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Esto es lo que hay
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Esto es lo que hay

Actualizado 04/06/2023 23:34
Francisco López Celador

Sin habernos repuesto de la parafernalia que acompaña a toda consulta electoral, llega el anuncio del adelanto de las elecciones generales. Quien diga que lo esperaba está mintiendo. Seguro que Sánchez sí lo tenía previsto. Es muy posible que no esperara tan fuerte descalabro, pero no es tan tonto como para no contemplar esa posibilidad. El prolongado silencio que mostró La Moncloa durante todo el recuento de votos pone de manifiesto la lucha interna del presidente para hacer que el batacazo no fuera definitivo.

Algunos comentaristas políticos insinúan la posibilidad de que no se presente en esas elecciones. No lo sé, pero, conociéndole, no parece una persona muy dispuesta a perder. Si algo le ha caracterizado hasta ahora, ha sido su obsesión por garantizarse el futuro, y no va a cambiar. Una de dos: o su descomunal ansia de poder alimenta el convencimiento de poder alcanzar los acuerdos necesarios para volver a La Moncloa –no se olvide que, después de ser desposeído del cargo de Secretario General, fue capaz de dar la vuelta a la tortilla para que, lo mismos que le despidieron, le readmitieran y apoyaran en las siguientes elecciones-, y pretende conseguirlo valiéndose de toda clase de artimañas; o, persuadido de un nuevo descalabro, pretende colocar en cabeza de la candidatura a la persona que crea más capacitada para reemplazarle.

La primera hipótesis no debe ser descartada. Hemos visto la facilidad que ha exhibido para alcanzar acuerdos con fuerzas políticas teóricamente colocadas en sus antípodas y nadie duda que volverá a repetir la fórmula. Si a todo este razonamiento añadimos las prematuras escaramuzas de las que hacen alarde los partidos situados a su derecha, se estarán facilitando los viajes privados en Falcon, la altanería de los filo terroristas y las provocaciones de los separatistas

Si Sánchez no encabeza las listas del PSOE, el desengaño en las filas socialistas sería tal que haría muy difícil la posibilidad de alcanzar el poder. En muchos casos, pasarían a ser el apoyo de otros partidos dispuestos a impedir el paso a la derecha. Es de suponer que algún asesor haya intentado convencerle de su más que probable derrota, pero, después de escuchar sus proclamas ante diputados y senadores –que ya engrosan las filas del paro-, queda la duda de que se conforme con el actual estado de cosas.

Finalizado el recuento de votos, con independencia de los resultados, todos los líderes dieron la cara, excepto Sánchez. Con su apego a cámaras y micros, muy mal tuvo que sentirse para no hacerse presente. Salió al día siguiente anunciando escuetamente el adelanto de las elecciones generales –algo que había negado varias veces-, pero seguía sin dar explicaciones. Para Sánchez, lo más urgente era evitar el debate interno que pudiera afectar a su liderazgo. Muchos de los diputados y senadores que le escuchaban en su mitin eran conscientes de que no volverían a ocupar un escaño, pero en la sala se produjo el mismo efecto que en las asambleas universitarias. Elementos estratégicamente dispuestos, comenzaron aplaudiendo la entrada del jefe y siguieron haciéndolo ante las grandilocuentes frases que iba repartiendo. Aquello acabó siendo una asamblea a la búlgara. A pesar de lo que se les venía encima –tal vez para vencer el miedo a que la situación se repitiera- los parlamentarios enrojecieron sus manos con ovaciones más propias de un maravilloso concierto. Hace falta ser masoquista.

Argucias aparte, Sánchez no soltará la presa gratuitamente. Es más, no se recata a la hora de anunciarlo: “la tormenta va a ser tremenda”; “ningún líder que merezca serlo puede mirar para otro lado cuando los suyos sufren un castigo tan injusto como el del pasado domingo”; “solo hay un método infalible, la democracia”. Para ser no consecuente con sus manifestaciones -“tomé la decisión con mi conciencia”-, nada le ha importado elegir el momento que menos favorece a los electores. Esa es la clase de democracia en la que cree Sánchez, cuando afirma que los ciudadanos se han equivocado.

Nunca se habían convocado elecciones en los días más calurosos del año, cuando millones de españoles disfrutan de sus vacaciones ¿Es esa una de las verdaderas razones del adelanto? Se ve que la conciencia del presidente no sintoniza con la de los españoles. Aparte del trastorno a votantes y miembros de las mesas, la hostelería ya avisa de bajada en la ocupación y posibles anulaciones.

Sánchez no esperaba tan grave tropezón, pero la realidad, por mucho que intente disfrazarla, sigue persiguiéndole. Trata de evadirse acudiendo a todos los foros que se anuncian ¿Tan imposible resultaba acudir a los actos del Día de las Fuerzas Armadas? ¿O no quería ser abucheado otra vez? Quiere aparecer en todas las imágenes que se publiquen en el extranjero, pero trata de quitar hierro al descalabro interno viajando por los cerros de Úbeda.

Sucesor y discípulo de Largo Caballero, quiere reverdecer los brotes guerra civilistas que ya teníamos olvidados. Ha llamado a capítulo a los miembros del gobierno para que repitan machaconamente que la verdadera reaccionaria es la derecha: "Van a tratar de crispar para que no se escuchen los argumentos y desmovilizar a la mayoría”… “Se van a inventar barbaridades, nada es nuevo, porque están imitando los métodos de sus maestros norteamericanos"… “el PSOE debe frenar esa corriente reaccionaria y si nos movilizamos, en España no ocurrirá lo que está pasando en otras naciones.” Los eternos argumentos de la izquierda, cuando no tiene otros. Sánchez está buscándose sus propias habichuelas y poco o nada le importan España y los españoles. Ya se oyen voces críticas de algunos pesos pesados del socialismo democrático, pero Sánchez se cree muy superior a todos ellos.

PP y VOX son dos partidos condenados a entenderse. No siempre se le presentará a la derecha una ocasión tan propicia. Perderse en disquisiciones personalistas y anteponer particulares protagonismos a la verdadera misión de erradicar el sanchismo, sería un error muy difícil de perdonar. Estamos rodeados de democracias más consolidadas que la nuestra en las que se gobierna en coalición –algunas veces con fuerzas políticas más distanciadas que las de nuestra derecha-, ¡y da muy buenos resultados!

Aquí no estamos hechos de otra pasta. Lo que sí es normal es que los partidos que se coaligan sean fieles a sus principios, pero exijan condicionantes en función de su peso específico. No se puede pretender avasallar, ni ningunear, al compañero de viaje. España ha visto disminuir su influencia en el concierto occidental. Acabar con las políticas culpables de haber llegado a esta situación y buscar un mayor bienestar para todos los españoles, debe ser la hoja de ruta de cualquier partido que pretenda gobernar. Poner impedimentos que den al traste con ese resurgimiento es algo que descalifica a los responsables, y lo españoles están dando muestra de haber aprendido la lección.

Sánchez ha puesto un nuevo palo en las ruedas de nuestra democracia y lo que procede es poner más empuje para romperlo. Eso se consigue a base de sumar más votos que la izquierda. Si su maniobra pretendía aumentar la abstención, en las manos de los españoles está impedirlo. Hacer un sacrificio –que bien lo vale- y acudir en masa a las urnas. Quienes pretendan estar veraneando en esa fecha, sólo tienen que votar por correo –que no es tan difícil-, y el resto, programarse bien sus actividades para poder votar en el momento más cómodo. La recompensa es nada menos que la satisfacción del deber cumplido. Eso es lo que hay.

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