El libro se presenta el martes 20 de junio, a las 20:00 horas, en el Casino de Salamanca
Miguel Ángel del Arco, periodista y escritor salmantino, se dejó atrapar por el personaje de Inés Luna desde su infancia. Hoy publica “Las dos muertes de Inés Luna”, un libro en el que trata de encontrar respuestas a las numerosas incógnitas e historias que han rodeado su vida.
El libro se presenta el martes 20, a las 20:00 horas, en el Casino de Salamanca acompañarán al autor: Jesús Málaga, Ignacio Francia y Lira Fiz
Tras 'El crimen de Julián el Guiñote', 'Cronistas bohemios y varios libros de cuentos en compañía de otros escritores', Miguel Ángel del Arco escribe 'Las dos muertes de Inés Luna', una aproximación a un personaje muy popular por estas tierras.
Periodista, apasionado por una profesión que ha practicado sobre todo en revistas y periódicos. Precisamente de ese oficio ha aprovechado su manejo de la crónica y de la entrevista para indagar en la vida, milagros y entorno de una mujer tan singular como Inés Luna Terrero. Con ella vuelve a la narrativa contando la historia emocionante de una mujer avanzada a su tiempo. Tras su paso por la feria del libro de Madrid, lo presenta el 20 de junio, a las ocho de la tarde en el Casino de Salamanca.
-¿Cuándo se empezó a interesar por Inés Luna?
Desde mi infancia. Circulaban muchas leyendas sobre ella por aquellos pueblos del oeste de Salamanca, de los alrededores de Vitigudino. Eran historias que luego he podido comprobar que tenían una base de certeza. En algunos casos se debían a elucubraciones y cotilleos, pero en las conversaciones de la gente mayor aparecían noticias de una mujer rica, poderosa e inalcanzable. La mente curiosa del niño o adolescente que era estaba atenta a cada detalle que aparecía. Las mujeres hablando en la solana, los hombres en la fragua y yo me empapaba de las medias palabras o verdades a medias que me llegaban. En mi memoria se iban guardando detalles, algunos nimios otros sorprendentes, pero que a mí me parecían reveladores de una personalidad asombrosa. Mi padre repetía una historia que le había contado un amigo de Yecla: que era una mujer atrevida, que le gustaba la velocidad y los coches nuevos, y que cuando estrenaba uno le pedía al chofer que pisara hasta el máximo que marcara la aguja.
- ¿Y cuánto tiempo ha dedicado a estudiar su figura?
Pues muchos años. Es verdad que interrumpidos por circunstancias ajenas, como la dificultad de la propia investigación, otros trabajos, otros libros que se metieron por medio, la pandemia que paró tantas cosas. Pero digamos que llevo, entre unas cosas y otras, cerca de veinte años conviviendo con la historia de Inés Luna.
- ¿Se ha escrito mucho sobre ella, este es el libro definitivo para saber quién fue realmente Inés Luna?
Nada es definitivo con un personaje tan rico, con tantas capas. Se han escrito una biografía, una novela, un documental, una obra de teatro y muchos blogs y artículos. Evidentemente los he leído todos con interés y todos aportan conocimiento. Son aproximaciones algunas muy bien hechas, honestas, sugestivas, que han venido respondiendo a la curiosidad creciente por este personaje de novela. Pero ninguno de esos trabajos es definitivo, tampoco el mío. Podríamos pensar que todo lo que se puede saber de Inés Luna está en sus papeles, su correspondencia, que guarda la Fundación en el Archivo Provincial. Y es verdad que ahí hay una buena parte, muy importante, de donde hemos bebido todos los que hemos investigado. Pero desgraciadamente no está todo. Por un lado, está parte de la correspondencia que recibió, no la que escribió, que fue mucha. Por otro hay muchos papeles, también cartas, que se perdieron cuando el Cuartón quedó abandonado. La puerta del archivo de la mansión fue la primera que cedió al abandono y se perdieron por ahí muchos documentos importantes. Algunos se los llevaron como recuerdo. En estos años de buscar las huellas de Inés Luna, de encontrar testigos que la trataron, me he encontrado con gente que guarda cartas personales o papeles. De modo que hay mucho por descubrir todavía, cartas que podrían aparecer. Y, por otra parte, una personalidad tan rica creo que es inagotable, seguro que aparecerán nuevos datos.
-¿Todavía ha encontrado testigos directos?
