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Sutura de la Raya
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Sutura de la Raya

Actualizado 24/04/2023 12:23
Charo Alonso

La frontera que nos une y nos separa, sutura de linde entre países hermanos que comparten campos y ríos, aguas y surcos, fue desde siempre territorio comanche de contrabandistas y guardias civiles que se jugaban en el bar los atrapados de un lado y otro de la frontera. Guardiñas lusos y policías españoles condenados a recorrer las tierras de la raya, los ríos y sus cabozos escondidos entre la maleza y los árboles de hombres y mujeres que se jugaban el pan con el tráfico del estraperlo.

Corre al fondo de Villarino de los Aires, asomado al Fermoselle zamorano, tan vecino en la lejanía con la raya extremeña de la fala por tierras de Navasfrías, el Tormes en su último curso, arroyo que dejó atrás su ser de río letrado en el que se miran las catedrales de la ciudad universitaria. Allá va, olvidado su nacimiento en Ávila, su ruta literaria, su empaque de puentes romanos y dehesas poderosas. A sus orillas se citaban los contrabandistas de la raya, dispuestos a jugarse el pan de sus cargas, construyendo las madrigueras de sus noches en vela, sus caminos secretos por los valles escondidos. A su lado, envueltos en las capas, en las polainas lusas, los guardias de la frontera se dejaban el trabajo mal pagado en la persecución de desgraciados tan pobres como ellos, jugando al juego de la falta. Eran tiempos en los que bajaba el río poderoso y fuerte a abrazarse con un Duero inmenso, pleno de aguas que atraviesan la tierra plana de una Castilla ancha y plana como pecho de varón.

En la Extremadura que extraño, por los bancales hermosos de la fala, la Raya baja hasta una Andalucía de pueblos blancos y sierras profundas. Es la lengua suave de la aspiración de la hache, la dulzura de un luso lleno de poesía. A uno y otro lado se suceden la bella Olivenza, el manuelino que borda la piedra y la hermosura de un tiempo que intercambia las lindes, los apellidos, las palabras y los sabores. Un sabor compartido al que nos invitó un día el poeta Tomás Acosta a Carmen Borrego y a mí en nuestros paseos por una Navasfrías que guarda la memoria del contrabando, ese que mi padre y mis hermanos practicaban, jóvenes e inocentes, en las tierras de Ciudad Rodrigo, en los campos de Vitigudino, en las fronteras de lo correcto. Era entonces Fuentes de Oñoro un pueblo potente en su paso de mercancías y gentes, ahora vacíos los edificios blancos de la raya, los puestos de la guardia, los rincones donde se sucedían las desgracias del comercio ilícito.

Y ahora, allá donde se mezclan hoy las aguas y las miradas, el Tormes empequeñecido y el Duero aún poderoso se estrechan como las gentes que ahora pasan libres de todo papel, de toda traba. Y es este un abrazo de agua que compartir… a ambos lados de la raya.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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