2023 07:55
Juan Antonio Mateos Pérez

El bien no es el mero soporte del valor, sino que la razón de ser del bien es la realidad misma en su condición estimada.

X. ZUBIRI

Reinventar la solidaridad significa no claudicar ante el persistente anuncio del naufragio de las utopías y resistir ante los intentos de domesticación de una solidaridad virtual que poco o nada incide en la realidad.

L. A. ARANGUREN

En pocos años estamos asistiendo a fuertes cambios globales con transformaciones profundas en todos los ámbitos de la existencia, para los cuales se han quedado cortos los modelos de intervención social que se elaboraron en otros contextos. Mientras que el planeta está herido, la globalización es imparable en todos los sentidos con sus beneficios y conflictos, con lo que la realidad en la que vivimos nos convoca y nos compromete.

Los conflictos que el mundo sufre, sobre todo la guerra de Ucrania, han puesto sobre el tapete social diferentes desafíos que están agravando la vida de los más necesitados: inflación, seguridad alimentaria, crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional. Muchos países de bajos ingresos se enfrentan a múltiples crisis: deuda, cambio climático y seguridad alimentaria. Como ya hemos comentado en otras entradas, no son los pobres los que causan la pobreza, sino los procesos económicos y sociales ineficaces, con modelos incapaces de evitar el desempleo y un trabajo de calidad.

La triada propuesta por la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, han materializado parte de los sueños de un mundo y una vida mejor para la humanidad. La conquista de la libertad ha dado paso a las diferentes democracias caracterizadas por la defensa de las libertades que se plasman en diversos Derechos Humanos, todavía no concluidos. La lucha del mundo obrero por la igualdad ha supuesto una severa corrección de un capitalismo sin corazón que ha llevado a la presencia de un Estado de Bienestar con derechos como la sanidad, educación, desempleo, etc.

De ellas es la fraternidad, hoy solidaridad la más molesta y cuestionada por muchos. La solidaridad va unida a la dignidad, todo lo humano no nos puede ser ajeno. Somos solidarios cuando no solo compartimos y comprendemos lo que les pasa a otros seres humanos, sino cuando realizamos acciones concretas por los demás y por nosotros mismos. La solidaridad se hace cuando formamos parte, junto a los demás, de la solución y prevención de diferentes problemas que nos son propios a los seres humanos.

La participación en la solución de lo humano deja mucho que desear, pasamos la pelota al Estado del Bienestar, fomentando un voluntariado provisional controlado por los poderes del propio Estado. Los técnicos en la ingeniería social, que son los expertos, tienen la voz cantante, donde la ciudadanía tendría poco o nada que decir.

Desde otras instancias, se ha promovido una participación cálida a través de instituciones intermedias, donde el voluntariado pueda desarrollarse como persona en un contexto donde prima lo productivo, con actuaciones individuales en detrimento de una participación organizada que genere cambios globales y estructurales. Con ello, queremos decir que la solidaridad está de moda, pero es una solidaridad blanda y no conflictiva políticamente, donde es difícil encontrar a individuos que piensen por sí mismos y que aboguen por soluciones de forma colectiva.

A todo ello, debemos añadir el peso de una realidad cultural y política que desborda, como el peso del límite del crecimiento económico, el pensamiento único, la sociedad postindustrial y postmoderna, el pensamiento líquido, etc. Como vemos, es difícil el paso de una solidaridad como espectáculo y moda pasajera, a una solidaridad como encuentro. En esta última no solo quiere seguir el consejo de I. Kant, ¡atrévete a pensar!, sino a ser protagonista de la historia y de posibles cambios que terminen de una vez con el hambre y las necesidades en el mundo. La solidaridad deberá ser la actitud básica para hacer un mundo más justo y habitable en nuestras sociedades globalizadas que esconden y olvidan a tantos indefensos.

Esta solidaridad como encuentro, siguiendo a Luis Alfonso Aranguren, supone la experiencia de encontrarse con el mundo del dolor y de la injusticia y no permanecer indiferentes. Pero también supone ser capaces de pensar y vivir de otra manera, analizando la inhumanidad y la injusticia y poniendo la solidaridad como el pilar prioritario de nuestras sociedades. Es necesaria que la realidad no sea indiferente, la realidad más próxima y la realidad distante de los pueblos más pobres, potenciando procesos de promoción y crecimiento de personas y colectivos, mediante proyectos de acción concretos. Estos proyectos, no son el fin, sino el medio de crecimiento y desarrollo humano con aquellos con los que intentamos caminar.

Para ello proponemos una ética del encuentro y del cuidado. Esta ética es posible desde el factor biográfico, tanto desde el punto de vista del que sufre o desde el que responde al sufrimiento, con ello no hay principios universales válidos que sirvan de referente para la acción. Desde esa posición asimétrica, la conquista de la autonomía de la persona excluida o maltratada es prioritaria, es el proceso de la solidaridad. Esta razón ética, no supone sólo el conocimiento de la realidad sino una experiencia radical de encuentro. Nos recordaba Joan-Carles Mèlich, la ética no tiene sentido ni por su fundamento (que no posee), ni por su normatividad (puesto que no da normas), sino por la compasión. Aquello que nos convierte en humanos no es la obediencia a unas normas o un código universal, sino el reconocimiento de la radical fragilidad y vulnerabilidad de nuestra condición.

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