Han pasado muchos años desde su muerte, en 1953. Pero sí, he tenido la suerte de encontrar a gente que trabajó para ella o lo hicieron sus padres. Algunos desgraciadamente han muerto. Pero pude entrevistarme con testigos interesantes que me aportaron hechos nuevos, perspectivas, vivencias, recuerdos. En el libro están citados, como Julián Arroyo en Lumbrales, con una memoria prodigiosa, y su hermana Simona, o Vitorino Martín y Juan Andrés Garzón en Vitigudino, la gente de Traguntía, los hijos y los sobrinos de las dos personas que estuvieron más cerca de Inés Luna, Quico, su encargado y Consuelo, ¿su señorita de compañía?, y sor Vicenta Sánchez, del colegio de Vitigudino o Teófilo Alonso, el capellán, que saben mucho. O los familiares asturianos de la supuesta hija de la Bebé, como llamaban familiarmente a Inés Luna. Son testimonios de personas que afortunadamente pude encontrar y entrevistar. Aportan su memoria y mucho conocimiento.
-‘Las dos muertes de Inés Luna’ ¿es una novela o una biografía?
Es una búsqueda. Si con Pirandello los personajes andaban a la busca de un autor que los hiciera reales, aquí digamos que el autor explora al personaje. En esa búsqueda pone todas las herramientas a su alcance, la narrativa, la biografía, la crónica periodística, la autoficción. Porque se narra ese camino de la pesquisa, de las dificultades para consultar archivos, de imposibilidades ante la pérdida de cartas o de papeles importantes, pero también está la entrevista y el encuentro con los testigos, con las personas que la conocieron de cerca o que trabajaron para ella. Y está el buceo en archivos, el de la propia fundación, el primero, pero también en el de obispado, o en el del ayuntamiento y juzgado de Vitigudino o en el cementerio de Barcelona o en las parroquias de Asturias. He procurado poner un espejo a lo largo de su peripecia y cuento lo que se ve en el espejo. Los testimonios y los archivos ayudan a explicarla.
-Entiendo entonces que tiene tanto novela como biografía.
Me gusta más hablar de novela de no ficción, o de cuento real como decía García Márquez. Porque en Las dos muertes de Inés Luna hay todo eso, hechos verdaderos, técnicas de la narración y el periodismo, con entrevistas a testigos, búsqueda en archivos, indagación. No es biografía porque no pretendí hacer una aproximación académica, exhaustiva. Tampoco me gusta considerarla una novela basada en hechos reales, que es otra fórmula al uso. Me costó encontrar la estructura del relato hasta conseguir ese cuento real, llevar al lector a caminar con el personaje, pero que cada dato estuviera comprobado. Si pongo su presencia en un hotel de Logroño, es que he consultado la factura. Decía Kapuscinsky, “cuando escribo no pienso si el texto va a ser una novela, un reportaje o un ensayo —sin mencionar que, por otra parte, hoy todos se mezclan— sino que reflexiono reiteradamente sobre aquello que observé, en busca de la manera más adecuada de describirlo”. Pues algo así.
-¿La búsqueda le ha llevado a conocer el personaje de Inés Luna?
Esa búsqueda me ha llevado a emprender muchos caminos y encontrar muchas capas. Empecé con preguntas y es verdad que he logrado respuestas, pero creo que he encontrado todavía más preguntas. La personalidad de Inés Luna, rica, contradictoria, ha ido apareciendo entre testimonios, cartas y papeles archivados. Sus empleados, sus relaciones difíciles, sus contenciosos, sus viajes... Es una aproximación ambiciosa. Se trataba de encontrar al personaje desde diferentes enfoques, intentar entenderlo desde todas sus esquinas: cómo era, qué quería, qué le gustaba, cómo la veían quienes se acercaban a ella, quienes trabajaban para ella. Pero también había que descifrar muchos códigos menos visibles, a través de los libros que leía, por la música que escuchaba, por los objetos que acumulaba en sus casas, por los recuerdos que se traía de sus viajes. Ha sido un acercamiento minucioso, atento, relacionando cabos contradictorios, que me han dado muchas respuestas, pero, como he dicho, también me han traído preguntas nuevas. Inés Luna sigue siendo un personaje lleno de incógnitas.
-¿Cómo diría que era?
Con Inés Luna se han agotado los calificativos, rara, caprichosa, excesiva, singular, temeraria a veces, atrevida. Se ha dicho mucho que fue una mujer adelantada a su tiempo. Eso es cierto si pensamos en su modernidad, en cómo llevó a la dehesa salmantina servicios y progresos que no se conocían y eran habituales en otras partes del mundo. Y no solo me refiero a los adelantos en materia de higiene y calefacción. Pero como se ha ido convirtiendo en una leyenda es innegable que mucho de lo que se dice de ella tienen una cierta base, pero otras no son ciertas o llevan a la exageración, cuando no al esperpento. Sin embargo, es verdad que fue singular, que seguramente estuvo fuera de la época que le tocó vivir, pero sobre todo pienso que no fue comprendida.
