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La piel del oso
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La piel del oso

Actualizado 12/06/2023 00:02
Francisco López Celador

Después de las elecciones municipales y autonómicas, hay que hacer declaraciones. Los que se consideran agraciados con algún “premio”, para que todo el mundo se entere. Los que han recibido menos de lo que jugaban, para que no se difunda demasiado el fracaso y nadie pueda llamarlos inexpertos. Se trataba de unos comicios que, a pesar de marcar una predisposición, son repercusión local. En cada territorio optaban al cargo representantes que, en muchos casos, nada tenían que ver con los de otras regiones. Los analistas se fijan en la variación global sufrida por los afines al gobierno y por la oposición.

Aunque muy pocos partidos se atreven a reconocer abiertamente los evidentes fracasos, está claro el avance de la derecha en detrimento de la izquierda. Simplemente porque la tarta a repartir, en el primer caso, era para dos comensales, y en el segundo, para más de una docena.

En las elecciones generales, la mecánica y los objetivos son distintos. Según lo establecido en nuestra Ley Electoral, salvo excepciones regionalistas de todos conocidas, los partidos participantes lo hacen a nivel nacional. Aplicando la Ley D´Ondt, el reparto de escaños favorece a los partidos que más votos obtienen. Con este método, cuantos menos partidos participen, menos restos se desperdician. He aquí el motivo por el que la coalición de partidos que acude a las elecciones bajo las mismas siglas obtiene más escaños que si lo hicieran de forma individual.

Si la izquierda sufrió un duro castigo el 28-M, Sánchez corre peligro de no reunir la mayoría suficiente para formar un nuevo gobierno Frankenstein. Es preciso agrupar a toda la izquierda en pocas siglas para ver crecer el número de escaños. Para ello, toda la ensalada de partidos situados a la izquierda del PSOE quiere acudir unida en una sola sigla para luego cederle sus escaños. Sánchez ya se encargará de volver a pactar con independentistas y filo terroristas hasta alcanzar la cifra mágica de 176 diputados. No lo digo yo, lo dicen abiertamente todos ellos. A toda costa, quieren contrarrestar esa corriente pesimista que envuelve a los que votaron izquierda. De hecho, ya están dando todos los pasos para alcanzarlo.

Entre los mayores fracasos del 28-M, está la debacle de Podemos. Han desaparecido de no pocos parlamentos en los que eran necesarios para alcanzar mayorías. Era una muerte esperada. La inutilidad, unida al revanchismo, de los/as ministros/as podemitas que tantos quebraderos de cabeza le han traído a Sánchez –y a toda España-, hacía inviable una posible recuperación con los mismos protagonistas. Había que encontrar el chivo expiatorio.

“A la chita callando”, Sánchez ha encontrado su nuevo “Alfonso Guerra”, en la persona de Yolanda Díaz. Súbdita de Julio Iglesias, formó parte del cupo de carteras ministeriales exigidas a Sánchez. Durante el desarrollo de la legislatura, ha podido valorar la negativa aportación de sus compañeros de partido a la hora de plasmar en leyes las consignas que impusieron para aceptar la coalición. Desde su cargo de Vicepresidenta Tercera, ha ido tejiendo una red de simpatizantes –de su propio partido y de compañeros de extrema izquierda-, a la vez que se esforzaba en ser la primera fan de Pedro Sánchez. Con la espantada de Iglesias, vio la oportunidad de encabezar una nueva agrupación en la que tengan cabida sus antiguos compañeros y los de todos los partidos de esa izquierda que no ha dudado a la hora de apoyar a Sánchez. Como buena gallega y curtida sindicalista, comprobó el daño que habían causado a Podemos muchas de las leyes “metidas con calzador”, y que Sánchez había aceptado. Si alguna probabilidad quedaba para que su plan tuviera aceptación, era preciso prescindir de quienes más habían porfiado en la aplicación de esas leyes, que tanto rechazo habían cosechado en toda la población. Mención especial merece la triste ley del “Sí es sí”, culpable de la reducción de penas y excarcelación de condenados por violación. La cabeza visible de ese desaguisado es Irene Montero, recalcitrante abanderada de la ley, manifiesta inexperta para desempeñar el cargo que ostentaba y pareja de quien ha predicado un programa irrealizable a la vez que se aprovecha de aquello que dice detestar.

Pedro Sánchez también sabe que Podemos tiene muy difícil su recuperación, sobre todo si concurre el 23-J con las mismas caras. Presiente que los escaños que pudiera alcanzar un partido liderado por Irene Montero no serían suficientes para poder continuar en La Moncloa. No hace falta ser adivino para pensar que Sánchez y Yolanda han tratado el tema y han negociado una posible coalición, con la condición de prescindir de la pareja de Iglesias. Yolanda ha reunido a sus 15 compañeros de viaje, bajo la bandera de “Sumar”. Podemos ha puesto el grito en el cielo –por supuesto, después de firmar su conformidad- exponiendo, cara a la galería, su rechazo por la exclusión de Irene Montero. Si tanto es el enojo ¿por qué han firmado el acuerdo? Puestos a encontrar responsables del desastre podemita, Belarra, Lilith Verstrynge, Echenique, Ángela Rodríguez “Pam”, no están exentos de culpa, pero las dos primeras, a pesar de sus lágrimas de cocodrilo, se han “colado” en las listas. Como no ha terminado el plazo para presentar esas listas, no se puede asegurar que los “represaliados” no puedan ser “fichados” a última hora por alguna de las extrañas excrecencias de la extrema izquierda que deambulan por nuestro territorio. Quien hizo la ley…

Ante el peligro de un nuevo fracaso, Sánchez pone en marcha las calderas de La Moncloa. Por un lado, los medios de comunicación afines han comenzado a desempolvar antiguos trapos sucios de la oposición para no faltar a la norma de “Y tú, más”. Al mismo tiempo, debe sofocar el incendio provocado en su propia casa por la confección de las listas. Ya es de dominio público el rechazo de varios barones autonómicos por la manipulación que han sufrido sus propuestas. En un discurso descafeinado, ha vuelto a “vender la burra” para conseguir el aplauso bobalicón de los asistentes, a la vez que conseguía colocar a ministros/as y protegidos, de cara a un futuro menos favorable. Es indudable que temen un mal resultado, pero nunca se debe dar a Sánchez por derrotado. Ha dado repetidas muestras de su recuperación y, a partir de ahora, asistiremos a constantes maniobras que ensalcen la labor de su gobierno, a la vez que escudriñen los puntos débiles de la oposición. No olvidemos que Sánchez desconoce lo que son escrúpulos.

Y, mientras la izquierda se prepara, ¿qué hace la derecha? La actual oposición se queda reducida a PP y VOX. Es previsible que mejoren su actual número de escaños, pero difícil que Feijóo pueda alcanzar la mayoría absoluta. Para conseguir acabar con el “sanchismo”, y anular la camisa de fuerza que ha colocado a nuestra democracia, es imprescindible el concurso de toda la derecha. Presentarse a las elecciones con barreras aparentemente insalvables es dar alas a la oposición para que nadie se quede en casa. Esa posible la victoria que tan alegremente pregonan algunos, pero no es algo que caiga del cielo; hay que trabajársela. En ambos partidos, no deben existir exigencias mayores que su primera obligación de trabajar por el bien de España. Si se juega con la posibilidad de alcanzar acuerdos para poder gobernar en Ayuntamientos y Autonomías, mal andamos .Mantener ese enfrentamiento debería ser motivo suficiente para perder el apoyo de sus respectivos votantes. Todos conocemos el refrán de la piel del oso vendida antes de ser cazado.

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