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El gigante de Béjar que ha trascendido en la memoria
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El gigante de Béjar que ha trascendido en la memoria

Actualizado 17/06/2023 17:52
David Sanchez

La historia de Víctor Sánchez Carrero, que medía 2,20 metros de altura, ha pervivido en el tiempo y llegado hasta nuestros días gracias a la tradición oral.

“Tó” es la expresión más típica y característica de la ciudad de Béjar. Durante mucho tiempo, cuando alguien usaba esta interjección, se le respondía con la frase “de Béjar y no conocer a Vítor”. Cómo sería de importante ese Vítor para formar parte de una frase que comenzaba con el vocablo bejarano por excelencia.

En realidad, su nombre era Víctor Sánchez Carrera y era un gigante para su época: medía 2,20 metros. Conocido coloquialmente como Vítor, su oficio, según se contaba de abuelos a padres y de padres a hijos, era el de vendedor ambulante de jabón, donde su extraordinaria altura le permitía dar su pedido a las señoras que se asomaban a su ventana o balcón y cogían las pastillas de las manos del gigante bejarano.

Sin embargo, hay una historia menos conocida de este bejarano, que fue toda una sensación en su momento más allá de la localidad al sur de la provincia. Pero comencemos por el principio. Víctor nació en Béjar en abril de 1847, y desde el momento de su bautizo ya encontramos la primera sorpresa: sus apellidos. Su madre se llamaba Teodora Chamorro, y según las últimas investigaciones de Luís Ángel Sánchez, en un articulo sobre este conocido hombre realizado para el Centro de Estudios Bejaranos, Víctor decidió cambiarlo, “quizá porque no le agrada su sonoridad, o por cualquier otra razón que desconocemos, parece que desde el momento en que asume el rol de gigante profesional, Víctor abandona el apellido materno y decide utilizar los dos primeros del padre”.

¿Gigante profesional? Seguro que usted, querido lector, ha arqueado la ceja ante la posibilidad de la existencia de esta llamativa carrera laboral para nuestro protagonista. Y es que según indica el investigador, Víctor recorrió durante una gran parte de su vida toda la geografía española siendo exhibido por su considerable tamaño. Luís Ángel señala que, a través de reseñas periodísticas, de promociones de sus apariciones en diversas ciudades y el legado de aquellos bejaranos apasionados de las letras que se convirtieron en relatores de los días e historias de su tiempo, se puede intentar realizar una reconstrucción del auge y caída del gigante.

Será cuando tenga 29 años, cuando Víctor comenzará su periplo exhibicionista. En la primavera de 1876, Víctor será invitado al Palacio Real por “el también joven rey Alfonso XII quien desea conocer al nuevo gigante que ha entrado en escena”. No obstante, lo más extraño de este encuentro es que el monarca entregará al gigante bejarano 2000 reales. El motivo de este presente se debe a otro gigante, anterior a Víctor, que Alfonso XII pidió conocer y que moriría después en la más absoluta pobreza y ahora “para que nadie le pueda recriminar su falta de humanidad y caridad cristiana, Alfonso XII opta por entregar a Víctor tan regio regalo”.

Nuestro protagonista sería también un reconocido personaje en la Barcelona de esa época, donde la prensa publicita su llegada como la del “gigante español sin rival en el mundo”, frase a la que pronto unió su lugar de origen e hizo del gigante español bejarano un reclamo sin parangón, consiguiendo incluso un papel para aparecer en el teatro en el estreno de una zarzuela: “el éxito que alcanza en Barcelona la zarzuela 'Los magiares' tras la inclusión de Víctor en el reparto es arrollador” afirma el investigador Luís Ángel Sánchez.

Tras la época de esplendor Vítor retorna a Madrid en 1877 y comienza el ocaso para este “dios” bejarano, donde su participación en diversas obras y zarzuelas no repite los triunfos del pasado. A finales del verano de 1880 regresa por fin a Béjar, donde actuará en el Teatro Cervantes con la misma zarzuela que en la época dorada barcelonesa y a finales de ese año, según cuentan, decide irse a tierras portuguesas, país en el que Víctor Sánchez Carrero pasará sus últimos años.

En 1883 Vítor fallecía en Vilanova de Portimao debido a las diversas enfermedades que padecía debido a su gigantismo, aunque como indica en su artículo Luís Ángel Sánchez: “¿cuándo y dónde falleció el de Béjar?, ¿qué se hizo con su cadáver? Desgraciadamente, ya he indicado que resulta imposible saberlo. Seguramente fue enterrado en una sepultura temporal y sus restos arrojados al osario común algún tiempo después” aunque su recuerdo permanece vivo gracias a la tradición oral y seguirá siendo así, de generación en generación.