Juan Bautista

La fiesta de Juan Bautista ha sido siempre particularmente reconocida y celebrada por gran cantidad de comunidades populares en todo el mundo. Para los que conocen y creen en la verdad y el valor de los evangelios, es comprensible, porque los cuatro evangelistas narran la presencia y la grandeza del siempre reconocido como precursor de la llegada de Cristo el Mesías y Salvador del pueblo de Israel.

Quizá para los que no reconocen el valor y la verdad de los evangelios, la celebración de la fiesta de San Juan tiene una fuerza y motivación especial por coincidir con la entrada del verano. De hecho, el celebrar la fiesta con el espectáculo de las hogueras nocturnas puede hacer referencia a la presencia y la fuerza de la luz.

El evangelista San Juan nos hace una clara definición del hombre que hace penitencia en el desierto y anuncia la llegada del Reino y la cercanía del Dios hombre redentor de los que, por el arrepentimiento y la recepción del bautismo y por la aplicación del agua del río Jordán, reciben el perdón de sus pecados y disponen a los bautizados a recibir al Salvador Jesús de Nazaret, que ya llega, anunciando la presencia del Reino de Dios donde, los que creen en Él, se salvan.

Juan el evangelista señala al Bautista como luz que llega anunciando la Luz plena y verdadera, Jesucristo. Juan evangelista nos dice en el primer capítulo, el del prólogo de su evangelio, que el Bautista no era la Luz, sino que antecedía y anunciaba la llegada de la verdadera Luz.

De hecho, Juan el Bautista, que anunciaba la llegada del Reino, llevó su compromiso de anunciante del Reino hasta la entrega de su misma vida, ya que, por el anuncio de la verdad y la denuncia del anti-evangelio que vivía el rey Herodes teniendo como suya a la mujer de su hermano, terminó con la cabeza cortada por el capricho de Herodías, la mujer que vivía el contra-evangelio como falsa mujer de Herodes.

Los cristianos, que recibimos ya el bautismo de Jesús y de su Espíritu, y no el del Jordán, estamos invitados a anunciar la llegada del Reino, como Juan Bautista. Juan es, pues, el profeta de la esperanza. De él dijo Jesús que era profeta y más que profeta, que era el hombre más grande nacido de mujer.

Encendamos nuestras hogueras, que quemen lo viejo de nuestras vidas y alumbren el camino de los hombres hacia la presencia de la Luz Verdad.

El reconocimiento de la grandeza de Juan Bautista lo muestra la Iglesia católica celebrando dos fiestas del precursor: la de su nacimiento, que es la que se celebra el 24 de junio, y la de su nacimiento para el cielo, la fiesta de su martirio, el 29 de agosto. Sólo de María y de Jesús se celebran dos fiestas litúrgicas, la del nacimiento y la de la muerte, y en ello se les equipara el Bautista.

Todos los bautizados participamos en la función anunciadora de la presencia de Cristo y su Reino, pero hay muchos que participan especialmente en esta misión. Sobresalen en esa función de la Iglesia los misioneros, hombres y mujeres que anuncian a Cristo por todo el mundo. Y también los mártires, testigos privilegiados de la presencia del Reino, que lo es de paz y de justicia.

En palabras frecuentemente repetidas por el Papa Francisco, todos los bautizados somos discípulos misioneros. Hasta en los gestos el Papa pone de relieve la relevancia de la misión evangelizadora de la Iglesia, situándose Él mismo como prefecto al frente de la Congregación para las Misiones, lo que no hace con ninguna otra congregación.

Encendamos las hogueras que iluminen nuestro tenebroso mundo. Y no extendamos el fuego de nuestras violencias y guerras. Convirtamos los fuegos abrasadores en luminarias que, sobre el candelero, alumbran los caminos de los hombres para que encontremos con ella las hermosas luces de la claridad en la ciudad del cielo.

Que Juan Bautista ilumine nuestros caminos, especialmente de tantos que llevamos su nombre. San Juan Bautista, profeta de la esperanza, ruega por nosotros.