En todos las encuestas sobre preferencias políticas de los ciudadanos, existe una mayoría que considera que, con el paso del tiempo, Feijóo está descendiendo en popularidad. La verdad es que tenía a la población española muy engañada cuando fue “dedocráticamente” elegido como presidente del PP, porque había una masa social que le consideraba un líder templado, más al centro que Casado y que podía unir, en moderación, a todos los líderes de la formación conservadora, tanto nacionales como territoriales.
Después de un año en el cargo de máximo responsable del PP, todas estas previsiones se han derrumbado como un castillo de naipes ante una breve ráfaga de viento. Su portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra –fiel política de Casado y ahora de Feijóo (allá ella con sus contradicciones internas)- escupe odio en cada declaración o rueda de prensa. Y a esa ráfaga de metralleta “Gamarriana” le acompañan unos ojos que se le salen de la órbita al más puro estilo del “Muñeco Diabólico”.
Por su parte, el portavoz en el Senado, Javier Maroto –el transeúnte de Sotosalbos (Segovia) donde se empadronó para ser Senador por Castilla y León, a pesar de no haber vivido nunca allí- aprovecha cada acuerdo parlamentario entre PSOE y diputados de otras formaciones nacionalistas, para teñir de negro esos pactos y calificarlos de “filoetarras, separatistas y golpistas”, mientras que cuando él fue alcalde de Vitoria llegó a acuerdos con Bildu entre 2011 y 2015; es más, hay registradas declaraciones de Maroto siendo alcalde de Vitoria en las que “defiende sus pactos con Bildu y desea que cunda el ejemplo”. También llegó a decir que “la situación que tenemos ahora mismo en el País Vasco, lo que nos debe llevar a pensar es que es necesario hablar entre todos. Yo lo hago en el ayuntamiento de Vitoria, hablo con el Partido Socialista, con el Partido Nacionalista Vasco y hablo con Bildu de temas municipales porque toca, y creo que excluir en este momento no está en la agenda”. Por supuesto que aquélla conducta no era criticable, a mi modo de ver, lo era adecuada; la que es censurable es la actual. ¿Si el PP llega a acuerdos con las minorías es un gesto de “pactismo” y si lo hace el PSOE es un gesto de entregarse a los filoetarras y golpistas? ¡Manda huevos!
¿Y qué decir de sus líderes de Madrid y de Castilla y León? En relación a la primera, Ayuso, es una líder chulesca y prepotente que considera que quienes no piensan como ella son imbéciles y se ve de lejos que sólo ha aparecido e política por su odio visceral al gobierno de España y a su presidente y por su desmedida ambición de serlo ella en algún momento y a cualquier precio, ya que poco o nada le importan ni las cuestiones territoriales ni quién sea líder del PP en este momento. Sabe que si Feijóo no sigue sus soflamas, lo echará a patadas. Todo su objetivo es ser líder nacional de la derecha conservadora, la tradicional española, la impregnada de caciquismo clientelar, la de los borbones y de la aristocracia madrileña que entregaron la ciudad a las tropas de Napoleón, dejando en el cadalso de la ignominia al pueblo ignorante y retrasado, a la chusma que salió sin armas a combatir contra el ejército francés, mientras las clases pudientes tenían todo pactado con Napoleón y se quedaron en casita.
Con respecto al segundo, los acuerdos a los que ha llegado con Vox están destapando en el presidente Mañueco su faceta más servil y reaccionaria. Todo vale con tal de mantenerse en el poder. Tenemos una tierra de Castilla y de León que se está desmantelando poco a poco, se está desangrando, que no deja de perder habitantes y que sus ciudadanos son en su mayoría jubilados. El tejido productivo brilla por su ausencia, la sanidad pública tiene cada vez menos recursos materiales y personales, se cierran escuelas y los campos de cultivos cada vez se parecen más a un gran erial abandonado. Eso han conseguido los gobiernos del PP durante casi 4 décadas.
Pero Feijóo no sólo tiene a los líderes de su partido descontrolados, subidos al monte, asilvestrados, alimentando constantemente el enfrentamiento y la crispación, sino que también el propio Feijóo se ha contaminado de estas conductas atrabiliarias. Niega la evidencia y es incapaz de reconocer el impulso actual que tiene la economía española y la habilidad del presidente del gobierno para negociar en el exterior inmejorables acuerdos para el progreso de España y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
El crecimiento económico del primer trimestre ha sido muy bueno, se incrementó el PIB un 0,5 %, muy superior al del último trimestre de 2022, que fue del 0,2 %. La creación de empleo es histórica y todo debido a la reforma laboral que el PP no apoyó. Nunca hasta ahora ha habido tantas personas trabajando en España, 20,6 millones de trabajadores que cotizan a la seguridad social. Se superan en casi 1,2 millones de afiliados que había antes del inicio de la pandemia. En abril fueron 238.000 los puestos de trabajo creados. Es el mejor mes de abril desde que existen registros y el mejor dato mensual de toda la serie histórica, solo superado por el de julio de 2005. Baja también el número de desempleados, 2,79 millones, la cifra más baja en un mes de abril desde 2008. También desciende el número de desempleados jóvenes y registra un mínimo histórico. Además, el 46 % e los contratos firmados en abril son indefinidos y la tasa de temporalidad está bajo mínimos, un 14 %. Se ha reducido a la mitad respecto a antes de la reforma laboral.
Y ante esto, ¿qué argumentos tienen Feijóo y sus líderes de la derecha, Ayuso, Mañueco, Moreno Bonilla, Gamarra, Maroto y el resto? Muy fácil, el insulto, la descalificación, la mentira y la intoxicación social, además de atentar contra la imparcialidad de la fiscalía ayudado incomprensiblemente por fiscales conservadores con los que se ha reunido recientemente. Esto sí es un ataque feroz y felón hacia la independencia de la Justicia y la imparcialidad del Ministerio Fiscal. Está tan nervioso Feijóo que en sus actos comete los más espantosos ridículos, ejerciendo de “paleto político”. El otro día en un mitin dijo que el presidente Sánchez fue a Galicia con tanto séquito que parecía “Bruce Esprintern”, en lugar de Springsteen. Recientemente, en un acto político en Cádiz, dijo que había tanta luz en Cádiz y era tan impresionante que tenía la “pupila dilatada” sin tener que ir a la consulta del oftalmólogo. Este señor debería saber que es al contrario, puesto que las pupilas se dilatan cuando la luz es escasa y se contraen cuando es elevada. No es la primera vez, pues ya confundió los premios Goya del cine español con los Óscar y atribuyó la publicación de la obra de Orwell, 1984, en ese año, cuando el gran escritor y periodista inglés murió en 1950. Con estas manifestaciones veo más cerca a Fijóo del clan gallego de “las boinas” que del de “Santiago”.
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