-¿Por qué se dice que era rara?
Pues porque no la comprendían. Porque todo lo que está fuera de norma, de costumbre o del ‘como dios manda’ nos lleva al rechazo por un lado y a calificar a alguien de raro por otro. No olvidemos que vivió una época dominada por los convencionalismos sociales más estrictos. A Inés Luna no la entendieron sus contemporáneos, salvo excepciones. Ni los ricos, ni los terratenientes, ni sus propios empleados. Unos pensaban que caprichosamente dejaba mal a los de su clase, otros que se metía a hacer cosas para las que no estaba preparada, otros que de manera arbitraria mandaba o pedía cosas sin fundamento. Todas estas valoraciones emanaban de una cultura misógina, según la cual una mujer no podía hacer lo que le daba la gana, menos tener iniciativas o emprender y tampoco mandar. Y desde luego Inés Luna hacia lo que quería. Si hubiera sido un hombre no habría pensado nadie que era “raro”. Simplemente unos acatarían sus órdenes y otros lo habrían considerado uno más de su clase.
-¿Se la podría calificar como feminista?
Desde luego adelantada, independiente, vindicativa, moderna, empoderada, libre, leída... era. No creo que la pudiéramos ver como una sufragista, pero sí que luchó por ser ella misma, por no depender de nadie, por su independencia. Y podemos asegurar que sí que abrazó completamente el movimiento Flapper. Consciente o inconscientemente adoptó claramente el nuevo estilo de las mujeres que, en los años veinte del siglo pasado, llevaban faldas cortas, iban sin corsé, usaban sombreros ajustados, collares largos, vestidos de talle bajo, escuchaban música, se maquillaban mucho, bebían licores fuertes, practicaban deportes… eran contrarias a lo socialmente correcto. Formó parte de las mujeres modernas que desafiaron las convenciones bebiendo, fumando, conduciendo y apostando por una estética y un tipo de belleza contraria a los cánones de la época. Querían ser independientes sin importarles las apariencias sociales. Que sepamos, no luchó por los derechos de las mujeres, ni reivindicó la igualdad de salario y oportunidades ni peleó contra la discriminación. Pero sí abrazó el objetivo de las Flapper, el de proyectar una imagen nueva, una idea de libertad e independencia, un cierto glamur y despreocupación liberal.
-¿Por qué dos muertes?
Inés Luna tuvo una vida de película, llena de nombres propios, de vicisitudes, de relaciones, de viajes por el mundo, de excesos a veces. Su biografía y sus circunstancias personales la hacen ser protagonista o estar en primera línea de grandes acontecimientos de la historia de España, entre la aristocracia madrileña de fin de siglo XIX, en las fiestas de sociedad de principios del siglo XX, en la Costa Azul durante los locos años veinte, en su difícil y rara relación primero con la república y luego con el franquismo. Pero tras su muerte en Barcelona, con el rechazo a su testamento sacramental, los pleitos por su herencia, el abandono hasta la ruina de su querido Cuartón, sus deseos incumplidos con respecto a sus restos…podemos hablar no sólo de una muerte. La han enterrado tres veces.
-¿Tres?
Una en Barcelona, otra en el lateral de la capilla del colegio del Pilar de Vitigudino y otra en la urna de la iglesia, donde está ahora. Quizá falte otro capítulo más, porque ella quería que la enterraran en el Cuartón con sus padres.
-Es verdad que para unos fue roja y para otros franquista?
Fue acusada de ser una especie de Matahari, una espía de la República. Incluso tuvo que firmar un escrito de descargo para negarlo o aportar un listado de testigos que la avalaran ante los vencedores de la guerra. El golpe del 36 trajo una guerra cruel e Inés Luna tenía muchos enemigos que aprovecharon la coyuntura para señalarla. Ella contribuyó al levantamiento golpista, dejó sus coches y aportó dinero. Pero es cierto que intentó alguna suerte de equilibrio. Hay una carta muy interesante en este sentido, del médico de Peralejos, de abril del 39. Se ve que le había pedido consejo sobre cuánto dinero debía aportar, y el médico le aconsejó que fuera más espléndida que tacaña, pero tampoco tanto que haga sospechar que busca otros fines que no fueran los verdaderamente patrióticos. El consejo es: «mire qué dan otros de su clase y los supere en un poco». Es decir, no fue republicana porque era monárquica, pero tuvo problemas con el franquismo.
-¿Con qué testimonios le habría gustado contar y no ha podido ser?
