"La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía" (Khalil Gibran)
Creo que fue Antonio Machín, el que cantó aquel bolero que hablaba de: (¡¡¡…como se pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco!!!...). Luego hubo versiones de todo tipo, pero parece que fue el negrito de las maracas y aterciopelada voz, el primero en ponerla en escena. Y, que me sirve de entradilla, para relatar este entrañable sentimiento de lo sencillo:
“Eran un matrimonio que se consideraba feliz: Hacía ya bastantes años que se habían casado, y lo cierto es, que salvo algunas discusiones de bajo nivel, la convivencia gozaba de buena sintonía, y mucha complicidad”.
Una tarde al llegar del trabajo, y tras iniciar la conversación cotidiana de cada día; la esposa le recomendó- salir con otra mujer-. “Tú sabes que la quieres”, tomándole por sorpresa, - la vida es corta y deberías dedicarle tiempo-. “Pero yo te amo a ti” protestó ante la sorpresa primera. Lo sé… Pero también la quieres a Ella… La otra mujer a quien la esposa quería que visitara, era la madre de él, viuda desde hacía años, pero que por exigencias del trabajo, los hijos etc, hacía que tan solo la visitara ocasionalmente, o en algún acontecimiento familiar.
Esa misma noche la llamó para invitarla a cenar y al cine. ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? me pregunto. La madre-como muchas otras madres-, es una mujer que una llamada tarde, en la noche o una invitación por sorpresa, es indicio de malas noticias. “Pensé, que sería agradable pasar algún tiempo contigo”, los dos solos… ¿Qué opinas?, reflexiono sobre ello un momento. “Me gustaría muchísimo, dijo”.
Ese viernes mientras conducía para recogerla después del trabajo, estaba nervioso, era el nerviosísimo que todos padecemos, y que antecede a una cita… Y, por Dios, que cuando llegué a su casa, vi que ella también estaba emocionada. Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había rizado el pelo y usaba el vestido con que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonreía e irradiaba luz como un ángel… Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo… y se mostraron muy alegres y emocionadas, comento mientras subía al coche, no sé si podrán esperar a mañana para que les comente nuestra velada.
Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero muy acogedor, mi madre se aferró del brazo de su hijo, sonriente y orgullosa… Cuando nos sentamos, hube de leerle el menú, sus ojos solo vieron grandes figuras… Cuando íbamos por la mitad de unos entrantes, levante mi vista; la madre al otro lado de la mesa miraba a su hijo con sonrisa de nostalgia que delineaba en sus labios… “Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño” ¿recuerdas? Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolverte el favor… Durante la cena mantuvimos una a agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día uno con la vida del otro. Hablamos tanto que nos perdimos la hora del cine.- Saldré contigo otra vez, solo si me dejas invitar, dijo la madre cuando la lleve a su casa, la sentí, la bese, me despedí con un abrazo y volví a casa.
¿Cómo estuvo la cita? Quiso saber la esposa cuando llegue aquella noche. Muy agradable… Mucho más de lo que imagine, contestó.
Días más tarde la madre murió de un infarto masivo, todo fue muy rápido, no se pudo hacer nada. Al poco tiempo recibí el sobre del restaurante donde madre e hijo habían cenado, y una nota que decía: -“ La cena está pagada por anticipado". Estaba casi segura que no podría estar allí, pero, igual pague para dos, para ti y tú esposa, jamás podrás entender lo que aquella noche significo para mí. En ese momento comprendí la importancia de decirle que la quería y haber pasado más días con ella, comprendí al mismo tiempo, que debemos darles a nuestros seres queridos el espacio y la compañía que se merecen; nada en la vida será más importante que tu familia, dales tiempo porque ellos no pueden esperar. Por eso en estos tiempos convulsos, de incertidumbre y de angustia, de ver como se desmorona aquello que tanto costo construir, y ver como la muerte se pasea por nuestras calles… Recuerda, si vive tu madre… Disfrútala, si no vive… Respétala… A veces tenemos olvidado lo maravilloso que es ser madre… Y recuerda también, que el tiempo nunca perdona… Ni se puede regresar.
Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerías
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