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Política espectáculo
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Al cabo de la calle

Política espectáculo

Actualizado 24/06/2023 09:10
Francisco Aguadero

Si alguien ha dejado una marcada huella en las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI, ese ha sido Silvio Berlusconi. Un personaje italiano que su pretensión en la vida era “ser rico”. Así, su historia se inicia como vendedor puerta a puerta y cantante de cruceros, dando el salto al sector inmobiliario, donde amasa una turbia fortuna inmobiliaria que le permite la construcción de un imperio televisivo, el cuál usaría como instrumento para su acción empresarial, inversora, política y de influencia social.

Este magnate, nacido en Milán el 29 de septiembre de 1936, fundó las corporaciones Mediaset, Fininvest, MÁS y el partido político Forza Italia. Murió el pasado 12 de junio, a los 86 años, debido a una leucemia que padecía. Berlusconi fue un hombre de su tiempo, mejor dicho, supo interpretar los signos de los tiempos que le habían tocado vivir, cuyo mayor exponente es la sociedad de la información y la comunicación.

Fue consciente del poder de la comunicación y su influencia. Con una visión muy particular del ciudadano en cuanto que sujeto receptor de mensajes, levantó su imperio televisivo. El veía y creía que los televidentes eran como chicos de nueve años, faltos de criterios. Consecuentemente, decidió hacer una televisión para ellos, centrándose en el entretenimiento: concursos, variedades, humor. Espacios y contenidos que atrajeran audiencia a la que colocarle cantidades ingentes de publicidad.

De esta manera, un empresario italiano, Silvio Berlusconi, había inventado una nueva forma de hacer televisión. Una televisión privada, concebida y realizada con criterios estrictamente comerciales, sin la menor intención pedagógica ni formativa. A falta de complejos y tras la experiencia italiana, esa televisión comenzó a transmitir oficialmente en España en 1990 con la marca de canal “Tele 5”. La llegada de la televisión privada a nuestro país supuso un cambio significativo en la vida de miles de profesionales del sector y de millones de personas que demandaban nuevos contenidos y una alternativa a la televisión pública que mantenía el monopolio. La presencia de las televisiones privadas contribuyó a un auge importante de la industria televisiva española.

Recuerdo con precisión el primer día de emisión de Telecinco cuando, a los pocos minutos de empezar los programas saltaban los cortes publicitarios y así sucesivamente cada dos por tres. Además, se tenía la sensación de que los espacios de publicidad eran tan largos o más que los de los contenidos, más tiempo de emisión de publicidad que de contenidos. Pero la cadena pronto se hizo con la aceptación de la audiencia.

En la segunda etapa (2000-2010) Telecinco viró el rumbo de su programación hacia una televisión más viva y polémica, introduciendo la prensa del corazón y programas de realidades, pero con un componente importante de espectáculo (realitys) La imagen de la cadena comenzó a cuestionarse y a polarizarse en la opinión pública, por lo que supuso de contaminación y arrastre de otras cadenas hacia ese tipo de programación un tanto banal y tan poco edificante.

En la última década, Telecinco mantiene el éxito centrada en los programas de entretenimiento y de prensa rosa. Este tipo de programas ocupan casi la totalidad de su parrilla de emisión. Es la televisión más vista y, por tanto, la de mayor éxito de audiencia, pero también la más polémica y criticada. La fusión con el Canal Cuatro permitió que Mediaset se convirtiera en uno de los grandes grupos de comunicación de España.

Este tipo de televisión fue la plataforma y el instrumento utilizado por Berlusconi para asaltar el poder y las instituciones. Desde temprana edad, él se movía con facilidad en el ámbito del populismo, no en vano se ganó el apodo de el Cavaliere (el Caballero). El populismo es esa forma de gobernar en la que el hipotético estadista apela al pueblo, a esa entidad colectiva que no es la suma de los ciudadanos, sino la superación e incluso hasta el avasallamiento de los mismos, al apropiarse el populista de la voz del pueblo, hablando en su nombre. Y, el populismo es también, la conversión de cualquier actividad o destreza en materia de Estado. Cuando Berlusconi se vio acosado por la justicia debido a sus fechorías, manifestó que él se veía respaldado y elegido por el pueblo, despreciando así a la justicia.

Italia vivía en 1994 el hundimiento político, como consecuencia de la acción judicial contra la corrupción institucional del sistema de partidos existentes. En tales circunstancias, el magnate de los medios de comunicación, Silvio Berlusconi, irrumpió de forma espectacular en la política italiana. Haciendo gala de sus dotes para el oportunismo y el populismo, fundó Forza Italia, con la intención de ocupar el espacio dejado por los partidos clásicos: la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, dotándola de un lenguaje y unos medios poco tradicionales y con una visión del ciudadano votante muy particular, como un chico de bachillerato un poco escaso en algunas materias.

Con su llegada cambió la forma de hacer política: la ideología fue desplazada por la telegenia (cualidades que hacen atractiva a una persona en televisión) y los discursos políticos por la imagen, con lo que la comunicación política alcanzó nuevas dimensiones. Al respecto, el pensador italiano Umberto Eco llegó a afirmar que cada época tiene sus mitos y que el mito del Hombre de Estado había sido sustituido por el hombre de Televisión, a lo que yo añadiría, por el lamentable político espectáculo.

El resultado fue la creación de una democracia populista que alteró las funciones clásicas de las instituciones. En la campaña de 2008, Berlusconi se presentó como un héroe nacional, el único capaz de salvar al país de la crisis y la tragedia. La clave de su éxito fueron los medios de comunicación y especialmente la televisión de la que, directa o indirectamente, era propietario y controlaba el 100%. Con esos recursos, sustituyó al ciudadano por el cliente y convirtió la política en un espectáculo, algo muy en vigor hoy día. Una vez más en la historia, se ha utilizado la comunicación para controlar y manipular a los ciudadanos en beneficio de intereses particulares.

Con las promesas de trabajo y salvación, creó una imagen por encima de las ideologías que sedujo al pueblo italiano. Inauguró un populismo clientelista, ególatra y presuntuoso, basado en los rituales y las prácticas televisivas. Sin embargo, el Cavaliere, desde su acción en la política italiana que dominó a lo largo de 25 años, solo se preocupó de proteger los intereses de los negocios y de las clases altas, practicando políticas de corte neoliberal, por tanto, en la práctica, un populismo neoliberal, antecedente del trumpismo. El legado de Berlusconi algo tendrá que ver con el hecho de que, actualmente, gobierne en Italia la ultraderecha y esta se extienda como una corriente por Europa.

Los numerosos casos de corrupción, escándalos, atropellos a los derechos humanos, fraude electoral, la burla a la justicia y a las instituciones, la destrucción de la cultura popular y otras tropelías, no fueron capaces de tumbar a Berlusconi, solo los poderes económicos europeos lograron pararle los pies.

Por fortuna y a pesar de la debilidad de muchas de nuestras democracias, aún se puede señalar y expulsar a esos populistas brabucones y supremacistas que gritan, faltan el respeto, soliviantan y crispan a propios y extraños desde las tribunas y las cámaras. Necesitamos menos política espectáculo y más ilustración, pensamiento, razonamiento, soluciones a los problemas.

Les dejo con La canción de Berlusconi:

https://www.youtube.com/watch?v=Fm7Svz2dtg4

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© Francisco Aguadero Fernández, 23 de junio de 2023

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