Hay dos con los que sin duda me habría gustado contar. El de José María Vargas Zúñiga y el de Basilio Martin Patino. El primero por su conocimiento y cercanía a la propia Inés Luna. Seguramente fue la persona que más supo de ella pero no llegué a conocerlo. El segundo porque estaba fascinado por el personaje, como muestra en Octavia o en Espejos en la niebla, pero tras acordar un encuentro, ya no fue posible hablar por motivos de su salud.
-A qué Inés Luna van a conocer los lectores de su libro?
-Espero que la que yo he encontrado, es decir una mujer moderna, sola, poderosa y contradictoria. Tan buscada en ocasiones como olvidada. A veces la leyenda que la rodea, el misterio, esconde al personaje real para bien y para mal. Quizá para entenderla, para comprender lo que significó una figura impensable en la Salamanca, y la España, de la primera mitad del siglo XX, hay que fijarse en su relación con las diferentes mises que la acompañaron, con los gobernantes del momento, con la superiora del convento de Vitigudino, con la hija que acogió y devolvió, con quienes trabajaron para ella... Ese puzle nos muestra una imagen y quizá una verdad tapaba por la leyenda y las supuestas rarezas de su comportamiento.
-Su anterior libro Cronistas bohemios, sobre la edad de oro del periodismo español y alguno de sus pioneros, ¿tiene algo que ver con esta historia de Inés Luna?
La historia de Inés Luna fue anterior, su idea y su investigación a la de los Cronistas bohemios. Aparentemente son dos proyectos muy diferentes: uno habla de la prehistoria del periodismo, mostrando a unos nombres con talento hoy injustamente olvidados y la otra es la búsqueda de un personaje peculiar como Inés Luna. Pero quizá tengan en común más de lo que parece, unos y otra: sus azarosas vidas, su modernidad, sus biografías a contracorriente, sus personalidades incomprendidas y tachadas de raras. Puede que compartan un libro y otro mi atracción por los personajes diferentes, independientes, inconformistas, que no siguen las reglas establecidas o las de lo políticamente correcto. Pensándolo, sí que hay bastantes coincidencias.
-Quiere decir que también Inés Luna fue bohemia de alguna manera
-Creo que si, como he explicado fue, consciente o inconscientemente, una Flapper. Lo podemos ver en las fotografías que se conservan. Su gusto por los viajes, por las representaciones teatrales, su independencia, su ir a contracorriente, su privilegio de no tener que rendir cuentas. Pues sí que podemos considerar que fue una bohemia. Desde luego en hacer lo que le dio la gana en cada momento, lo fue.
-Miguel Ángel del Arco es periodista, escritor, profesor de universidad…
Y salmantino.
-También. Iba a preguntar qué faceta lo define más.
Creo que todas. Ser de Salamanca condiciona e imprime carácter. Salí de aquí joven, como tantos, a buscar la vida fuera. Llegué a Madrid con la idea de ser escritor y usé para ello el camino del periodismo, que me atrapó y ahí he estado enganchado. Luego, por una cierta lógica pues me proponen enseñarlo en la universidad, que también me seduce y se convierte en dedicación a tiempo completo. Y entre medias de esas dedicaciones apasionadas siempre anda la literatura. O sea que...
-¿Qué le parece el periodismo de hoy?
Me duele. No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero se ha llegado a un punto de degradación en el ejercicio profesional preocupante, fundamentalmente por los condicionantes y alineamientos que los propios medios imponen. Antes alguien daba una noticia, añadía que lo decía el periódico y eso tenía credibilidad suficiente. Hoy el desprestigio, las malas prácticas, hacen que se cuestione. Hay excepciones honrosas, pero en buena parte está muy polarizado, entregado a la bronca política, las declaraciones e informaciones sin contrastar. Hay demasiado opinión sin argumentos, demasiado posicionamiento, tertulianos que parecen forofos de un partido en lugar de analizar con datos y hechos lo que pasa. Se ha cambiado la búsqueda de la verdad, de la información, por los bulos, las medias verdades, la manipulación. Y por otro lado se ha llegado a un nivel de precarización muy alarmante, que condiciona el trabajo.
-¿El periodismo está en las redes sociales?
-También está en las redes sociales, son herramientas magníficas para comunicar, para compartir, para descubrir. Su rapidez y alcance son hoy imprescindibles para el periodismo. Lo que ocurre es que se han convertido en un gallinero, en otro medio de intoxicación y manipulación. Reproducen la bronca política y el grado de insultos y “fakenews” hacen que se parezca más a un vertedero o una fábrica de odio e intolerancia.
-¿Lo próximo?
Pues hay cosas empezadas y otras que rondan en la cabeza, pero vamos a disfrutar de la historia de Inés Luna.
Charo Ruano / Fotos: Mª Jesús Ortiz