Primera falacia
Estamos a dos semanas de elecciones autonómicas y locales. Empezó la campaña electoral. Nada más opuesto a la verdad. Lo correcto sería decir: seguimos de campaña electoral. Los partidos empiezan las campañas electorales antes de ganar las elecciones, las ganan y siguen de campaña, las pierden y no dejan de hacer campaña. Ya hemos perdido la cuenta de los años que llevamos de campaña electoral y no parece que quieran dejarnos descansar. Los políticos entienden que en esto consiste su trabajo, y aunque las cosas anden manga por hombro, es a lo único que se dedican.
Segunda falacia
Promesas electorales. Los programas electorales ya hace años que deben haberse quedado sin lectores. Normal. Siempre contaban lo mismo, imposible creer en lo escrito, ni ellos pierden tiempo para echarles un vistazo seguramente. Lo necesitan para inventar bellas promesas que saben que no van a cumplir, unas veces porque no pueden hacer milagros, otras porque no todo depende de ellos, depende de la Comunidad Europea, otras, sencillamente, porque no quieren, y la mayoría porque lo único que les importa es que los ciudadanos se las crean hasta que cojan la sartén por el mango o no tengan que soltarlo.
Tercera falacia
Lo único que diferencia estos días de campaña de los demás es que todos dejan sus despachos para echarse a la calle como leones ávidos de carnaza. Dicen que para enterarse mejor de los problemas de los ciudadanos y poder resolverlos, como si la mayoría no fueran creados por ellos mismos, como si fuera necesario recorrer plazas, parques y mercados para ver las consecuencias de la mala gestión. Mienten pues como bellacos. Todo es una disculpa para recibir aplausos, halagos y parabienes que están muy lejos de merecer. Y lo más lamentable es que siguen encontrando ciudadanos dispuestos a complacerlos.
La única verdad que brilla entre tantas falacias es que para nuestros políticos los ciudadanos seguimos siendo menores de edad para todo menos para votarles.
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