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¿Dónde queda el sentido común?
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Desde la Code. Profesor de Derecho Penal de la Usal

¿Dónde queda el sentido común?

Actualizado 13/05/2023 09:48
Julio Fernández

La precampaña electoral ha finalizado y ha comenzado la campaña y los líderes políticos, ansiosos de sangre, cuál Conde Drácula, que ejecutaba a sus enemigos mediante empalamiento y echaba en un cuenco la sangre de las víctimas, mojando pan en él mientras comía. ¿Qué tendrá el poder para que los que lo disputan ejerzan tal crueldad, impropia de seres humanos en su sano juicio? Y lo más grave de todo ello es que el fanatismo de una buena parte de la ciudadanía les impide ver la realidad, disfrutando con las sevicias que practican los líderes políticos que incondicionalmente apoyan. De ahí que nos preguntemos ¿dónde queda el sentido común? Probablemente y por desgracia, haya que darles la razón a Voltaire y posteriormente a Unamuno cuando decían que “era el menos común de los sentidos”.

Considero que en una sociedad libre, igualitaria, tolerante, solidaria, cohesionada y avanzada, los políticos deben trabajar por el bien común, supeditando el interés particular en favor de los intereses generales de la colectividad, impulsando políticas públicas que corrijan desequilibrios económicos y sociales para que todos los ciudadanos tengan acceso a la sanidad, la educación, los servicios sociales, unos salarios suficientes, una vivienda digna y accesible y sin especulación, para que se distribuya mejor la riqueza y se construya el Estado del Bienestar con una justicia social adecuada. Y esas políticas deben impulsarlas personas serias, sensatas, honestas, tolerantes y dialogantes, no con actitud soberbia, chulesca y prepotente.

Por eso, cuando nos encontramos políticos de muy corto alcance, que gobiernan con absoluto desprecio por los verdaderos intereses de todos, cuando criminalizan a quienes no piensan como ellos, cuando no tienen entidad, ni formación, ni preparación, ni decencia para debatir serenamente con sus contrincantes, cuando sus argumentos son peregrinos e insostenibles, cuando dicen que las cosas se hacen de una forma y otra porque “lo dicen ellos” de forma autoritaria, cuando acumulan resentimiento, odio e ira incontenida contra sus adversarios, no entiendo los motivos por los que reciben el apoyo de la ciudadanía. ¿Será porque muchos ciudadanos están de acuerdo en solucionar los problemas por vías autoritarias justificando cualquier medio que se utilice para derribar al adversario político? ¿Es así, con enfrentamientos viscerales, como se edifica una sociedad pluralista y democrática?

El apoyo a líderes políticos como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Ayuso, es un termómetro que mide la temperatura de nuestra ciudadanía y no es que sea una temperatura muy agradable, como sabemos. Las últimas manifestaciones de este personaje –que día a día se conjura para ver cómo ataca despiadadamente a sus adversarios- han sido cuando unos periodistas le preguntaron por la justicia social, ya que días atrás había manifestado que la justicia social era un “invento de la izquierda”, que “bajo el concepto de justicia social se permite que los abusos del poder se justifiquen” y que con ella “se promueve la cultura de la envidia”. ¡Increíble, pero cierto!. Parece que este diabólico personaje político desconoce que nuestra Constitución y dentro del Preámbulo establece que hay que “garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo” o, en su artículo 40.1 –entre otros muchos- cuando establece que “los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa”. Es más, en el programa del PP de las elecciones autonómicas que Ayuso ganó en 2021 y en uno de sus apartados, se decía lo siguiente: “necesitamos una Europa fuerte, unida, que aporte estabilidad, garantice la seguridad jurídica y asegure la justicia social”.

