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Si se los encuentra...
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Si se los encuentra...

Actualizado 07/06/2023 10:20
Tomás González Blázquez

En 2019, ocho hombres y mujeres del censo salmantino, que formaban parte de distintas papeletas, fueron votados por un programa electoral que habían prometido. No tardaron en acomodarse en los escaños madrileños que les fueron asignados. Hoy, buscados todavía por los votantes, sobreviven como diputados y senadores por Salamanca. Si tiene usted algún problema y se los encuentra quizá pueda preguntarles...

En estos tres años y medio largos que, según el designio del presidente sin esperar a la deliberación del consejo de ministros, ha durado la ya conclusa XIVª legislatura de las Cortes Generales, creo haberme cruzado únicamente con uno de los ocho por la calle, y ha sido precisamente esta semana. A lo mejor por ello, misterios de la mente, me ha venido a la memoria aquel célebre pórtico de cada episodio de El equipo A. ¡Ay la crisis de los cuarenta!

Muchas veces he pensado, y he vuelto a hacerlo en este convulso tiempo de "entreurnas", que echo mucho de menos una sede del poder legislativo en cada circunscripción electoral. Igual que contamos con una delegación del gobierno y con los tribunales que corresponda, habría de existir ese lugar, con su horario de atención, en el que los parlamentarios elegidos, que representan a todos los españoles pero son escogidos en cada provincia (o ciudad autónoma, o isla), se expliquen y nos escuchen. Que lo hagan en la cercanía, de forma que en cada encuentro con una comarca olvidada, con una asociación de vecinos inquieta, con un colectivo profesional agraviado o con un ciudadano preocupado por el bien común, perciban que están trabajando por España y que se están jugando la reelección que a menudo anhelan.

Muchos votantes, por desgracia, nos sentimos profundamente alejados del sistema de participación política al que se nos convoca otra vez el próximo 23 de julio. Dudar de la democracia tal y como está funcionando no es ninguna barbaridad, aunque cuando lo dices, si te escucha un liberal ofendido, no tardará en calzarte el apelativo de populista, y cuando lo escribes, si te leyera un progresista un poco más abierto a la pluralidad de opiniones que la media, puede que terminase ubicándote en el fascismo. Sin ir muy lejos de esta calle, a la gente se le afea, por utilizar un verbo suave, lo que vota y lo que piensa, solamente por ser diferente a lo que uno piensa y lo que uno vota: ¿es ésa la democracia en peligro? No, más bien ése es el peligro para la democracia.

Los parlamentarios, como la generalidad de los políticos, aun admitiendo muy honrosas excepciones, se han acostumbrado a la rueda de prensa tras la nota copiada y pegada, previo estudio del argumentario redactado por el gurú bien pagado y los asesores expertos en nada. No saben o no quieren transmitir lo que ocurre en sus cámaras, tantas veces reducido a unos mensajes dirigidos no a la racionalidad sino a la víscera, punta del iceberg compuesto por una acumulación de declaraciones huecas. Columnistas con carnet, tertulianos adictos y periodistas de bufanda completan la cuadrilla de subalternos para ir pasando cada tarde, con su faena de aliño y bajonazo, sin pena ni gloria pero con buenas remuneraciones.

Atender al votante, ponerle rostro, aguantarle un rato, sería arrimarse demasiado al toro de la democracia. Es más cómodo multiplicar parlamentos autonómicos (más legislativo lejano, aunque lo vistan de acercamiento, y más desigualdad entre españoles) y más rentable ubicar a notables del partido en corporaciones provinciales y municipales superpobladas, que potenciar un poder legislativo nacional verdaderamente apegado al terreno, entregado a los electores. La disciplina que dominan, con frecuencia la única, es manejarse en los adentros de las siglas, con primarias o sin ellas, a sabiendas de que a los de fuera se nos oferta un menú más que cerrado. ¡Son lentejas! O te pones la pinza y votas, o dejas correr turno hasta la siguiente urna. Ellos, mientras cocinan, lo hacen conscientes de que, tras el "discutinio" (me fascinó, Paco), alguno o algunos podrán decir, como el recordado Hannibal, "me encanta que los planes salgan bien". Sin embargo, otros pensamos, acaso enfermos de ingenuidad, que los planes, los suyos y los nuestros, los de España, deberían empezar o continuar en ese instante. Estaremos locos, como el gran Murdock. Necesitaremos más drogas para subirnos a este helicóptero averiado, al menos la dosis suficiente para dormir al mítico M.A. Barracus. Seremos más difíciles de seducir, incluso para el ingenioso Fénix.

Porque todos tenemos algún problema y sería de mucha ayuda que nuestros diputados y senadores, las Cortes españolas, formaran parte de la solución. Preguntados quedan, señorías.

En la imagen, los parlamentarios por Salamanca que lo fueron en la última legislatura.

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