Pero no hay que olvidar la miel. Por todos los rincones de las sierras los lugareños instalan sus colmenas y las abejas liban flor de jara, de piorno, de tomillo o de cantueso.
Barata la adquiría el pastor y esa miel perfumada endulzaba su pan con aceite, las tortas de chicharrones, la cuajada o los calostros, la primera leche de la oveja parida que aprovechaban con entusiasmo cuando algún cordero moría en el parto.
Aunque más de una vez, si encontraba un avispero en el tejado de alguna de esas ventas en ruinas al borde del camino, supo ahuyentar las avispas con el humo para arrancar los panales rezumantes de miel.
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