Pues bien, cuando estos periodistas le preguntan a Ayuso por la justicia social y por las declaraciones que había hecho días antes, dijo textualmente lo siguiente: “No, no, la Justicia… yo no quiero… la Justicia, como la Democracia, son Justicia y Democracia. Y en cuanto la izquierda le pone los adjetivos… social… tal… significa una cosa muy distinta… Yo creo… creo… a ver, yo… da igual”. La verdad es que desde que el humorista Antonio Ozores falleció y dejamos de oír sus chistes, no había escuchado algo tan hilarante como las declaraciones de Ayuso; con una diferencia, que las de Ozores eran chistes, las de Ayuso van en serio y se las cree.

Por su parte, su jefe de filas, Feijóo, continúa despeñándose por la deriva argumental contra el gobierno de Sánchez, esa deriva que tienen quienes no poseen otros argumentos. A sabiendas de que la economía va bien, que el desempleo está descendiendo como nunca, que se está controlando la inflación, que los salarios se están incrementando decentemente, al igual que las pensiones, Feijóo ataca con las listas a los ayuntamientos de Bildu en las que han incluido miembros de ETA que ya cumplieron sus condenas. ¿Qué tiene que ver el presidente del gobierno con esto cuando es la Junta Electoral la que autoriza las listas electorales, que si se ajustan a la legalidad, por mucho que éticamente se consideren reprobables en algunos casos, no podemos hacer absolutamente nada? La Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) indica que son inelegibles, artículo 6.2 “los condenados por sentencia firme, a pena privativa de libertad, en el periodo que dure la pena”. También son inelegibles cuando lo estén por inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo o inhabilitación o suspensión para cargo público. Pero cuando las hayan cumplido ya no tienen esa prohibición legal.

¿Lo dicen porque los diputados de Bildu hayan pactado algunas políticas sociales con los grupos parlamentarios que apoyan al gobierno?. Los diputados de Bildu en el Congreso son unos y los candidatos a alcaldías son otros diferentes. Además, el señor Maroto, senador del PP, también pactó políticas municipales con Bildu cuando fue alcalde de Vitoria, porque decía que era otro tiempo, que ETA ya no mataba. También Aznar cuando fue presidente del gobierno en una tregua de ETA, dijo que: “tomar posesión de un escaño siempre es preferible a empuñar las armas. Esta es la cuestión, escueta, clara y democrática que se dilucida en este nuevo escenario. Y lo es sobre todo para los que han declarado su voluntad de actuar a través de cauces políticos e incluso dicen estar dispuestos a asumir compromisos institucionales”. ¿Qué problema hay entonces? Que pueda no gustarnos, es entendible y lo comparto personalmente, pero de ahí a culpar al presidente del gobierno por la confección de esas listas es lo mismo que acusar al empresario de muebles que vende colchones y camas como responsable de un adulterio que se haya cometido en algún colchón fabricado por él o al fontanero que haya instalado los sanitarios de una discoteca, de una horrible violación que allí se haya cometido. Pero el PP es así de corrosivo y maquiavélico en estos temas.

Feijóo, Gamarra y otros exaltados políticos del PP atacan con eso, de forma carroñera y vil, para pescar algún voto, porque no pueden hacerlo de otra manera. Feijóo, además, sigue “metiendo la pata” en sus declaraciones, como siempre. El jueves, sin ir más lejos, en un mitin celebrado en Badajoz dijo que “acabo con la palabra ilusión porque eso es lo que percibo cada vez que vengo a Andalucía”. Será que todo lo que hay debajo del mapa de Galicia es Al-Ándalus. ¿Por qué no habla de los presuntos delitos cometidos por el presidente de la Diputación de Orense –del clan de los Baltar- y del último cometido cuando conducía un coche oficial a 215 Kilómetros/hora en una autovía, siendo claramente un delito contra la seguridad vial al superar en velocidad los 80 kilómetros/hora del límite permitido de 120 en vía interurbana? ¿Por qué no habla de los presuntos delitos que ha podido cometer la alcaldesa de Marbella y candidata de nuevo a la reelección en las elecciones del 28 de mayo?

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