Programaciones

Los que nos dedicamos a dar clase tenemos que tener programaciones para dar los contenidos a tiempo y evaluar correctamente. En calidad vigilan mucho que lo que programamos se corresponda con la realidad.

También cuenta la metodología de trabajo, se aprende mejor si uno se divierte y si nos adaptamos a la singularidad de cada uno. Sobre todo para qué sirve lo que estamos estudiando en ese minuto.

Para eso lo hacemos desde el aprendizaje servicio y proyectos cooperativos donde se aplica la teoría de forma práctica. Jardines, cocina, huertos, primeros auxilios, …

Incluso tenemos una formación profesional por los pueblos para recuperar los oficios perdidos y a domicilio en el barrio Puente Ladrillo.

Las programaciones deben ser flexibles. No hablamos de no cumplirlas pero tenemos que meter parámetros medibles de evaluación que permitan desarrollar las inteligencias múltiples.

Deben ser más resumidas y abiertas. Cuanto más se cierren, más alumnos dejamos fuera. Se debe rentabilizar el esfuerzo, no esforzarse por esforzarse. Deben conseguir las competencias profesionales de una u otra forma. Sentirse orgullosos de lo que construyen en el campo, dibujando o cantando. Adaptar las programaciones a la vida.

Cuando nos dirigen lo mismo para todos, muchos alumnos se quedan fuera, y suelen ser los más vulnerables, los más rebeldes, los de talentos especiales, etc.

La escuela tiene que servir para la vida y tiene que seguir la actualidad y resonar ante ella.

Los profesores más cuadriculados se ciñen a un programa caiga quien caiga porque lo ven una forma de justicia. Los que no tienen autoridad y sufren en el aula usan las notas un poco como venganza.

Hay que variar según el estado emocional de los alumnos y según los sucesos que se van viviendo. Para tener mejores resultados muchas veces hay que adaptar los planes.

Algo falla en el proceso cuando salen de la Universidad y no se sienten preparados para trabajar en las empresas.

Siempre ha habido contenidos transversales como la violencia de género, la atención a la diversidad, drogas, cuidado del planeta, etc. Estos temas deben abordarse desde las perspectivas que dan las distintas asignaturas o unidades didácticas.

La prioridad debe ser el alumno y la profundidad del contenido más que la forma. Convertimos las programaciones en burocracia y en farragosas. Deberían ser fáciles de seguir y con criterios innovadores para el aprendizaje del alumno.

No pueden sentir el aula como una cárcel.

Podemos transmitir el vicio del estudio si hacemos participativas incluso las programaciones.

La nueva ley de la LOMLOE plantea para el profesor crear situaciones de aprendizaje para adquirir las competencias clave. No sigamos haciendo lo mismo.