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La iglesia salmantina que fue refugio de las mujeres cuyos maridos iban a la guerra
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Itinerarios salmantinos

La iglesia salmantina que fue refugio de las mujeres cuyos maridos iban a la guerra

Actualizado 21/04/2023 11:47
Charo Alonso

Antiguo monasterio en el siglo XIII, que podemos remontar al XII como parroquia de los Toreses

Se recortan los hermosos pináculos en el cielo limpio y azul que recibe al fotógrafo. La iglesia de Sancti Spiritus que nos recuerda las hechuras góticas y platerescas de los Dominicos –nacen ambas de la misma mano-, se hace familiar y cotidiana a nuestro paso por la empinada cuesta que se llamó “de la Cárcel” porque esta diminuta capilla del Cristo tan querida para los salmantinos, tanto, que nos olvidamos de su imponente iglesia aledaña, tuvo a lo largo de su compleja historia un edificio contiguo, cárcel, audiencia, escuela de arte… del que quedan arcos, ladrillos y restos, muro en el que leer el paso de los tiempos.

Recorre Amador la nave varada de Sancti Spiritus dejando a un lado la fachada que nos cuenta su historia –la lámina de piedra dicen los historiadores que hace un relato poco falto de rigor, pero qué hermosa su página tallada con el cincel de la paciencia- los retratos de los Santos Pedro y Pablo, el de María Mendes y Martín Alfonso de León, el triángulo con Santiago Matamoros en plena batalla del Clavijo, y se obra el milagro del rincón escondido. La pequeña plaza guardada del tráfico y del paso es uno de los recoletos lugares salmantinos donde se amansa el tiempo y el espectador descubre una puerta escondida en la que sigue batallando el apóstol Santiago, y más lejos aún, el león rampante del hijo ilegítimo de Alfonso IX continúa mostrando su fiereza. Fue Santi Spiritus un antiguo monasterio en el siglo XIII, que podemos remontar al XII como parroquia de los Toreses, convertido por obra y gracia de Martín Alfonso de León y de su esposa, María, en templo de la Orden de Santiago y lugar de refugio de las mujeres cuyos maridos iban a la guerra. La planta de la actual iglesia, del siglo XVI, gótica y plateresca, se rodea ahora de añosos olivos eternos como la piedra en la que tallaron su compleja historia, tan cercana al edificio cuyos restos son una cicatriz en la pared de la capilla, tan falta de aditamentos exteriores y que recorre el objetivo de Amador, deseoso de regresar a los tiempos en los que existía el Rondín de Santi Spiritus, y la cárcel vieja que daba nombre a la empinada cuesta salmantina.

A la cárcel vieja para declarar iba La Montaraza de la canción. Un edificio que pronto se quedó pequeño y que fue derruido en 1961 después de ser utilizado incluso como Escuela de Artes y Oficios. Fue en octubre de 1879 cuando nació, por iniciativa privada y con el apoyo de Diputación, Ayuntamiento y Universidad, la Escuela que se convirtiera oficialmente en 1902 en institución docente de utilidad pública, devenida, gracias a Don Filiberto Villalobos, en Escuela Oficial de Artes y Oficios. Su primera sede fue el edificio de la Cárcel vieja, unido a la iglesia haciendo esquina con la cuesta y la Gran Vía, derruido en los años sesenta una vez que se construyó cerca del río la cárcel nueva, ahora Museo de Arte Contemporáneo, y que la Escuela de Artes y Oficios se situara en el Patio de Escuelas y en la Alamedilla antes de ocupar su actual ubicación, precisamente, en el Paseo Filiberto Villalobos.

Tiene la topografía de la ciudad nuestra recuerdos de un ayer lejano y al mismo tiempo familiar como una fotografía de Gombau. Alrededor de la hermosa iglesia de piedra, los restos de arcos y paredes nos relatan la historia de un edificio de dolor reconvertido en espacio de aprendizaje. Los alumnos tallaban, pintaban y modelaban al pie de los rostros del gótico, de los pináculos indicando el cielo, la nave de la iglesia al paso de la cuesta y de las gentes que entraban en la capilla a rezarle al Cristo de sus devociones. Restos como heridas en las paredes, arcos que trazan el pasadizo hacia el tiempo perdido, leones enhiestos arañando el escudo de su linaje y Santiago, a caballo siempre, victorioso sobre la puerta escondida. Un rincón que recorrer desde la lente de la paciencia, oculta historia a la sombra de los sillares a la luz de lo eterno.

Charo Alonso / Fotos de José Amador Martín.