Además el jurado ha elegido los relatos finalistas
'El Concierto', de Ana Isabel Velasco, ha sido elegido como ganador del concurso de microrrelatos 'Leyendo a la luz de la luna', convocado por la asociación de vecinos ZOES.
Reunido el jurado en la sede de la Asociación ZOES el día 19 de abril, tras las obligatorias deliberaciones, y por unanimidad, ha decidido que los relatos finalistas sean los siguientes:
6º Finalista: El microrrelato titulado “PIANO”. Autora: Sara Cardina Valladares, de El Salvador (Centroamérica).
'El piano'
El viejo piano de la biblioteca era más un adorno que un instrumento, no sonaba, ya lo habian querido arreglar y nada funcionaba, un día, Eliseo estaba estudiando cuando notó una inscripción en la parte trasera del piano, todos pensaban que era decoración, pero en realidad era un dialecto antiguo que él estaba aprendiendo, y decía: “sólo el amor de tu vida escuchará la melodía” de inmediato llamó a su novia y se puso a tocar el piano; pero ella no escuchó nada.
- ¡Hermosa canción!
Dijo una desconocida que ingresaba a la biblioteca…
5º Finalista: “AMANTE”. Autora, Lilián Azañón, de Asturias.
Amante
Nuestra melodía estaba escrita en clave de sol. Tú ponías las reglas y yo, como nota dentro de tu composición, me encontraba en la segunda línea de tu pentagrama. Formando parte del canon de tu vida, cada siete compases, todos los martes te deleitabas en mí. Me tocabas percutiendo las cuerdas correspondientes de mi cuerpo, que era tu piano. Con tus dedos en las teclas adecuadas, practicabas el placentero trémolo y yo me dejaba llevar por tu música, mientras constantemente marcabas el ritmo: pianissimo, in crescendo, forte, forte, fortissimo. Como colofón final, el concierto acababa con mi canto de soprano.
4º Finalista: “CINE EN BLANCO Y NEGRO”. Autora: Ana Belén García, de Las Palmas.
Cine en blanco y negro
–Tócala de nuevo –escuchó a su espalda.
No le hizo falta girarse para reconocerlo. ¿Quién sino él rescataba citas de cine en blanco y negro? ¡Había echado tanto de menos aquella voz! Sonriendo, volvió a acariciar con las yemas de sus dedos las teclas del piano y tocó la misma melodía, la banda sonora de su amor, la música que seguía reproduciendo desde el día en que la dejó. Notó su aliento en la nuca y se estremeció. Llevaba semanas soñando ese momento. Se giró y el vacío a su espalda la devolvió cruelmente a la realidad de su muerte.
3º Finalista: “TALENTO ANÓNIMO”. Autora: Aurora López, de Asturias.
Talento anónimo
Sus dedos danzaban gráciles por las teclas del armonioso instrumento y su corazón acompañaba al ritmo con cada palpitar. El piano, de un brillante ébano, cumplía con creces las exigencias de sus cuarteadas manos. Con la frente perlada de sudor el artista reproducía las notas con la pasión de quien es consciente de su don para la música. La melodía podría conmover a las almas más marchitas. En el culmen de la pieza, se levantó repentinamente del asiento e hizo una reverencia al vacío teatro. “Algunas proezas deben ser un secreto”, pensó el conserje mientras volvía a coger la fregona.
2º Finalista: “LA NOTA MÁS GRANDE”. Autor: Tomás García, de Salamanca.
La nota más grave
Las delicadas manos de mi madre danzaban sobre las teclas del piano. Ya sin moratones en la cara, sin golpes en el alma. Yo la contemplaba ensimismado, con una sonrisa cómplice. Hacía un año que mi padre nos había dejado de forma extraña. Las notas sonaban alegres, perfectas, componiendo una hermosa melodía que flotaba en el salón. Todas menos una, la nota discordante, que desde hacía un año desafinaba. Quizás porque en el interior de la caja de resonancia, junto al clavijero, permanecía escondido el pequeño bote con los restos del cianuro que nos había devuelto la libertad.
MICRORRELATO GANADOR EDICIÓN 2023: “EL CONCIERTO”. Autora: Ana Isabel Velasco, de Vitoria.
El concierto
Voy al concierto con mi hijo. Ha sido una decisión impulsiva y temo que, tal vez, equivocada. Ocupamos nuestros asientos en la sala y, su cuerpo de siete años, parece encogerse en la butaca. Le tomo la mano. La orquesta inicia el repertorio.
A hurtadillas, observo su rostro y descubro que siente todo el universo que guarda la música. Alegría, tristeza, asombro, emoción… El tiempo se desvanece y, de regreso a casa, me pregunta si puede ir a clases de piano. Sonrío, digo que sí. Dejo el lenguaje de signos, le abrazo y, al oído, le susurro te quiero.